El insufrible premio de Chávez

Tremendo terremoto ha provocado en el mundo mediático y político el premio de periodismo que le acaba de otorgar al presidente Chávez una prestigiosa universidad argentina. Otra vez, gracias al comandante bolivariano, patronos y sindicalistas comulgan con la misma rueda de molino. Desde la Sociedad Interamericana de Prensa en Washington, hasta el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa en el Municipio Libertador, están de muerte. En el mundo ocurren otras cosas, como el desastre nuclear de Fukushima, pero a ellos sólo los atormenta  Chávez.

 Los que aquí dicen defender la autonomía universitaria, cuestionan una  autónoma decisión de la Universidad Nacional de La Plata. El berrinche armado ha recorrido la espina dorsal del continente. Semejante histeria mediática y sindicalera resulta cómica y patética. El SNTP, incluso, escribió a la decana de la Facultad de la Comunicación pidiéndole que le quite el premio a Chávez. La catedrática debe haberse conmovido.

 El galardón del despecho se denomina “Rodolfo Walsh”. Es obvio que la SIP como nuestros sindicalistas de la prensa ignoran quién fue este camarada. Se trata de un revolucionario que murió combatiendo  la dictadura fascista que ensangrentó a su país, suerte que también corrió su propia hija. Fue fundador de la agencia cubana de noticias, Prensa Latina, y creyó y militó en un periodismo revolucionario, clandestino, subterráneo y popular. Estaba, desde el punto de vista comunicacional, en la acera opuesta de las grandes agencias de noticias y de los sindicalistas vendidos al mejor postor. El uso que de su nombre hoy hacen la SIP, el SNTP y el CNP provoca náusea.

  Rodolfo Walsh fue un intelectual orgánico, integral, en la mejor concepción de Antonio Gramsci. Los fachos, después de asesinarlo, se llevaron su cadáver y lo desaparecieron hasta el sol de hoy. Walsh cultivó la narrativa, el ensayo y el periodismo. Fue un hombre de pensamiento y acción. Murió en 1977. Desde Venezuela, quienes militábamos en el periodismo revolucionario, elevamos nuestra denuncia al mundo y nuestra solidaridad a los camaradas montoneros que enfrentaban la dictadura apoyada por la SIP. El SNTP de entonces no era esta caricatura gremial que guardó cobarde silencio cuando, el 12 y el 13 de abril de 2002, el poder mediático le impuso a Venezuela la dictadura del silencio.  

 La historia vomita los olvidos. A la hipocresía de la SIP, el SNTP y el CNP se suma la de la gran prensa bonaerense. El último escrito de Rodolfo Walsh fue una valiente carta dirigida a la Junta Militar de su país. La envió a todos los periódicos. Ninguno la publicó. Hoy, La Nación de Buenos Aires, en su nombre, protesta el premio que le se otorgó a Chávez. Pero ese diario oculta que censuró a Rodolfo Walsh. Como también lo hizo el “desgarrado” Clarín.

  La revolución bolivariana, como ningún gobierno en Venezuela ni en América, le ha dado un impulso extraordinario a la comunicación alternativa y comunitaria. En el ámbito internacional, para romper el monopolio global de la información, hizo una realidad de Telesur, a contracorriente del imperio. En este tipo de periodismo –ignorantes criaturas del SNTP- militaba Rodolfo Walsh. Pueden ustedes estar seguros de que si viviera, en persona le entregaría el premio que lleva su nombre a Hugo Chávez, militantes como son del mismo sueño.

earlejh@hotmail.com



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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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