Histeria en la tribuna

Dos espectáculos en paralelo se dieron esta semana en los estadios de Caracas y Valencia. El esperado enfrentamiento entre Navegantes y Leones dio paso para que se desarrollara, al mismo tiempo, otra contienda singular: la furibunda actuación de los espectadores antichavistas, aprovechando la presencia de las cámaras, provocó no pocas reacciones entre quienes sólo buscaban la distracción de un juego de pelota.

La dinámica política venezolana se ha vuelto tan retorcida, que ya no se puede escuchar un concierto de Dudamel y sus muchachos, o disfrutar de una piche peliculita, en un cine donde infortunadamente a alguien se le ocurrió transmitir propaganda gubernamental, sin que salga algún histérico a gritar que Chávez se tiene que ir ya, porque sí, porque les da la gana, con la consecuente reacción en cadena.

Pero esta vez el tiro les salió por donde no debía y de un día para otro se volteó la tortilla. Tal como contó Luigino Bracci en Aporrea, los chavistas, siempre de bajo perfil, siempre metidos dentro del closet por temor a que esa clase media arrolladora amenace con matarlos, se cansaron y devolvieron los gritos.

Entonces la tribuna estremecida por la soberbia de quien se siente dueño del mundo, se asustó: las gradas respondieron. El "lumpen" mayoritario que las ocupaba se atrevió a contestar el improperio sostenido durante una década.

Una cerca separa las localidades en el estadio universitario; una cortinita divide "las clases" en un avión; unas mejores butacas y un mejor servicio distinguen una ubicación VIP de una vulgar y corriente. Son las divisiones de clases a las que aún estamos acostumbrados. Los privilegios, en esta sociedad nuestra, se alcanzan con el dinero, no con logros. Y en este mundo socialista del siglo XXI sobreviven aún esas odiosas distinciones de castas y seguirán existiendo mientras haya arribistas que olvidan sus orígenes, que niegan su sangre mestiza y que creen que el dueño aquel del canal tal, es realmente "una pobre víctima de un autócrata".

Vivimos cuarenta años de exclusión, de no participación de nadie en ninguna toma de decisión. La "democracia" nuestra, de finales de siglo pasado, se levantó sin consejos comunales, sin asambleas constituyentes, sin organizaciones de base que osaran cuestionar o exigir sus derechos. Quienes se atrevieron a luchar contra semejante estado de cosas no contaron con el privilegio de que una cámara de televisión estuviese allí para defenderlos.

Tampoco fueron muchos los periodistas que se rasgaran las vestiduras por la libertad de expresión. Todos sufrimos, en el pasado reciente, alguna forma de censura, y otros de persecución y muerte. No hubo entonces, como ahora, organizaciones pendientes del asunto y mucho menos agencias de noticias tan afanosas como las españolas, francesas, gringas o inglesas, en deformar nuestra realidad.

La cerca que separa las gradas de la tribuna en el Estadio Universitario de Caracas estuvo a punto de ser derribada esta semana. No imaginamos qué hubiese podido pasar si eso acontecía.

Esa apuesta tiene responsables. Hay gente jugando a la guerra, a un enfrentamiento entre civiles; se les siente castañar los dientes de pura rabia, de un inmenso odio racial, de un profundo desprecio clasista. No consideran que los muertos los ha puesto el chavismo, en su inmensa mayoría. Y no se percatan que, tarde o temprano, esa cuenta la saldará alguien.

Mlinar2004@yahoo.es


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Mariadela Linares


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