"Nos acercamos más a los grandes cuando somos grandes de humildad"
Rabindranath Tagore
A mediados del pasado septiembre logré fotografiar a Marcialito y conversar un buen rato con él, recordando viejos tiempos. Luego se hizo costumbre verlo de bajada o cuando subía de regreso a La Abadía, sentado en la esquina de Caja de Agua, muy cerca de donde vivía en una humilde casita. Era notoria la tristeza reflejada en su rostro… había desaparecido esa sonrisa de niño en su carita de travieso. Allí se asentaba por las tardes o de mañana al salir de su casa para descansar un rato, con la seguridad que los vecinos lo socorrerían con algo de comida o quienes pasaban con un mendrugo de pan. El paso de los años, las enfermedades, la mala alimentación y las preocupaciones lo habían disminuido considerablemente sin poder andar y desandar como antes lo hacía de la "ceca a la meca" -expresión por cierto muy antigua, que recoge Covarrubias en el Tesoro de la lengua castellana o española de 1611-.
Conocí a Marcialito en julio de 1990, cuando empecé a levantar del piso los viejos infolios amarillentos, apolillados y abandonados del Archivo de Tovar, era un asiduo visitante del Tribunal de Primera Instancia -que quedaba en la parte alta donde hoy funciona la oficina de Desarrollo Social-, algunos abogados lo utilizaban como muchacho de mandados, igualmente por las tardes uno se lo topaba en la sede del Colegio de Abogados delegación Tovar conversando de manera tan natural como si estuviera entre colegas, la mayoría de abogados le seguían la cuerda y lo llamaban el Dr. Marcial, lo brindaban a manos llenas con generosidad y abundancia, ya por la noche la facha no era tan pulcra como en la mañana y a veces se tornaba medio impertinente. Ese es el Marcial que recuerdo de cuando recién llegue a Tovar.
Marcial Contreras Ramírez nació el 30 de junio de 1957, sus padres: Antonio Contreras y María Ramírez y fue bautizado en la iglesia de Nuestra señora de Regla el 13 de julio por el Pbro. Rafael E. Monsalve Citraro. Sus Padrinos fueron Martiniano Rujano y Balbina Morales. Por sus limitaciones, aprendió lo necesario para luego graduarse en la escuela de la vida. De haber podido ir a la Universidad, sin lugar a dudas hubiese sido un buen profesional del derecho. De adolescente acompañaba al señor Arístides "El viudo alegre" -quien lo crio y le heredó la casita- a tapar goteras en las casas con techos de teja, su diminuta figura le permitía moverse como faro por la techumbre. Como buen aficionado a las películas de cartelera, siempre estaba de primero en la puerta del Cinelandia a la espera que dieran la entrada libre.
Durante la gestión del profesor Orger Roa Morales (1990-1996) no se pelaba aniversario ni paradura de COPEI, era un invitado o se hacía invitar en puesto de honor. Por esos años también era el edecán del Dr. Silvio José Peña hasta que lo dio de baja, le cargaba su maletín y vivía pendiente de sus cosas. Lo acompañaba hasta en las corridas, recuerdo por allá en 1995 o 96 cuando fuimos los tres a una corrida en el recién inaugurado Coliseo y Marcial no se cansó de pedir oreja, al final quien salió con las orejas rojas e indultado fue él de la rasca que nos echamos los tres, conservo entre mis papeles con gran celo una fotografía de ese día. Su afición a los toros era notable, alguien le brindaba las entradas. Hace dos años recuerdo haberlo visto en la corrida del domingo donde toreo Rafa Ramírez, al salir de los toros se apostaba con su sombrero y vestido de manera impecable en alguno de los kioscos de cerveza, allí disfrutaba de brindis tras brindis hasta irse zigzagueando o a hombros por la puerta grande del Cristo Rey. Marcial era genio y figura, de pendejo no tenía un pelo ni de su lampiña barba.
Sobre su vida hay innumerables anécdotas. Por gestión de su protector y colega Silvio Peña a propuesta del Dr. Marcos Valero Romo, concejal para ese entonces y luego alcalde le fue otorgada una pensión de gracia por la Alcaldía y en una oportunidad empezando el ejercicio fiscal se tardaron por pagársela porque todavía no estaban ejecutando el presupuesto y como quería tomar fue y le armó un peo en las escaleras de la alcaldía al Prof. Villanueva que era el jefe de personal, entre otras cosas le dijo: "Mire profesor conmigo no hable más, entiéndase con mis abogados que son Sivio Peña y el Dr. Mauro Barón, usted lo que tiene es que pagarme la pensión", ante tremendos padrinos el Prof. Villanueva fue hasta el Colegio de Abogados riéndose a contarle a los abogados en mención. Otra es que el Dr. Silvio tenía una amiga y Marcial no la quería, cuando ella se descuidaba le decía "Sivio lleve a dormir a esa toche vieja y vamos a tomar miche"
Marcialito se creía abogado y muchos con su saludo lo ensalzaban "como esta Dr. Marcial, mañana hay despacho" y él orgulloso respondía "Hoy no hay despacho, mañana si doctor". A las fiestas del Día del Abogado y a la cena navideña iba bien vestido, el Dr. Silvio le prestaba el mejor paltó, al único que no le gustaba mucho su presencia era al Dr. Alfonso Ramírez.
Marcial convulsionaba y muchas veces se cayó en plena calle. Un accidente que no recuerdo muy bien, lo paso a la retaguardia y ya lo veíamos con bastón en mano y sin mando, con algunas limitaciones para desplazarse como antes lo hacía y cada vez eran menos los que lo brindaban, porque en Tovar como en toda Venezuela sobra quien brinde una cerveza, pero que difícil es que le ofrezcan a un ser tan especial como lo era Marcial un plato de comida. Sus últimos años fueron muy difíciles y que no decir de sus días postreros.
Son recuerdos que vienen a mi mente -ya la desmemoria está logrando su efecto- al enterarme por los grupos de Chat de su sentida muerte en la tarde del martes 9, que Dios lo acoja en su Reino, su único pecado fue su bohemia y su gran virtud su bonhomía, ser servicial, asumir la vida con alegría y gozo, disfrutó cuánto pudo. Vivió como quiso y murió como la gran mayoría de los personajes populares olvidados y abandonados.
Lamentablemente muy pocos se acordaron de él, me incluyo, menos de hacerle una caridad, aunque a veces le daba lo que tenía a mano; pero contó con buenos vecinos que siempre estuvieron pendientes a darle una mano amiga y ser la familia cercana que nunca tuvo. Su velorio fue en la capilla de El Corozo, que siempre miraba desde su atalaya en Caja de Agua.
La Alcaldía, en gesto que los enaltece y Tovar se lo agradece asumió los gastos de su mortuoria. Bien merecido que lo tenía, además era pensionado de la Institución y un hombre pobre de solemnidad.
Marcial eleva su vuelo con las alas límpidas, fue uno de esos seres que no le hacen mal a nadie por el contrario alegran muchas vidas. Descanse en paz buen amigo. Siempre lo recordaré con sus impertinencias, ocurrencias y buen sentido del momento. Poco a poco hasta sin personajes populares nos vamos quedando y ellos son el alma del pueblo, que siempre nos contagian con su alegría. ¡Que viva Marcialito!