El sabroso antichavismo

Definitivamente el antichavismo es probablemente la propuesta política más cómoda y sencilla que exista sobre la tierra. Desempeñarla no acarrea sino, cuando mucho, un simple ejercicio de ubicación en sentido diametralmente opuesto a todo cuanto diga o haga el presidente. No hay de por medio ni el más elemental esfuerzo de investigación o análisis de las ideas, ni mucho menos en función del debate ideológico que sería de esperarse en una confrontación como la que esa gente aspira a protagonizar.

Tampoco, por supuesto, prevalece ahí la elemental ponderación de quien razona el alcance de los asuntos en los cuales difiere a fin de establecer la dimensión de su eventual desacuerdo con las ideas o las acciones del Primer Mandatario.

Nada de eso; la cosa está es en ser íntegra y absolutamente opuesto a todo lo que emane de ese "ser", aún cuando ello comprenda la más ilógica y abierta contradicción con lo que se profesa.

La impudicia (y la irracionalidad) que caracteriza a la oposición (o a lo que a duras penas queda de ella) ha llegado a extremos de la peor estupidez, cuando, por ejemplo, procura engañar al prójimo inventando desvergonzados respaldos a las misiones sociales que Chávez armó como respuesta a la canallada de ese mismo sector que desde siempre ha pretendido acabar con el pueblo a punta de exclusión, racismo y desprecio. El mismo que intenta atrapar a los más incautos, tomándose fotos cariñosas con la humilde gente de color que se les atraviesa en las campañas electorales, después de perseguirla y humillarla durante siglos con la prepotencia del fascismo que tanto disfruta practicar apenas se sabe (o se siente) con un pedacito de poder. O la grotesca usurpación que pretende llevar a cabo cuando se viste de rojo para entrar a los barrios que tanto ha vejado con el calificativo de "mierdero", y a su gente con los de "hordas asesinas", "tierrúas" y "desdentadas".

Por eso no puede ser sino brutal la inmoral reculada de los cientos de opositores que salieron a lanzar plegarias de desolación al cielo con la medida de expropiación del Sambil de La Candelaria, después de meses de reclamos destemplados al gobierno pidiendo su intervención para que acabara con esa infernal atrocidad urbanística.

¡Por Dios! No sean tan sinvergüenzas. Asuman.



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Alberto Aranguibel

Comunicador social e investigador. Conductor del programa Sin Tapujos, que se transmite por Venezolana de Televisión. Asesor Comunicacional y de Imagen en organismos y empresas públicas y privadas.

 albertoaranguibel@gmail.com      @SoyAranguibel

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