El filósofo y la tripulación opositora

Absurda, ridícula, o cualquier otro calificativo queda pequeño para uno referirse a la actual oposición venezolana. Sin exagerar, esa embarcación está profundamente desorientada y carcomida por el odio visceral y la frustración de no poder salir del mar de su propia trampa.

A cada paso que dan aparece el latigazo de la ola revolucionaria que le trastorna el sentido del equilibrio y de la marcha. Con el juicio turbado no logra asimilar, y así en una especie de movimiento rotatorio, permanece anclada en la esclusa de sus propias fantasías perversas. Toda una tragedia.

Sin timón, sin brújula y un verdadero capitán que le ayude a desatar las amarras que la mantienen atada al viejo puerto puntofijista, la oposición siente terror, siente miedo de terminar hundida en la eterna arena del olvido y el rechazo.

De verdad, encallada en el mar de sus propias contradicciones, parece que le ha caído la maldición del perla negra. En tanto, las olas de la revolución le golpean a cada instante el estribor, la popa y la proa; dejando bien claro que el barco de la oposición se hunde cada día. Los llamados a Poseidón no tienen eco. Trágico destino: una mitad se entierra como un cadáver en las fosas de la arena, mientras la otra se erosiona lentamente por la fricción permanente de las olas, que son empujadas por las corrientes frescas del socialismo del siglo veintiuno .

Aunque parezca mentira, su tripulación variopinta, compuesta por pequeños partidos, piratas vestidos con sotanas, financistas económicos y medios de comunicación, claman para que venga el tiburón imperial y los salve de la marea roja, que desde hace rato baña con sus corrientes el rostro de las democracias latinoamericanas.

Pero el pez selacio, familia de los escuálidos, no vendrá. Al parecer anda arponeado y otros escualos están asechándolo para romperle la espina dorsal. De todas maneras, debemos permanecer alertas, porque un tiburón herido es más peligroso aún y puede atacar con el doble de la fuerza con la que normalmente suele hacerlo.

Tampoco se debe descuidar el comportamiento de la tripulación opositora. Ella miente, mete miedo y manipula la conciencia de muchos venezolanos. Así vemos como dirigentes de esa casta marinera, con melodías y cantos de sirena, le venden la idea a sus seguidores que la revolución tiene sus días contados. En una especie de orgía marina, los partidos sueñan con arrecifes de colores y miles de partidarios tomando de la fuente de sus aguas; los vestidos de sotanas imaginariamente saborean hostias de caviar tostadas en los viejos hornos del puntofijismo. De igual manera, los grandes empresarios ven caer gota a gota los jugos de los contratos millonarios que vendrán, y por último, los medios de comunicación se imaginan las concesiones venidas en gotas de rocío, anunciando la lluvia de publicidad que le caerá del cielo. Puras ilusiones.

La realidad es otra. El barco opositor está encallado y no tienen capitán. El que nombraron se volvió filósofo y anda por allá por el gran lago del sur, practicando discursos. Hace poco, en una especie de avalancha de lucidez dijo: “en Venezuela hay déficit de pobreza”. Sin duda, son frases de un verdadero filósofo, que orientan a la tripulación opositora.

*politólogo

eduardojm51@yahoo.es


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Eduardo Marapacuto(*)


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