Los/as trabajadores/as de la economía popular y los prejuicios de la izquierda

Prejuzgar: juzgar de las cosas antes de tiempo y sin tener cabal conocimiento de ellas

Mao: quien no ha investigado no tiene derecho a opinar


El ser humano tiende a formarse opiniones y conceptos surgidos de la primera impresión, así procede el común de la gente (apreciación que no tiene carga valorativa si no que responde a un dato de la realidad social); luego si se persigue un conocimiento cabal, científico, del asunto considerado se procede al estudio sistemático del mismo; y para ello se tiene a disposición métodos de análisis que favorecen la aprehensión del objeto en cuestión. Es decir, en materia del conocimiento pudiéramos hablar de niveles, el primero de los cuales o nivel primario es el del sentido común, que hay que trascender, a través del estudio y la reflexión que se deriva del mismo, para poder alcanzar niveles de conocimientos sustentados en la validez de la práctica científica.

Esta disquisición viene a cuento, porque en el desarrollo de la práctica político- social que hemos venido desarrollando en los últimos tiempos en el seno de los/as trabajadores/as de la economía popular nos hemos encontrado con una carga valorativa de compañeros de la izquierda que se limitan a prejuzgar sobre este tema sin tomarse siquiera la molestia de indagar sobre el mismo: a estos compañeros habría que aplicarle la frase de Mao del segundo de los epígrafes con los que encabezamos el presente artículo, sin que ello implique que se pretenda cercenarles el sagrado derecho a expresarse, para ello estamos en un país libre y democrático que nos ha costado mucho a los venezolanos construir; pero nuestro interés en el asunto se fundamenta en el hecho de que esas opiniones o concepciones primarias de estos compañeros tienen marcada incidencia en las decisiones o políticas que se implementan para el sector de la economía popular, en virtud de los cargos o responsabilidades que ostentan en los partidos afectos a la revolución o en instancias gubernamentales.

En este sentido destacamos las siguientes percepciones:

En primer término, las de quienes consideran que estos/as trabajadores/as constituyen un aluvión humano que copa las calles de la ciudad, toma los espacios públicos afeando y dañando bienes públicos y, por tanto, son deudores de la ciudad, sujetos, en consecuencia, de cualquier medida por parte de las autoridades sin que haya necesidad de escucharles sus planteamientos o propuestas. Esta posición, además de insensible y anticonstitucional, porque les niega el derecho constitucional a la participación en hechos que son de su incumbencia directa, adolece de una falla conceptual y metodológica abismal, pues no se toma la preocupación de preguntarse o de investigar acerca del origen del mal llamado fenómeno de la marginalidad social, que por cierto, no es privativo de Venezuela, sino que es expresión del desarrollo histórico del capitalismo rentístico, dependiente y atrofiado que se desenvolvió en nuestro país, y que tuvo como una de sus resultantes más visibles, en lo social, la incapacidad del aparato productivo de absorber, con suficiencia, la mano de obra surgida en el país, pero que impelida por la necesidad de subsistir tuvo que recurrir a la poco ponderada y mal conceptualizada como economía informal; informal porque no era incorporada al proceso productivo capitalista formal, apreciación de la cual se ha desprendido toda una carga valorativa por demás despectiva y negativa de la que se hace eco, lamentablemente, buena parte de la izquierda. Con el agravante, de que con esa valoración negativa se pasa fácilmente a tildarlos de lumpenproletarios, categoría empleada por Marx para otra realidad social y con la cual estaba aludiendo a la escoria de la sociedad, que no es el caso que nos ocupa que son seres humanos, de carne y hueso, con familias dignas, con esperanzas e ilusiones a los que la realidad objetiva les negó la oportunidad de desenvolver sus vidas por otros derroteros, pero que luchan y trabajan todos los días por trascender y llevar una vida digna.

Estos planteamientos no son obstáculos para reconocer que en el seno de los/as trabajadores/as de la economía popular hay personas del mal vivir, así como las hay en las urbanizaciones más encumbradas o en la familias más encopetadas pero nadie se atreve a generalizar tales taras sociales para el conjunto de esos grupos sociales como si ocurre con los/as trabajadores/as de la economía popular que son estigmatizados con los peores calificativos, que en el fondo responden al desprecio raizal que los ricos o los grandes propietarios sienten hacia los sectores más desfavorecidos, prejuicio que han sabido, históricamente, verter o irradiar hacia el resto de la sociedad

En segundo término, resalta una apreciación ideologizada de signo contraria a la que señalamos precedentemente, relacionada con la noción de que los/as trabajadores/as de la economía popular antes que trabajadores/as son pequeños burgueses o pequeños empresarios o comerciantes, con lo cual se les atribuye los elementos característicos de los sectores pequeñoburgueses, claro está, los negativos, tales como que son indisciplinados, tienden a ser indiferentes al activismo político porque sólo los mueve el interés económico o pecuniario. Esta ideologización de este sector de trabajadores/as apunta, en primer lugar, a desconocerles su condición de trabajadores/as, y en el fondo a negarles su derecho a organizarse y, por otro lado, a negarles su disposición a identificarse, como sector social, con el proyecto político revolucionario bolivariano, de tal manera de dejarlos/as indefenso/as a la hora de una protesta o de una movilización o de una exigencia de carácter reivindicativo; la burocracia municipal, en el caso de Caracas, es muy propensa a utilizar este tipo de maniobra en la idea de desnaturalizar o intentar debilitar la capacidad reactiva de los/as trabajadores/as en defensa de sus derechos como trabajadores/as, como venezolanos/as o como ciudadanos/as o, sencillamente, como seres humanos.

Este tema da para más, pero por razones de espacio, por ahora, lo dejamos hasta aquí, no sin antes reiterar la caracterización que hemos hecho de los/as trabajadores/as de la economía popular, como trabajadores/as no asalariados, no dependientes, por cuenta propia que en su gran mayoría no explotan el trabajo ajeno y con ingresos precarios. Que, por otra parte, están tomando clara conciencia de la trascendencia del proceso revolucionario bolivariano que se viene desarrollando en Venezuela, como hecho redentor de los oprimidos, con el cual tienden a identificarse cada vez más plenamente asumiendo el liderazgo indiscutible del Comandante Hugo Chávez Frías; en este propósito el movimiento que los agrupa, el Movimiento de Trabajadores/as de la Economía Popular (MOTEP) en alianza orgánica con el MoMAC están incorporados al GRAN POLO PATRIÓTICO, instrumento fundamental para garantizar el triunfo del Comandante Chávez en las elecciones del 7 de Octubre próximo. Aprestándose también el MOTEP-MoMAC para desarrollar la campaña que les permita a los/as trabajadores/as de la economía popular el reconocimiento social como trabajadores/as y como tales, en consecuencia, ser considerados como sujetos de la nueva Ley Orgánica del Trabajo, reivindicación histórica en la que por primera vez en la historia mundial trabajadores/as no dependientes, no asalariados/as logran una conquista de tal naturaleza y significación. La pelea es peleando; sólo el pueblo trabajador salva al pueblo.

*miguelugas@gmail.com


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Miguel Ugas

Miembro de la coordinación nacional del MoMAC

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