“Reformista”, que sirve de amparo a la perversidad de las luchas por el salario (II)

Al verbo reformar, que significa hacer modificaciones, generalmente con la intención de mejorar lo existente, según el gusto o interés de quien en eso se empeña, pareciera oponérsele el verbo transformar.

Según el diccionario, transformar es "hacer que algo o alguien cambie de aspecto" y también "cambie o sea distinto, pero sin alterar totalmente todas las características esenciales".

En ambos casos, se habla de movimiento, sólo que en el segundo caso, pareciera ser eso que algunos prefieren llamarle "cambio radical", en la forma y en el fondo, una expresión que por parecer un cohete es estruendosa, llama la atención, crea por demás expectativas y es, en veces, como un disfraz. Que lo de radical viene siendo relativo, porque no es cierto se pueda "alterar totalmente las características esenciales". Pues si así fuese, en este caso pareciera más bien que estuviéramos hablando de destruir. Uno, por ejemplo, por transformar, pudiera cambiar, siempre que sea posible, haya condiciones para ello, la forma de relacionarse los hombres con la propiedad para hacerla más productiva o sobre todo justa y equilibrada, pero no destruir nada de eso y menos hacerlo con la especie humana. Entonces, transformar atiende a un modo estructural, un orden y no al simple asunto de la premura, velocidad, para fingir que aquello se hace.

Pareciera que reformar, no tiene necesariamente un límite, puede o pudiera ser un movimiento táctico dentro de una visión estratégica. Pues sin duda, uno pudiera dar ejemplos sustanciales de actos tenidos como "radicales", con sentido estratégico, de transformación y terminan siendo puro reformismo. Un ejemplo muy demostrativo de esto son las estatizaciones que suelen venderse como antesala de un cambio sustancial y hasta como esto en sí mismo, en las relaciones de producción y nunca lo son. Generalmente terminan en la quiebra y en la necesidad de regresar al status anterior. Las estatizaciones, en muchos casos terminan siendo ganado sin amo, ojo que cuide el caballo.

Aunque en verdad, "nada se destruye", todo cambia y pasa a ser otra cosa y componente de una nueva forma de ser. Pero destruir, implica descomponer, desarticular, desaparecer, como matar y enterrar, lo que de la vieja sociedad no es necesario hacerlo, porque para que nazca un orden nuevo, mucho de ello ya ha venido cambiando. Aunque la muerte humana no es más que un cambio, oportunidad para que la descomposición del cuerpo pase a ser otra u otras cosas.

Nace un orden nuevo, que nunca será de un día para otro, cuando lo viejo ya ha cambiado; lo nuevo nace de la transformación de lo viejo; entonces no es necesario destruirlo, porque "lo nuevo nace de lo viejo". Una cosa es cambiar de gobierno y de ciertas prácticas y otra cambiar la sociedad y las íntimas formas de relacionarse los hombres ante distintas circunstancias. Pues pasar a ser "propietario" o integrante de una forma distinta de relacionarse, como en unas relaciones colectivas, implica producir también un cambio en el hombre, sus costumbres, expectativas, aspiraciones y disposición para el trabajo en esas nuevas condiciones, lo que al parecer no es posible hacerlo por decreto y menos por orden del "alto mando" y a la velocidad que este disponga. No se puede cambiar la sociedad, generar otra, con el mismo ser humano e iguales procedimientos.

Se puede destruir un edificio totalmente y en el simple espacio o terreno construir algo distinto, pero no es posible o por lo menos saludable ni generoso, destruir una sociedad completa para implantar una nueva. En este caso se parte de lo existente y de ser posible se hacen los cambios para hacerlo más justo y equilibrado. Y esos cambios, necesariamente, los hará la convivencia humana y el Estado estará allí para ir recogiendo y dándole orden a esos cambios. No es que el Estado los imponga, porque los importe de otra parte o los saque de un poema, sino tienen que nacer de la convivencia humana. En esto, entre otros factores el tiempo juega un rol importante, dado la calidad y abundancia de los cambios y sobre todo que entre ellos haya la necesaria concordancia.

El asunto estaría en saber, a ciencia cierta, si toda reforma, que es un cambio, está destinada a una simple mutación, un reacomodo para que todo siga como viene, un cambiar para que nada cambie, como dijo el conde Salinas en el "Gato Paro" o si implica abrir fisuras, crear espacios, condiciones, para cambios posteriores. Porque lo otro no sería hacer nada y mantenerse en la sola actitud de observador, esperando que vengan los marcianos o los guerrilleros bajen de las montañas con un lego para armarlo en cosa de horas.

Las villas, generadas alrededor de los espacios del feudo, cuyos habitantes fueron llamados "villanos", dieron origen a trabajadores artesanales, por su propia iniciativa y estos a su vez, crearon mano de obra que les ayudase. Del crecimiento del viejo taller, nace la industria a mayor escala y unas nuevas relaciones. Fue un proceso o cambio natural, donde lo creado o nacido, emergió como espontáneamente, pero dentro de un orden natural, determinado por la convivencia humana. No fue que el modelo fue roto, como si dentro de él hubiesen estallado de repente miles cohetes de alta potencia. Claro, hoy el hombre, en base a lo que sabe, puede apurar esos cambios y hasta programarlos, en buena medida, pero sin saltarse ciertas reglas y demandas de la coexistencia humana.

Pero, por ejemplo, los alcaldes, casi todos, para no ser radical y decir todos, lo que pudiera decirse con un alto grado de certeza, nada sustancial hacen para abrirle caminos a los cambios; sólo se dedican a hacer lo mismo que su antecesor, en mayor o menor cantidad, pero lo mismo, aunque aquel no llegó a ocupar el cargo haciendo ofertas de cambiar el modelo de sociedad. Y es así, porque esos alcaldes, en su intimidad, su manera de ver la vida, que es la que han aprendido en su familia, una casi siempre tradicional y en una escuela anacrónica, no tienen los elementos para ser distintos, en lo esencial, o mejor, subversivos ante el orden. Y detrás de ellos, tampoco hay una colectividad, liderada por organizaciones creativas que les inciten y hasta obliguen a volverse creativos.

Entonces, entre reformar y transformar, la diferencia pareciera estribar en la naturaleza de los cambios, su profundidad, intencionalidad y sentido estratégico, en lo que una simple acción, medida, sencilla y hasta humilde, bien concebida, pudiera tenerlo. Aunque hay quienes parecieran creer que, más que esto, debe prevalecer la velocidad y estruendo de los cambios. Reformar pudiera no contradecirse o por lo menos estorbar la posibilidad de transformar, pues alcanzar mejores salariales para los trabajadores dentro del capitalismo, no implica transformar el modelo, pero si mejorar las condiciones de vida, mejoría que pudiera incitar a seguir luchando por persistentes mejoras, una mejor distribución de la riqueza, pero también a satisfacer o contener las luchas por mucho tiempo, si ellas no se acompañan de objetivos sustanciales.

Ha habido experiencias, según las cuales, los obreros con su dirigencia al frente, en lugar de luchar por sus mejoras y hasta donde sea posible cambiar las relaciones de producción por unas diferentes, en un determinado espacio o empresa, lo que pudiera ser posible, se desviven por ser cada uno de ellos socios y hasta como el anterior único propietario. Y la más abundante y frecuente, es cuando el Estado se convierte en propietario, eso que llamamos capitalismo de Estado, que no es más que una reforma que, con frecuencia, termina en la ruina, porque "el muerto no tiene dolientes".

En la constitución bolivariana hay cabida para distintas formas de "asociación o relaciones" en el proceso productivo. Eso permite poder promover el nacimiento de relaciones socialistas, no tanto para definir al modelo todo como tal, sino sólo, eso abrirle espacio a esas nuevas formas, hasta a manera de ensayo ya aprendizaje y, no obstante, eso no ha emergido porque no ha habido el interés debido de quienes están llamados a hacerle promoción. Más es el empeño gubernamental en los "emprendedores", que de hecho, tal como se promocionan y demandan, se refiere a formas privadas de producción.

Hay una vieja prédica, según la cual, el capitalismo es un viejo edificio que cae con un mandarriazo, que al mismo tiempo provocaría que, de entre los escombros, nazca el socialismo, más o menos como el Ave Fénix. Lo mismo que pensaron los viejos guerrilleros, entre los cuales hubo unos cuantos que se fueron de la vida creyendo haber dejado el mandado hecho. Entonces lo que habría que hacer es cruzarse de brazos y esperar que el edificio se derrumbe, los trabajadores perezcan de inanición y escribir complicado para que la mayoría no entienda y se distraiga. Y nombro lo de las guerrillas porque la experiencia no ha dejado muy gratas y sabias experiencias en las más recientes generaciones. Aunque aquí debo recordar una expresión que siempre refiero, aquella de Fidel Castro, según la cual "si de algo sabemos nosotros es lo que no debe hacerse".

Porque si hay algo en común entre quienes llaman a todo el mundo reformista, es nunca proponer nada concreto y menos, cuando escriben, pues cuando esto hacen, ponen el cuidado que el común de la gente no les entienda; parecieran temer terminar proponiendo cosas que, según ellos mismos, sería reformismo.

Pero se trata mucho de hacer, como aprovechar cualquier circunstancia y espacio para, de alguna manera, meter cuñas, crear hitos que inciten al cambio y no ponerse a esperar que el mundo se derrumbe, porque aquello pudiera ser puro reformismo o repetir exactamente hoy lo de ayer.

Tomando un ejemplo puramente imaginativo, de los tantos textos que de eso hablan, el paso del capitalismo al socialismo – repito hablo imaginariamente – significaría que la propiedad de los medios de producción pasarían de manos de un individuo, familia o grupos de individuos a las de quienes mediante aquellos producen la plusvalía; es decir a los trabajadores de las distintas empresas; dicho así, por la complejidad del capitalismo de hoy, que ha cambiado o se ha venido transformando de tal manera que, en veces y a pesar de ello, muchos que hablan de estos asuntos no se percatan.

Pero no es un asunto tan fácil como soplar y hacer botellas, como el simple cambio en las relaciones de propiedad o producción de manera artificial, mecánica y hasta por la capacidad coercitiva de la ley; eso no es suficiente sin haber cambiado al individuo, al colectivo, los mecanismos de funcionamiento de la sociedad toda.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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