Venezuela con firmeza de voluntad

1º. Consideramos qué, el Gobierno Revolucionario para detener la inflación que nos agobia a todos los venezolanos, debe proceder a intervenir todas las empresas o agentes aduaneros que se dedican a la importación del exterior de insumos que consumimos diariamente.

2º. Es obligatorio intervenir toda la cadena de comercialización, hacer un análisis de costos colocarle PVP a todos los artículos, y hacer un riguroso seguimiento aguas abajo, penando con una multa ejemplar (según el tamaño de la pulpería) a todo comerciante que los viole, y al reincidente expropiarle la empresa convirtiéndola en una unidad de producción social. Si nuevamente reanudamos la comercialización con Colombia, debe ser en las monedas nacionales de ambos países y en igualdad de condiciones, peso-bolívar. Es una inmoralidad permitir que el valor de nuestra moneda sea 0,18 BsF., con respecto al peso colombiano.

3º. Es obligatorio, de necesidad nacional, expropiar la transnacional Cargil, porque esta empresa imperialista se la pasa acaparando los productos alimenticios que manufactura y conspirando constantemente contra los intereses de Venezuela.

4º. Debemos confiscar las Empresas de Alimentos Polar, sin retribución alguna por parte del Estado, ya que, el usufrutuo obtenido por parte de esa “familia” de agiotistas durante tantos años, desde el Gobierno de Pérez Jiménez, y sobre todo en los gobiernos puntofijistas; a partir de esos tiempos esos mafiosos vienen saqueando el erario público, y el bolsillo de todos los venezolanos. No debemos olvidar que el fundador de ese grupo, sacaba arena del río Guaire con un carromato halado por una mula para vendérsela a los constructores. Nadie hace tan descomunal fortuna trabajando honradamente, no les parece.

5º. Es urgente la intervención de las mafias de la producción y comercialización del mercado nacional, ya que las principales áreas están en manos de extranjeros inescrupulosos o de sus hijos. Allí está el caso de las roscas de la carne, papas, verduras, frutas, el pan, implementos agrícolas, maquinarias, plantas eléctricas, los repuestos en general, agua mineral, el hielo, etc. Estos delincuentes son una maldición y unas sanguijuelas, que nos chupan la sangre a los venezolanos. Estos mal nacidos todos los días aumentan el precio de los productos de consumo diario. ¡Donde está el ministro Canan! ¡Donde está el Indepabis!, que brillan por su ausencia.

Señores ministros de la alimentación; no hay culpables en la pérdida de varios millones de kilos de alimentos (entre ellos pollo) en Puerto Cabello y en varios galpones del país utilizados como depósitos, mientras que en los anaqueles de Mercal y Pedeval no encontramos estos rubros ni para un remedio. ¡Queremos ver culpables presos!, queremos ver presos a esos delincuentes, queremos verles el hueso a esos burócratas negligentes, irresponsables que atentan contra la alimentación del pueblo. No será que los amos de Polar, Cargil y Alfonzo Rivas, alias el maizino, le “picharon! a estos mal nacidos. ¡Limpieza de tanto ladrón, chavistas sin Chávez y escuálidos conspiradores de la administración pública!

6º. Esa sería la forma más efectiva para controlar el desorden y la inflación, lo demás son medidas efectistas que sólo favorecen a los comerciantes inescrupulosos y a la burguesía.

Si Venezuela ha de progresar de una manera real y positiva, es preciso generar empleos para ubicar a los nuevos profesionales que están egresando de las distintas casas de estudios. El Gobierno Revolucionario debe acudir urgentemente a remediar esta carencia, creando Empresas de Producción Social en las distintas ramas de la economía; es necesario prohibir la importación de artículos de lujo, superfluos o chirimbolos, (frutas exóticas) utilizando esas divisas en la producción de insumos de primera necesidad tales como: artículos de la cesta básica para abaratar estos rubros porque los miserables pulperos agiotistas los están vendiendo a precios excesivamente especulativos; elaboración de textiles; calzado; línea blanca; y de aseo personal; insumos para la limpieza del hogar a los cuales les duplicaron el precio inmisericordemente.

Con la creación de nuevos puestos de trabajo, evitamos que se encajonen, por así decirlo, los ingenios en sus respectivas carreras, y que sin impedir la universalidad de conocimientos, en los que de tanto sean capaces, se cuide que no falte en algunos la profundidad y en todos la suficiencia. La mayor parte de las profesiones demandan una persona entera para ser desempeñadas cual conviene; si se olvida esta verdad, las fuerzas intelectuales se consumen lastimosamente, sin producir resultado, como en una máquina mal construida se pierde gran parte del impulso por falta de buenos conductos que la dirijan.

A quien reflexione sobre el movimiento intelectual y profesional de nuestra patria en la época presente se le ofrece de bulto la causa de esa esterilidad que nos aflige, a pesar de una actividad siempre creciente. Las fuerzas se disipan, se pierden, porque no hay dirección, ni puestos de trabajo; los ingenios marchan a la ventura, sin pensar adónde van; los que profesan con fruto una carrera, la abandonan a la vista de otra que se brinda con más ventajas, y la involución, trastornando todos los papeles, haciendo del abogado un diplomático, del ingeniero un comerciante de la economía informal, del pulpero un hombre de gobierno, del juez un economista, etc., de nada todo aumenta el vértigo de las ideas y opone gravísimos obstáculos a todos los progresos.

Para convencerse de esta verdad basta considerar cuánto se multiplican las fuerzas del individuo que se halla en aprietos para conseguir empleo en la profesión de que no se ha graduado; su entendimiento es más capaz y penetrante, su corazón es más osado y emprendedor, su cuerpo más vigoroso, y esto ¿por qué? ¿Se crean acaso nuevas fuerzas? No, ciertamente; sólo se despiertan, se ponen en acción, se aplican a un objeto determinado. ¿Y cómo se logra esto? El aprieto y la necesidad aguijonean la voluntad y ésta despliega, por decirlo así, toda la plenitud de su poder; quiere al fin con intensidad y viveza, manda con energía a todas las facultades que trabajen por encontrar los medios a propósito y por emplearlos una vez encontrados, y el individuo se asombra de sentirse otro, de ser capaz de llevar a cabo lo que en circunstancias ordinarias le parecería del todo imposible.

Lo que sucede en extremos apurados debe enseñarnos el modo de aprovechar y multiplicar nuestras fuerzas en el curso de los negocios comunes; regularmente, para lograr un fin, lo que se necesita es voluntad, voluntad decidida resuelta, firme, que marche a su objetivo sin arredrarse por obstáculos ni fatigas. Las más de las veces no tenemos verdadera voluntad, sino veleidad; quisiéramos, más no queremos; quisiéramos, si no fuese preciso salir de nuestra habitual pereza, arrostrar tal trabajo, superar tales obstáculos, pero no queremos alcanzar el fin a tanta costa; empleamos con flojedad nuestras facultades y desfallecemos a la mitad del camino.

Para todo adelanto sólido y estable conviene desarrollar al individuo y sujetarle y dirigirle con la firmeza de la voluntad. Porque es cierto que una voluntad firme constante, ya por sí sola y prescindiendo de las otras cualidades de quien las posea, ejerce poderoso ascendiente sobre los ánimos y los sojuzga y avasalla. Para lograr esta firmeza de voluntad y precaverse contra la inconstancia conviene formarse convicciones fijas, prescribirse un sistema de conducta, no obrar al acaso. Es cierto que la variedad de acontecimientos y circunstancias y la escasez de nuestra previsión nos obligan con frecuencia a modificar los planes concebidos; pero esto no impide que podamos formarlos, no autoriza para entregarse ciegamente al curso de las cosas y marchar a la aventura. ¿Para qué tenemos la razón si no para valernos de ella y emplearla como guía en nuestras acciones?

Conciencia tranquila, designio premeditado, voluntad firme: he aquí las condiciones para llevar a cabo las empresas. Esto exige sacrificios, es verdad; esto demanda que el individuo se venza a sí mismo, es cierto; esto supone mucho trabajo interior, no cabe duda; pero en lo intelectual, como en lo moral, como en lo físico; en lo temporal, como en lo final, está ordenado que no alcanza la victoria quien no arrostra la lucha. El primer obstáculo que nos encontramos es que nos conocemos poco a nosotros mismos, y entonces, ¿cómo sabremos lo que podemos y lo que no debemos hacer? Si supiéramos de qué disposiciones nos ha dotado la Naturaleza, no sería difícil ponerlas en acción, ofreciéndoles el objeto que más se le adapta y que por lo mismo las excita y desarrolla; pero como al encontrarnos engolfados en la carrera de la vida ya nos es imposible muchas veces el volver atrás, deshaciendo todo el camino que la educación y la profesión escogida o impuesta nos han hecho andar, nos vemos obligados a aceptar las cosas tal como son, aprovechándose de lo bueno y evitando lo malo en lo que nos sea posible.

La abundancia de libros, de manuales, de enciclopedias convida a estudiar un poco de todo; esta abundancia indica el gran caudal de conocimientos atesorados con el curso de los tiempos y de lo que disfruta la edad presente; pero, en cambio, acarrea un mal muy grave, y es que hace perder a muchos en intensidad lo que adquieren en extensión, y a no pocos les proporciona aparentar que saben de todo cuando en realidad no saben de nada. No negaremos que unos conocimientos presten a otros un grande auxilio, ni las ventajas que reporta una ciencia de las luces que le suministran otras, quizá de un orden totalmente distinto; pero repito que esto es para pocos y que la generalidad de los individuos debe dedicarse especialmente a un ramo. Así, en las ciencias como en las artes, lo que conviene es elegir con acierto la profesión; pero, una vez escogida, es preciso aplicarse a ella o principal o exclusivamente.

Salud Camaradas.

Hasta la Victoria Siempre.

¡Patria Socialista o Muerte!

¡Venceremos!


manueltaibo@cantv.net


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Manuel Taibo


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