El detonador de la Gran Explosión de 1914

“Explicar las causas que condujeron a la constitución de los dos grupos contrapuestos significa, por lo tanto, aclarar las de la guerra, primer paso que debe darse para comenzar el estudio de cualquier conflicto bélico. La rivalidad comercial germano-británica”.

Ya se ha visto que Alemania había hecho un esfuerzo gigantesco para organizar una economía industrial aprovechando sus grandes reservas de carbón. El tránsito de una organización económica agrícola, antes predominante, a una industria, forzosamente había de repercutir en dos aspectos esenciales: la necesidad de ampliar el reducido territorio colonial, como lugar de expansión para el excedente demográfico, capitalista y de consumo de productos; y la urgencia de adquirir nuevos mercados para situar el exceso de artículos industriales. Pero en ambos aspectos Alemania había de enfrentarse con Gran Bretaña, cuya Economía —ya se ha señalado— la situaba en el trance de poseer un amplio imperio colonial y una serie de mercados exteriores imprescindibles para mantener el equilibrio de las grandes fábricas.

Ningún destino más trágico que el de los Habsburgo austriacos en los años que precedieron a la I Guerra Mundial. El magnicidio de Sarajevo constituyó el fulminante que hizo estallar la guerra. En ese momento se abrió la grave crisis que había de durar hasta el 1 de agosto y que condujo a una gran parte del mundo a la conflagración.

Alemania declara la guerra al imperio zarista el 1 de agosto de 1914; el día 3, tras un formulario ultimátum, siete ejércitos alemanes, con un total de 1.600.000 hombres invaden Bélgica en la mañana del 4 de agosto. El 25 tomaban Lovaina y, vencida la débil oposición belga, franqueaban los alemanes la frontera francesa. Ahora se contempla todo aquello como la “Gran guerra Incivil” de una Europa cuya historia estába trenzada con guerras civiles; pero entonces se dispararon las interpretaciones de la propaganda imperialista casi a la vez que los primeros cañonazos: la “civilización contra la barbarie”, las democracias contra las autocracias, la nueva Esparta contra la nueva Atenas.

Historias apresuradas acumularon ya en ese mismo año de 1914 las “causas de la guerra europea”. Eran, desde luego, causas económicas, políticas, comerciales, sociales… (Muy los grandes Banqueros Judíos, por consiguiente Finanza Internacional) Pero también resaltaba una sobre todas: el ansia suicida e incontenible. Que los gobernantes de Europa sintieron, a la vez para devorarse unos a otros; la noticia de la guerra casi universal fue recibida en todas partes con una inmensa sensación de revancha, de alivio. En todos los idiomas se repitieron dos monosílabas: por_fin.

El 23 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona imperial austriaca, y su esposa, la duquesa de Hohenberg, eran asesinados en plena calle en Sarajevo, la capital de Bosnia. El archiduque había asistido los días anteriores a unas maniobras militares realizadas sobre aquel territorio, anexionado al imperio en 1909.

La catástrofe se produjo tanto por una cierta negligencia de las autoridades de Bosnia como por la organización y fanática disciplina de los jóvenes terroristas (detrás en la sombra, como cabecilla del atentado estaba León Trotski, y éste a la vez cumpliendo órdenes de la Finanza Internacional) encargados del plan criminal. Sucedió que, mientras la principesca comitiva enfilaba los muelles del Appel, un tipógrafo, llamado Cabrinovic, lanzó una bomba contra el automóvil en que viajaban José Fernando y su esposa, la duquesa de Hohenberg, bomba que, casi milagrosamente, rebotó en la cabina y fue a estallar a cierta distancia, hiriendo sólo a un oficial de la escolta. El príncipe no perdió la serenidad, y participó en la recepción organizada en su honor. Pero cuando el cortejo emprendía el camino de regreso, un estudiante, de nombre Princip, disparó casi a quemarropa sobre el coche descubierto, y esta vez la puntería no falló, ni parece que hubiera servido de mucho un error de tiro, porque a lo largo de la carrera oficial había apostados por lo menos otros cuatro terroristas más.

El hecho causó una enorme conmoción en Austria y en el mundo entero, y al momento se comprendió su gravedad, su significado de fondo y, por supuesto, sus consecuencias.

Cabe conjeturar por parte del Gobierno de Servia un conocimiento pasivo y más o menos vago de la trama, motivo más que suficiente para que Austria pudiera acusar oficialmente a Servia y exigirle una satisfacción.

De aquí la debilidad dialéctica de Berchtold: sabía que la idea del magnicidio había partido de Servia, pero no podía probarlo, al menos en lo que respecta a una participación oficial. Y, sin embargo, comprendía que Austria no podía quedarse de brazos cruzados después de haber recibido la afrenta en pleno rostro. Era preciso aprovechar el trágico incidente para acabar de una vez con aquel foco de agitación y antigermanismo fanático que era el pequeño reino de Belgrado. Por eso, Berchtold, contra la opinión de otro de los grandes consejeros del Imperio, el primer ministro húngaro conde Tisza, partidario de la templanza, convenció a Francisco José de la necesidad de una política enérgica y exigente con los servios: hasta la guerra si era preciso.

Claro está que amenazar a Servia equivalía a enfrentarse con Rusia, y esta, que había claudicado cuando la crisis de Bosnia, en 1908-1909, prometió no bajar la cabeza la próxima vez. Austria necesitaba, por tanto, contar con Alemania antes de lanzarse a una aventura semejante.

De aquí que la diplomacia del conde Berchtold, en vez de actuar en Belgrado o en San Petersburgo, lo hiciese preferentemente en Berlín. El 5 de julio llegó a la capital alemana, en misión confidencial, el conde Alexander Hoyos, portador de una carta manuscrita de Francisco José a Guillermo II.

La respuesta alemana se basaba en dos puntos: 1º) El pleito derivado del magnicidio de Sarajevo es asunto que compete exclusivamente a Austria y Servia. 2º) Si Rusia se entromete en él amenazando a Austria, ésta puede contar con Alemania.

Berchtold se sintió tranquilizado por la respuesta germana, y desde entonces se dispuso a actuar.

El 19 de junio quedó redactado el ultimátum austriaco a Servia; pero Berchtold quiso retrasar su entrega todavía cuatro días más, para dar tiempo a que Poincaré abandonase Rusia; no quería que la conmoción suscitada por la noticia provocase una reacción conjunta de dos jefes de Estado de la alianza rival. Sin embargo, el enérgico y antigermano Poincaré no dejó de insinuar, ante la crisis latente, la seguridad del apoyo de Francia a Rusia en caso necesario. Poincaré no sospechaba aún, ni remotamente, la posibilidad de una guerra; sólo se refería, en el peor de los casos, a una nueva crisis balcánica.

Las palabras de Poincaré (Francia) no fueron conocidas a tiempo en Viena. A la misma hora que aquél se despedía del zar y embarcaba en la base de Kronstadt, el embajador austriaco en Belgrado entregaba al primer ministro servio el texto del ultimátum. Eran las primeras horas de la tarde del 23 de julio. Las condiciones de aquella nota eran francamente inaceptables, así lo había comprendido ya el propio Berchtold, decidido a precipitar de una vez los acontecimientos. En ella se acusaba al Gobierno servio de grave complicidad en el asesinato de Sarajevo, y se establecían once peticiones articuladas.

La noticia del ultimátum cayó en el mundo —en Europa sobre todo— como una bomba, cuando ya muchos empezaban a olvidar lo ocurrido en Sarajevo el 28 de junio. Guillermo II interrumpió precipitadamente su crucero, y Poincaré suspendió su estancia en Estocolmo; millones de hombres fueron puestos en estado de alerta en todo el continente. Desde entonces comenzó un movimiento febril de contactos y exploraciones entre todas las cancillerías; un nerviosismo especial parecía electrizar a los jefes de Estado y sus ministros de Asuntos Exteriores; con los telegramas, rumores, órdenes y contraórdenes, Europa empezó a vivir una marejada de angustias y esperanzas, que se alternaban, a veces, a un ritmo de pocos minutos.

En la noche del 1 al 2 de agosto, cuando ya al parecer habían empezado a cruzarse los primeros disparos, Alemania declaraba la guerra a Rusia y a Francia. Horas después, Austria hacia lo mismo.

Agosto 1 de 1914: Las tropas rusas invaden la Prusia oriental. 2: Los alemanes atraviesan Luxemburgo y piden a Bélgica libre paso por su territorio para invadir Francia. 4: Tras el silencio belga, Alemania cruza sus fronteras. 5: Inglaterra declara la guerra a Alemania. 6: Austria entra en guerra contra Rusia, Francia e Inglaterra, en contra de Alemania. 20: Los alemanes ocupan Bruselas. 23: Los alemanes entran en Francia desde Bélgica.

Febrero, 1915: Desembarco inglés en los Dardanelos, sin que puedan avanzar tierra adentro.

Mayo, 7: Submarinos alemanes hunden el trasatlántico inglés Lusitania, con 124 pasajeros norteamericanos abordo.

Junio, 21: El presidente norteamericano Wilson advierte a Alemania que entrará en la guerra si se repiten incidentes como el del Lusitania.

1916, febrero, 21: Los alemanes rompen el frente francés; comienza la larga batalla de Verdún.

Abril 2 de 1917: Los Estados Unidos de Norteamérica declaran la guerra a Alemania.

Diciembre 15: Triunfante la Revolución Rusa, Trotski firma el armisticio con Alemania.

Enero, 8 de 1918: El presidente Wilson expone los “catorce puntos” para la capitulación de Alemania, para un acuerdo de paz en su mensaje al Congreso. De tono idealista, su objetivo fundamental era identificar demagógicamente a los aliados con las reivindicaciones más populares del nuevo gobierno soviético —fin de los tratados secretos y de las anexiones coloniales—. Pretendía revitalizar así el decreciente apoyo popular a la continuación de la guerra por parte de los gobiernos aliados. Los ítems fundamentales de los catorce puntos obstaculizaban los objetivos belicistas de los imperialistas; por eso se los ignoró en la Conferencia de Versalles, excepto el decimocuarto, que proporcionó las bases para la creación de la Liga de las Naciones.

Agosto 6 de 1918: Comienza a ceder todo el frente germano; un millón de soldados norteamericanos, bajo el mando de Pershing, intervienen en la ofensiva aliada de la victoria.

Octubre: Desmoronamiento político interior de los países centroeuropeos. El 4: Un nuevo gobierno alemán pide un armisticio amoldado a los catorce puntos de Wilson.

Noviembre 3 de 1918: Subversión políticosocial en Alemania.

Noviembre 11 de 1918: Un gobierno provisional alemán, socialista, firma el armisticio en Rethondes.

—Es el fin de la llamada, Gran Guerra.

Cuando se hizo evidente la derrota de Alemania, un motín que estalló en la marina de guerra se transformó en un movimiento revolucionario. El 8 de noviembre de 1918 se proclamó en Múnich la República Socialista de Bavaria. En Berlín los obreros y los soldados organizaron soviets y una delegación socialdemócrata exigió que el canciller entregara el gobierno a los trabajadores. El imperio alemán cayó al día siguiente.

Hindenburg y el káiser Guillermo II huyeron a Holanda; en Berlín se estableció un gobierno provisional formado por tres socialdemócratas y tres miembros del Partido Social Demócrata Independiente. Este gobierno asesinó dirigentes revolucionarios y evitó que la revolución superara los límites de una democracia burguesa liberal.

A causa de la paz de Versalles, Alemania quedó muy retrasada y tomó como base de su programa imperialista el objetivo de la “unificación nacional”. Bajo esta consigna nació y se fortaleció el fascismo, heredero legitimo de la democracia de Weimar.

Es cierto que la revolución de 1918 abolió las dinastías alemanas; pero traicionada por la socialdemocracia en manos de los junkers, los banqueros, la burocracia y los oficiales del ejercito, la revolución fue incapaz de garantizar una república centralizada e incluso de centralizar burocráticamente la Alemania de los Hohenzollern. Hitler se hizo cargo de ambas tareas. El dirigente del nazismo se transformó, a su modo, en el continuador de Bismarck.

¡Pa’lante Comandante, estamos contigo! Lucharemos. Viviremos y Venceremos.

Hasta la Victoria siempre y Patria socialista.

¡Imperio Sionista-gringo: Go Home! ¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad!


manueltaibo1936@gmail.com


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Manuel Taibo


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