Una regla de tres que no favorece a los margariteños

Mentira no es, pero nosotros los margariteños somos un mar de lagrimeo, de flacas esperanzas con mucho sufrimiento por donde se nos mire y, así como se aplica una cierta regla de tres en contra y por el alejamiento de captación del coronavirus entre personas que depende de la población y de sus buenos modales, acá eso no es de fiel cumplimiento, para unos sí para otros no. Aunque es mal de morir que muchos practican no por machos, sino por inocentes por no decir por ingenuos o por forjamiento a las buenas costumbres per se y como las cosas hay que verlas para decirlas, en parte ese es el actuar de consentimiento de muchos: de no guardo distancia o no me pongo el tapabocas o no me lavo las manos, que pudieran desatender las tres, o una de ellas y la última cobra fuerza un motivo que para allá vamos.

Las tres anteriores comprenden una regla de tres salva vidas que está en práctica en la gran mayoría de los países del mundo donde se respete la sanidad de la vida o, el seguir viviendo hasta que..., para continuar por bien o por mal o por las dos en el convivir diario, unos enredados en problemas y otros buscándolos y otros imponiéndolos como imperios o como capitalistas o como egoístas de sus políticas intervencionistas que hay mucho trapo que cortar sobre eso, pero nuestro caso es Margarita -¡Ay Margarita!- Quién tus playas conociera y con Perucho Aguirre cantarte para imaginarte tal cual eres, y luego soñar con el pasado y morir con este quejoso presente.

Tenemos un gobernador que vive en Margarita y sueña en otra parte -¿qué sueña y dónde: un cuento? Que como adeco sigue contando sus accionar con los dedos de las manos que, deja mucho que decir que, está más aislado en comunicación con el pueblo con su bajo perfil como pensante de políticas invisibles que, lo único que sabe muy bien es quejarse como un margariteño más sin resolver algún problema que ayude a mitigar el largo y terrible padecer que cada día se estira, por más que el protector, Dante Rivas que tenemos hable y hable sin poder hacer lo que tape tantas necesidades juntas y si los dos -él y el gobernador- se pusieran de acuerdo quizás, Margarita no seguiría sin rumbo.

Primer problema de nuestra regla de tres que nos viene ahogando sin tenerla es la sustancia agua y eso que estamos rodeados de agua por todas partes, pero de agua salada, pero la que viene por los tubos no es insípida, ni incolora, ni inodora, porque no la conocemos ni con lupa vemos porque llega cuando llega: una vez al año si acaso, ¿entonces como el margariteño se va a lavar las manos?, claro si va a la playa y no todas las tiene en frente, pero por estos días como está lloviendo nos lavamos con agua de lluvia, bendita agua de lluvia que por lo menos tenemos un cielo azul que gotea lluvia, además de mucho sol que no gotea sino entra de lleno y quema que, como tampoco hay gas como segundo elemento para cocer los alimentos y demás cosas no llega por ninguna parte y el que logra conseguirlo tiene que tener muchos dólares de lo caro que lo tienen y a bien resguardo, por lo que últimamente estamos viviendo de la caza y de la pesca y se cocina con leña, aunque la pesca es otro dolor de cabeza en este estira y encoge de problemas y, por qué:

Pues gasolina no hay, mejor dicho para el pueblo no hay, ni tampoco sé para quién, veo pocos carros y motos transitando y la gente se desplaza entre ciudades a pie a patica, dale para allá y dale para acá y, después para los pescadores hay sus dos pimpinas de gasolina con colas, trasnochos y malos ratos y, bájate por aquí y bájate por allá, y cuando salen a pescar el producto que traen cuando se trata de pargos, meros, carites y catalanas para las cavas en dólares y adivine usted para dónde van las cavas y, para el pueblo corocoros, machetes, sardinas y otros pescaditos de escamas caritos y dale que vas bien y sin gasolina seguimos viendo el tiempo pasar y la revolución cojear y, así es la vida en Margarita, placentera, agradable, perfumándonos con jabón de olor brasileño, ¡muchacho hueles sabroso!Contentos con risa amplia son pocos, ¿somos felices? Felices somos y quién no.

Entonces amigo turista si lo quiere comprobar véngase a Margarita a disfrutar si sabe disfrutar y buen provecho que dólares es lo más que tenemos que nos entran fácilmente por toneladas desde Colombia y nuestro tiempo se va en escarbar la tierra a ver si conseguimos oro, pero no para Inglaterra, eso no.

Parece que la masa margariteña no está para bollos y sin gas menos, pero somos felices, se toma ron y se busca comida y, seguimos rodeados de agua.

Nos tienen como para "Echar margaritas a los cerdos".

Tratamos de cubrirnos con la conocida fábula de Fedro "El pollo y la perla", y nos quedamos muy especialmente con la moraleja del verso final: "Esto lo narro para aquellos que no me entienden".



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Esteban Rojas


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