Reto bolivariano

Estado fuerte y/o pueblo organizado y autónomo

Uno de los problemas esenciales que tiene que afrontar todo proceso social de cambio revolucionario es el del Estado. Es una realidad inevadible que, por supuesto, el proceso bolivariano también tiene que asumir.

Para la teoría marxista clásica el Estado moderno, que es una construcción histórica da las clases dominantes para subyugar y someter a las clases desposeídas o subalternas, esta destinado a la extinción junto con la desaparición de las clases sociales en el advenimiento de la sociedad libre de explotación, la utopia comunista. Entretanto, hay que lidiar con él, en un largo y complejo camino de transitoriedad, de ensayo y error, impregnado de vicisitudes y contradicciones.

Entre el capitalismo y el comunismo hay un periodo de transición que es el socialismo, en el que coexisten formas de vida y de producción propios de ambas concepciones, siendo el Estado una de esas expresiones que si, bien, ha de morir en el tiempo, persiste, mientras, el nuevo modelo societal no termina de nacer, de imponerse.

El Estado como instrumento de dominación de la burguesía esta dotado de ciertas cualidades, de cierta apariencia supraclasista que lo hacen ver o percibir por el colectivo social como que efectivamente esta al servicio de toda la sociedad, cuando, lo cierto, es, que si bien goza de cierta autonomía relativa, lo real, lo concreto es que es el mecanismo, por excelencia, que garantiza la preservación y reproducción de la explotación capitalista; independientemente de que la ideología neoliberal, teóricamente, en su fase de mayor apogeo, postuló el debilitamiento del Estado pero, naturalmente, nunca su extinción.

El Estado oligárquico

En Venezuela, desde su conformación como República, independientemente de la fracción que ejerciera el poder político, el Estado siempre estuvo al servicio de las clases dominantes, de la oligarquía terrateniente, agroexportadora, comercial e importadora y por extensión de los monopolios internacionales que tenían el control del sistema capitalista mundial. Las clases subalternas, es decir, el pueblo, permanecieron siempre invisibilizadas, ausentes de las decisiones y, más aun, de la conducción del aparato estatal.

El Estado cuarto republicano

Con la explotación petrolera si bien irrumpieron en el escenario nacional nuevos actores, provenientes de la pequeña burguesía y de la aristocracia obrera, la esencia de las relacione sociales de explotación no se modificaron y el Estado “modernizado” se convirtió en la palanca fundamental para impulsar la acumulación capitalista, articulada con los circuitos financieros transnacionales. Solo una minima parte de la renta petrolera era distribuida, inequitativamente, al conjunto social a través del Estado.

En la llamada quinta republica el pueblo, agrupado en partidos políticos, sindicatos, asociaciones de vecinos, etc., seguía siendo un convidado de piedra, al que se le hacía la bufonada de la consulta electoral cada 5 años, para dilucidar, a cual fracción política protoburguesa le correspondía ejercer el gobierno y seguir “administrando” al Estado; el típico cambio burgués que perseguía que nada cambiara.

Nuevo papel del Estado

La irrupción del proyecto bolivariano, liderado por el comandante Hugo Chávez Frías, a través del proceso constituyente, generó la emergencia de un nuevo país que se estaba concibiendo en las entrañas de la sociedad venezolana, que significó una nueva conducción política en la dirección del Estado; una nueva visión del papel que le corresponde al Estado en un proceso de cambio revolucionario; una nueva concepción del pueblo trabajador como sujeto político activo y revolucionario del cambio social; un nuevo enfoque de las relaciones internacionales y del rol que Venezuela, como país productor petrolero, ha de jugar en el esfuerzo integracionista de los pueblos Nuestroaméricanos y de todos los pueblos oprimidos del Sur; una redefinición de la lucha contra el imperialismo enmarcada en la comprensión de éste como causal de los grandes males que acogotan a la humanidad (explotación, endemias, hambre, pobreza, guerras, amenaza extrema para la preservación de la vida y del planeta tierra, etc.); un relanzamiento del socialismo, el socialismo del siglo XXI, como etapa de transición hacia el comunismo, concreción real de la verdadera historia humana.

Efluvios anarquistas

En este marco referencial y al cabo de 10 años de gobierno bolivariano, esta planteada la concepción del Estado, como problema teórico practico, en esta etapa transicional. Si nos atenemos a una mala lectura de los clásicos revolucionarios, para algunos compatriotas, lo que procede es la destrucción del Estado, como quien derriba un edificio a mandarriazos, dado su origen y esencia explotadora; para estos compatriotas lo que procede es desmontar el aparato estatal tal cual como aconteció con la Comuna de París, de 1871; desconociendo que entre las causas de la derrota de este gran experimento revolucionario estuvo, precisamente, el no levantar una alternativa tangible que contuviese la acción de la burguesía, que cuenta con la experiencia y los recursos para defender, a capa y espada, sus intereses de clases, así nos lo enseña la historia.

Por la incomprensión del problema e influenciado por efluvios anarquistas, estos compatriotas, tienden a rechazar todo tipo de relación con el Estado, el Estado dirigido por los bolivarianos que, si bien, adoleciendo de muchas fallas, deficiencias e inconsistencias, además de haber sido concebido para favorecer a la burguesía, tampoco, es menos cierto, que la intencionalidad de quien lo dirige y propicia su transformación, Hugo Chávez y de muchos de quienes lo acompañan, es el de colocarlo, progresivamente, en función de las grandes mayorías populares. Algo se ha avanzado en este esfuerzo transformador pero el derrotero es largo y curvero y la impronta de la burocracia ineficiente e indolente y el afán de lucro desmedido de unos cuantos funcionarios hacen sentir su huella con desastrosas consecuencias.

En todo caso la consigna poder para el pueblo, la materialización de las Misiones Sociales, el impulso de las milicias populares, etc., son líneas demarcativas que señalan la orientación del curso que se le quiere y se le debe imprimir a la acción y estructuración del nuevo Estado.

Estadolatría

En el otro extremo del espectro del problema de cómo concebir al Estado transicional, se ubican los compatriotas, funcionarios estatales, que, en términos prácticos más que teóricos inclinan la balanza hacia la acción estatal, dentro de la idea de que es el Estado o desde el Estado que se debe propiciar las iniciativas y las acciones conducentes a la organización popular, considerando al pueblo como inmaduro, todavía, para asumir estas iniciativas; desconociendo en los hechos más que en la retórica la condición del pueblo bolivariano como sujeto político de la revolución; es la visión del pueblo tutelado.

Estos compañeros le rinden culto al Estado, cayendo en la estadolatría y estimulando la estatización excesiva de la economía, de la sociedad y de la política como si no fuese suficiente la terrible e infructuosa experiencia del “no socialismo real” del siglo XX; propician consejos de trabajadores convocados desde el Estado, de comunas organizadas y promovidas desde el Estado, por ello se refocilan con la imagen del estado comunal antes que facilitar o concebir la sociedad comunal… si el Estado ha de desaparecer la sociedad ha de perdurar y, con ella, lógicamente las comunas.

El reto bolivariano

El alumbramiento de un nuevo modelo societal, el que se esta impulsando desde nuestro país y junto con otros pueblos hermanos, esta ocurriendo ante un sistema-mundo que se esta desmoronando, cuyas premisas constitutivas ya no responden a las nuevas realidades y expectativas de los pueblos oprimidos y excluidos. Pero hay que andar con los pies sobre la tierra y los sueños fundados en esperanzas posibilidoras, hay que estar muy conciente del terreno minado en que se pisa. Estamos rodeados de enemigos tanto externos como internos, que cuentan con ingentes recursos, que no descansan ni descansaran en su empeño por derrocar y destruir lo que con tanto esfuerzo estamos construyendo los pueblos hermanos bolivarianos.

En nuestro caso, debemos fortalecernos, cada día, para enfrentar: la guerra mediática a la que estamos sometidos permanentemente, las estrategias que tiene instrumentadas el imperialismo a través de su Cuarta Flota, el Plan Colombia y el Paramilitarismo, la campaña desestabilizadora que interna y externamente nos acecha constantemente, etc.; a lo que hay que agregar la acción quintacolumnista que implica la burocracia ineficiente e inoperante y la corrupción que se manifiesta de múltiples maneras tal cual como una hiedra de miles de cabezas.

Y, además, para impulsar la nueva estructura económica con nuevas formas de propiedad, estableciendo nuevas relaciones sociales, estimulando el control obrero, los consejos de trabajadores, de campesinos de comunicadores populares, etc., desarrollando los consejos comunales, creando las comunas, ejerciendo el control social, mejorando la calidad de vida del pueblo, de los servicios públicos, elevando la producción y la productividad, elevando el nivel cultural y educativo de nuestros pueblos, fomentando la identidad nacional, consolidando la soberanía nacional y la conciencia integracionista y ambientalista del pueblo bolivariano, y en definitiva sembrando los nuevos valores y la unidad cívico militar.

La concreción de estos propósitos, en esta coyuntura, pasa por construir un Estado fuerte que nos permita defendernos de todas las acechanzas y, al mismo tiempo, por generar, un pueblo consciente, autónomo y organizado capaz de ejercer el control necesario sobre ese Estado. Es una tarea ardua y difícil pero es el equilibrio que debemos establecer si queremos salir airosos en este gran reto histórico que tenemos por delante.


miguelugas@gmail.com


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Miguel Ugas

Miembro de la coordinación nacional del MoMAC

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