¡Ay!: pensaba comer sopa en la casa de la camarada Zuleika

 

Para buen entendedor, pocas palabras. Leí con esmerada atención el artículo de la camarada Zuleika Matamoros, publicado en aporrea y que se titula: “Ya no se puede hacer sopa los domingos”.  Lo comparto a plenitud y me hago eco, especialmente, de sus últimas líneas: “…definitivamente con mucho dolor tengo que decirle a mis amigos, a la vieja, a mis hijos que los domingos en mi casa…ya no se puede hacer sopa”.  Bueno, aclaro, donde vivo porque casa no tengo ni tampoco mi vieja.

         Una parte de un solo párrafo del artículo de la camarada Zuleika es suficiente verdad para justificar, de forma lamentable o con dolor, sus últimas líneas: “El encarecimiento, la especulación, la inflación y la falta de voluntad política ponen en riesgo esta costumbre de hacer sopas para todos y pasar un domingo como nos gusta…”.

         Todo Gobierno revolucionario debe entender que la inflación es sífilis, enfermedad que va por la sangre porque si con el salario de un obrero es casi poco lo que puede adquirir en el mercado y eso golpea el estómago de su familia y de él mismo, eso es enfermedad de la sangre y no de la piel. El rico supera o se cura la sífilis, si en algún caso llegase a padecerla, simplemente gastando sólo un poco de la plusvalía que le roba al obrero, pero éste, éste sí se las vea fea y los tratamientos para sanarse resultan imposibles de adquirir con su salario. Mejor dicho: si un rico llegase a morir de sífilis es porque se la ha pegado una amante o su esposa contaminada por un amante. El pobre, en cambio, muere de cualquier vaina, incluso, ahogado con un pedazo de churrasco regalado o con una concha de langosta.

         La transición del capitalismo al socialismo en una nación subdesarrollada, hay que repetirlo, es demasiado complejo, difícil y hasta dramático mientras no se produzca la revolución en países de capitalismo altamente desarrollado. Lo que compensa esa verdad es que resulta mucho más fácil tomar el poder político en una nación subdesarrollada que en una desarrollada. Por esa razón, entre otras cosas, hay que lograr que el pueblo coma sopa mientras los ricos –no importa por ahora- coman churrasco, caviar y otras exquisiteces. Una vez garantizado el pase de la transición a la construcción del socialismo propiamente dicho, no sólo los trabajadores comerán sopa sino que tendrán acceso a mejores carnes que las costillas, el rabo o el lagarto para que en el comunismo todos, sin excepción, tengan la posibilidad verdadera de comer churrasco, caviar, langosta, pulpo, cangrejo, pavo y todo lo que sea exquisitez. Pero si en la transición del capitalismo al socialismo la sopa se convierte en una comida excesivamente cara y adquiere categoría de privilegio social, entonces, algo terriblemente anda mal que debemos resolver de manera inmediata. Y esa manera inmediata pasa por ponerle freno a la especulación, al acaparamiento y a las subidas estrepitosas de los precios de los bienes de primera necesidad. En verdad, nada se hace con subir –incluso- un 100% el salario mínimo de un obrero si las mercancías de primera necesidad suben todas de precio, porque aquel 100% se diluye en cinco o seis mercancías; del poder real o adquisitivo del dinero.  Creo que eso es un abc de la economía.

         Quizás, donde más haya necesidad de decir verdades al pueblo es en la transición del capitalismo al socialismo porque es la única manera segura de crear conciencia revolucionaria en relación con los sacrificios. La transición, en las naciones subdesarrolladas, tiene por primera característica el sacrificio colectivo de los explotados, de los desposeídos, de los de más escasos recursos económicos para que las generaciones futuras disfruten de los grandes logros que establece el socialismo para los pueblos y que nunca serán conquistados en el capitalismo. Por esa razón esencial de la comprensión es que el camarada Lenin solía comentar que ojalá el socialismo se construyera en tiempo de sus nietos o bisnietos para que vivieran bien sobre la base del sacrificio de las generaciones que tienen la misión de hacer que los elementos socialistas se impongan definitivamente sobre los capitalistas.

En base a lo anteriormente dicho, una conclusión acertada, es preferible decirles a los trabajadores, al pueblo, que un incremento salarial de 40 ó 50% es un sacrificio y no una conquista para que el salario sea digno. Por eso es mil veces preferible decirles a los trabajadores, al pueblo y, especialmente, a las familias sin viviendas que se les hace entrega de casas –donde no existen cloacas ni calles pavimentadas- para que se cubran de la intemperie pero que seguro se les van a completar luego con todos los servicios públicos indispensables para que entonces sean viviendas dignas. Sólo hablándole así al pueblo se consolida una conciencia capaz no sólo de entender las realidades sino de realizar sacrificios por las generaciones futuras. Carajo: pero que nadie nos diga: “por ahora ya ni la sopa estará presente en las mesas de sus hogares”. Eso no es sacrificio, es hambre al galope. Bueno, ya enterado, por mi vejez, he perdido toda esperanza de comer una sopa en la casa de la camarada Zuleika. Quiera el proletariado sin fronteras o sin patria –ya el mundo hecho humanidad emancipada de todo vestigio de esclavitud social- que un día mis nietos o bisnietos la coman en la casa de los nietos o bisnietos de la camarada Zuleika.



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Freddy Yépez


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