Presidente Maduro: "No se deje "cobear", a usted no le reúnen con trabajadores

Desde hace años deseché el uso de la categoría "clase obrera", para referirme a trabajadores bajo dependencia y sujetos a salario. Si bien fue el que incubaron los clásicos, por aquello del trabajador fabril, en los tiempos de ahora es insuficiente e inadecuado para abarcar a todos los trabajadores que producen plusvalía al capital. Una enfermera, un maestro y hasta un médico, son trabajadores que juegan el mismo rol en el proceso productivo y por ello son objeto de explotación de quien posee y controla el capital. En la Venezuela desde hace muchos años, los trabajadores de todos los espacios, sujetos a condición de productores de beneficios para el capital - ¡y hay qué ver cuánto lo hacen maestros y enfermeros, más allá de la escuela y el hospital! – optaron por asumir esta palabra para definirse en lugar de la exclusivista y limitada de obreros. Palabra esta que quedó en la boca de los viejos y vetustos ortodoxos. En muchos espacios, los trabajadores debatimos por eso mismo y hasta fue objeto de atención y decisión en muchos eventos importantes. Hasta el presidente Chávez, búsquese en su archivo de discursos, optó por la palabra trabajadores. Vean como este gobierno, lo que bien hace, no llama gasto sino inversión lo que va a educación y salud.

En los hospitales médicos y enfermeros están para cuidar la salud de los trabajadores de todas las áreas incluyendo la fabril y en las escuelas se nos forma para aumentar capacidad y eficiencia productiva, de lo que en mayor medida se beneficia el capital estatal y privado. De manera que la clase trabajadora, aquella que "vende su fuerza de trabajo", no está formada sólo por "obreros de Pdvsa, Sidor, otras tantas del Estado y las del sector privado". Es una visión muy estrecha, vieja y como dije ortodoxa, hasta de los comunistas de antaño.

Pero hay algo más, una cosa es la llamada "dirigencia sindical", esa suerte de burócratas, al viejo estilo de gente como Andrés Velásquez, que si alguna vez trabajaron no fue por mucho tiempo y otra los verdaderos trabajadores que están en sus puestos de trabajo, en el proceso productivo y son víctimas de atropellos, explotación, carencias y hasta engaños de aquella y el patrón.

Quienes somos o fuimos trabajadores toda la vida, en cualquier área, sabemos qué y quiénes son los dirigentes sindicales. Hay quienes nunca trabajaron en ningún área, pero generalmente son individuos que alguna vez, por poco tiempo, trabajaron en la "producción" y por sus vínculos y "viveza" pasaron a engrosar la lista de los sindicalistas; lo que implica no estar sujeto a las exigencias y limitaciones que impone el ser trabajador de verdad. Es más, su conversión en burócratas, apartados de las obligaciones y circunstancias que impone el trabajar diariamente para el patrón, les hace figuras estrictamente ajenas al proceso productivo y la contradicción que eso significa. No es casual que, hasta el tiempo que les sobra, pueden ser al mismo tiempo activistas y dirigentes políticos. Por eso mismo, por años, se ha hablado de sindicalistas que suelen acordar con los patronos en condiciones ajenas al interés verdadero de los trabajadores. ¿Acaso se nos olvida la historia de quienes fundaron la CTV? ¿Acaso muchos de ellos no salieron de las filas revolucionarias y terminaron aliándose con el Estado y hasta Fedecámaras? ¿Qué razones de peso hay para pensar que la historia, me refiero a este tipo de cosas, no puede volverse a repetir? ¿Acaso el puntofijismo no inventó y hasta expandió esa figura del dirigente sindical financiado por el Estado?

¿Cómo explicarse que mientras dirigentes sindicales del Metro, Sidor, salud, educadores, Corpoelec, Pdvsa, etc., aparecen como acordándose con el gobierno en la aplicación de una política salarial que niega los efectos de la contratación colectiva, y hasta en un acto público, transmitido por cadena de televisión, con el presidente Maduro, los trabajadores de esas áreas en todo el país protestan por distintos medios? ¿Quién con sensatez, honestidad y respeto por los mínimos principios no reconoce que los primeros 50 días del llamado "programa de Reconversión económica" han resultado espantosos para quienes viven de un salario? ¿Cómo entender esa afirmación, aparte de la buena fe que ponga quien la pronuncia, según la cual han sido días de éxito?

Pondré un ejemplo de lo que acontece con un amigo. Hace cincuenta días, una medicina para él indispensable, que sólo consigue si la compra porque lo demás es ilusión pura, pagaba por ella, por esa sola, 25 por ciento de su ingreso mensual, hoy debe invertir por la misma medicina el 50 por ciento de aquél. Abundan, como el suscrito, que ha se han visto obligados a abandonar sus tratamientos, a los que estamos obligados, por no poder financiarlos con el precario salario. Pero el presidente dice que hemos mejorado, cuando debe saber que ese fenómeno es el mismo para todo aquello mínimo que cualquiera debe consumir. Es totalmente falso y hasta una burla, decir que el ingreso de un trabajador venezolano hoy está por encima de la canasta básica, como dijo anoche el presidente Maduro y en la propia cara de "su clase obrera".

Trabajé por más de cuarenta años en la escuela venezolana. Casi todos ellos, por no decir todos, como docente de aula. Fui dirigente "magisterial" en la vieja FVM y en el Colegio de Profesores de Venezuela, sin gozar nunca de licencia gremial. Pero sé, que en mi tiempo, en el sector estatal la dirigencia sindical se convirtió en "una especialidad", o una profesión en la cual se goza de lo que se llama "licencia gremial". Un tipo, estrictamente hablando, que se convierte en funcionario del Estado para ejercer la representación de los "intereses" de los trabajadores.

Puede aceptarse al sindicalista, hasta cierto límite, como portavoz, pero él es sólo eso, de lo que en la base se decide. Pero si él mismo y el Estado, que mucho interés tiene en eso, se extralimitan en su representatividad pudieran incurrir en abuso o uso inadecuado de esa representación y ejercicio contario a lo que debe ser. Como que sindicalistas, que muchas veces no están sujetos al esmirriado salario de los trabajadores de su nivel y sueñan con ofertas para el futuro, como llegar a ministro del Trabajo, asuman las metas del patrón y no la de los supuestamente representados por ellos.

El Estado, por muy buena sea la fe que acompañe a quienes le conducen, por encima de sus definiciones y compromisos anteriores, tenderá a responder, en primer término, a los intereses que le competen. En la contradicción entre el interés estatal y el de la clase trabajadora, como está sucediendo ahora en materia salarial, quienes manejan el Estado no hacen más que actuar de acuerdo con éste. Y los sindicalistas tampoco son los más idóneos para pronunciar la palabra final sobre lo que convenga a la clase obrera.

De manera que es incierto exista gobierno alguno, sobre todo ejerciendo sobre un Estado capitalista, que ponga en primer término los intereses de los trabajadores; eso le es imposible y por eso pasa lo que pasa en Venezuela, explica esa historia o historieta de los "Precios Acordados" y otras tantas más, acuerdos que nadie cumple ni hay quien les haga cumplir. Como tampoco puede darse como representación genuina de la clase obrera a unos individuos que ejercen una "profesión" u ocupación distinta a la de los trabajadores y menos si ellos, aparte de no recoger el sentimiento de la clase que dicen representar, están ligados a quienes controlan el Estado o el capital por distintos mecanismos e intereses.

Por esto último, mientras la burocracia sindical se acuerda con el Estado, hasta para violentar los Contratos Colectivos y dar por buena una situación desmesuradamente grave, tanto que hiperinflación, especulación y explotación han hecho añicos el salario, pero en la cual empresarios se sienten a sus anchas, los trabajadores en todos los espacios están inconformes, frustrados, indefensos y prestos a manifestarse en tal sentido. Basta con leer los medios, redes sociales y sentir en el estómago, por decir lo menos, los aguijones de la precariedad, para decirle presidente, "usted no se reúne con trabajadores, no se deje cobear", sino con gente que obedece a intereses distintos a ellos.

¿Cómo puede el ministro del trabajo, un funcionario del Estado, en una sociedad capitalista, pretender convertirse en vocero de los trabajadores? Eso no resiste el menor análisis y lo decimos así sabiendo cuánto molesta eso a quienes gobiernan.

 



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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