Volvió María Corina Machado con su Bacalao. Antes lo cargaba en un pendón ahora ha decidido echárselo al hombro, y subirlo en peso a una tarima. El Bacalao tiene sus años y es latoso como un lagarto. Subieron, pues, al Bacalao para que se diese un baño de calle, de alborotos, pitos y charrascas. Para que hiciese el milagro de sacudir las manos como Carlos Andrés ante su gente, y éstos pudiesen empaparse de sus escamas, de sus viscosidades y babosidades. Por fin, sus seguidores pudieron ver a este BUEN PADRE DE FAMILIA, el único título que los asesores de Washington han encontrado para definirlo.

Ciertamente, don Edmundo es un BUEN PADRE DE FAMILIA quien trabajó a las órdenes del Matacuras en El Salvador, y quien estuvo muy enterado y complicado en el entramado de los grupos ultraderechistas que aseinaron sacerdotes jesuitas, y a dirigentes de izquierda. Siempre cumpliendo órdenes de su partido COPEI, primero como funcionario en la embajada venezolana en Estados Unidos (en pleno desarrollo del Plan Cóndor), y luego en el mismísimo San Salvador.

El Bacalao, pues, hizo su formal primera aparición, el pasado sábado 18 de mayo, y doña María Corina volvió con su cantaleta, ordenada por el Departamento de Estado: "Voten por Edmundo González: Un BUEN PADRE DE FAMILIA, un HOMBRE HONORABLE y HONESTO, y al que yo les pido que le den todo el apoyo". El acto fue en La Victoria donde nació el fulano Bacalao.

Al Bacalao lo subieron a empellones a la tarima, rodeado de ladinos, traidores, ladrones y bien sinvergüenzas. El Bacalao llegó sin aliento y lo ayudaron a alzar los brazos, provocándole una luxación en los hombros como lo reportó uno de sus médicos de cabecera, el dcotor Gerónimo Rodríguez, el domingo 19, a las 7:30 de la mañana. Toda la vejez de la IV república en su desalentada y abotagada alma, apareció ante los ojos de un grupo de aragüeños acostumbrados a rezarle al ánima de Juan Vicente Gómez. Y al fondo y a los lados, ese escueto río de doblegados y manipulables, cuyo sólo fin en este mundo es quejarse. Jamás un quejón ha cambiado el mundo.

Siempre recuerdo cuando el Che Guevara decía: "Yo no quiero que nadie diga aquí que fulano es BUENA GENTE. Porque, señores, casi siempre LOS BUENA GENTE, NO SON BUENOS REVOLUCIONARIOS. Para ser BUENA GENTE, hay que dejar hacer y deshacer. Los que no exigen, los que no discuten los problemas, los que no controlan, los que no depuran responsabilidades, a los que les importa lo mismo cumplir que no cumplir, a los que no les duelen los problemas, los que no tienen hígado y les importa poco todo, son los BUENA GENTE. Y los revolucionarios, señores, son los que, al revés de los BUENA GENTE: discuten, controlan, depuran, cumplen, tienen sensibilidad y les duelen los problemas hasta el hígado."

En ese primer acto del BUENA GENTE Edmundo González, éste no dijo NADA, no se destaca por su verbo ni por su inteligencia. A los asistentes al acto, que le escuchaban, mucho de ellos también MUY BUENA GENTES, no les importó para nada que aquel ser anodino, títere, simplón, sin fuego en las venas, incapaz de convencer a nadie, tampoco fuese capaz decir algo que valga la pena. Porque en verdad, ¿qué podría decir de las sanciones y crímenes que nos han impuesto los gringos, sus viles amiguetes? BUENAS GENTES como él se conformaron con verlo subir a lo alto de un camión como un perfecto monigote, eso sí aupado por la gringuita de María Corina.

El Bacalao de María Corina sólo dijo: «A la comunidad internacional, (le pido) que nos acompañen de cerca en este proceso porque será definitorio para reducir la migración y hacer de Venezuela un socio confiable». Fin del final. O el Final del fin. Más nada digno de mención dijo el Bacalao.