Crisis ambiental y resiliencia geopolítica

La iniciativa global contra el crimen organizado 2023 representa una estrategia mundial y un compromiso político contra redes subterráneas compuestas por actores grises: una combinación de actores legales/blancos e ilegales/negros, que se funden en los destinos de sus egoísmos económicos.

Tal vez, éste ejercicio analítico resulte políticamente incorrecto al desafiar los pesos deontológicos en pro de visualizar soluciones efectivas a crudas realidades globales, que sin duda, requieren respuestas globales. Ir más allá de la teorización es requisito sine qua non, para superar diagnósticos estáticos y proponer herramientas de transformación multiculturales que atiendan al dinamismo de las amenazas trasnacionales y de sus portafolios ilegales, las cuales, acentúan las asimetrías de diversos estirpes que ahondan las hendiduras de nuestro agrietado mundo fragmentado.

A su vez, la polarización ideológica, las zonas grises y la lucha de los egos soberanos, se impone como una férrea barrera a la cooperación internacional contra éstas amenazas. Dejando en segundo plano a las contribuciones de la sociedad civil, los nexos entre conflicto y crimen organizado y, el conocimiento práctico de las comunidades más vulnerables.

La crisis ecológica global es el punto de inflexión y la mayor amenaza trasnacional del Siglo XXI, por donde se le mire, o más bien, como sea que se le ignore. No existe compromiso político de los Estados contemporáneos ni de los organismos internacionales que los mismos conforman, en frenar la descontrolada desinformación relativa a asuntos relevantes sobre suministro alimentario, industrialización de la agricultura, agentes patógenos, cambio climático, emisión de gases de efecto invernadero, consumismo energético desmedido, pesca ilegal, deforestación de la Amazonía, entre otras tragedias ambientales, donde la participación estatal por omisión y/o extralimitación, concede la llave maestra para el empoderamiento de las redes trasnacionales ecocidas. El desafío ambiental, pone en riesgo a más de 8 mil millones de personas, mientras tortura y masacra despiadadamente animales indefensos, prisioneros del comercio, para empacarlos al vacío a un menor precio de producción y satisfacer paladares exóticos, tras la intoxicación de los ecosistemas y el exterminio paulatino de la biodiversidad.

La indiferencia política a la catástrofe ambiental por parte de los sujetos originarios de derecho internacional, asegura la victoria de las redes trasnacionales y el ensanchamiento de las zonas grises, cimentadas en la debilidad de los Estados periféricos y la desatención de los Estados centrales, que están más ocupados en los conflictos y las divisiones políticas que tensan el tablero político mundial, priorizando los recursos estatales en acciones bélicas, ajenas o propias, mermando la institucionalidad e invisibilizando la agonía de la naturaleza tras propuestas encaminadas al aislamiento nacionalista.

Esta contienda no puede enfrentarse unilateralmente con estrategias realistas, donde la Fuerza Pública encara prima facie, pero de mala manera, los mandados de las alianzas geopolíticas, muchas veces non sanctas, e insuficientes frente a las múltiples causas que propician la brecha de la distribución desigual de los recursos interdependientes de la amalgama centro-periférica. Los seres humanos sabemos menos de lo que creemos en cuanto a la crisis ambiental y la resiliencia geopolítica, requiriendo volver a las raíces ancestrales a través del pensamiento crítico, la comunicación, la cooperación y la creatividad. En un planeta plagado de desinformación, la claridad, significa poder.

*Doctora en Relaciones  Postdoctora en Derecho Público y Seguridad

X: @DianaAriasAjua

 

diana.arias@unimilitar.edu.co

 



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