Opinión i Política

Diego Arria el delincuente del bastoncito

“La aristocracia del dinero es una aristocracia

 más baja todavía.  Infinitamente más baja, la

 más baja de cuantas aristocracias se hayan conocido”

  Carlyle

 Este pensamiento de  Thomas Carlyle, filósofo e historiador británico,  con el cual inicio estas líneas, merece una observación; aristocracia, en su primera acepción del diccionario español DRAE, es en ciertas épocas, ejercicio del poder político por una clase privilegiada, generalmente hereditaria; sin embargo, lo de hereditario es especialmente en Europa i las clases pudientes que se trasladaron hacia América, con ese prurito de los grandes apellidos de familias, como sucedía en los reinados del viejo continente. Lo de hereditario lo podemos dejar a un lado i considerar que es clase privilegiada por el dinero (casi siempre mal habido desde los señores feudales) que luego pasaron ese instrumento de poder a sus descendientes. Empero, muchas de esas familias privilegiadas, fueron mui pobres en talento, conocimientos, moralidad i justicia. Recordemos que Prouhdon decía que “detrás de toda gran fortuna, está el robo”. De manera que no nos parezca exagerada esta sentencia de Carlyle. I es que cuando grupos humanos destacan o son privilegiados en algo noble como el saber, la ciencia, la filosofía o las artes, entonces decimos que es una aristocracia del conocimiento, del saber, de las artes, de la filosofía, de la literatura, etc., aunque estimo que deberíamos buscar otro término i no este tan chocante o desprestigiado, excepto para la aristocracia del dinero.

 Por esto, al referirnos a los dos gobiernos del peor presidente que haya tenido Venezuela, como lo fueron los de Carlos Andrés Pérez, hijo político del dictador ex comunista i luego pitiyanqui rendido i traidor, Rómulo Betancourt,  el policía más cruel de su régimen puntofijista fue este hombre que camina, brinca charcos i institucionaliza la corrupción adeca en la Venezuela Saudita, título de un libro de Alfredo Tarre Murzi que los venezolanos deberían leer i tener en la mesa de noche, para recordar el desastre de todos los gobiernos adecos i copeyanos aunque los más deplorables fueron los de CAP, Afortunadamente no terminó el segundo, aquel del “ochenta i ocho con el gocho” destituido por ladrón del erario público i el que estableció oficialmente el barraganato. Empero, no me toca profundizar en este charco de miasmas, sino recordar también que los burros del mismo pelo se juntan según un adagio popular. A Betancourt le tocaron los pelos de Carlos Andrés i a éste, los pelos de Diego Arria, un cojito con bastón i cabellos peinados con un copete soñado sobre la frente, un vestir de dandy, una sonrisa inocente i conquistadora de mujeres adecas i copeyanas, i una pasión extraordinaria por Bolívar, no el héroe de la independencia, las estatuas i el panteón, puesto en la historia;  sino el que tiene su cara en las monedas, en el centro Simón Bolívar i en la Cadena de Hoteles de la Conahotu i guardado en el Banco Central. i donde quiera que haya un negocio corrupto. De sus hazañas financiera creo que hai muchos en el país que pueden hablar con propiedad i detalles, como por ejemplo el amigo Sant Roz que sabe biografiar hampones como ninguno.

 Aquí en Maracaibo, lo que escuchábamos en reuniones de bebedores en los clubes (por referencia, pues no asisto a ellos), es que el tal Dieguito, desde joven buscaba arrimarse al dinero i parece que se casó con la hija de un rico zuliano, aunque dicen que honorable i honesto, como fue un señor Atencio  (no quiero mencionar el otro apellido por respeto) con una hija que tenía el hipocorístico de Tiki, a la cual le ponía cuernos i le gastaba el  dinero. Pues bien, en uno de esos pleitos conyugales, parece que entrando a su residencia i él abría el portón mientras ella manejaba, le embistió con el carro i le lesionó la pierna contra la puerta de hierro de la entrada al garaje. De eso salió la cojera i el bastón. Posiblemente hai muchos que conozcan buenos detalles de estos simples rumores de entre bebedores de la aristocracia marabina. De estudios, creo que no tiene ningún doctorado sino de técnico en administración u otra cosa relacionada con la economía, aunque sus gestos o “aires” como dicen algunos, era la de un sabio en matemáticas cuánticas. Los desastres financieros i los robos que fueron mui frecuentes por no decir todos los días, arrasaron con el Centro Simón Bolívar, quebró la cadena de Hoteles de la Conahotu,  se posesionó de bienes materiales como la Hacienda que ha usufructuado i defiende ahora como suya; hizo estafas como aquella de los Autobuses para Caracas (cuando fue Gobernador) que hubo que desecharlos como chatarra i tenían pisos de cartón masonite, i tantas otras fechorías que la IV República esconde, como lo hace el Vaticano. Más, con este record de simples travesuras que lucían al muñequito con bastón, llegó a ser nombrado por CAP Embajador de Venezuela en la ONU donde no hizo sino turismo en su país de los sueños, aumentó posiblemente sus negocios con dinero oficial i de ello sacó “unos pequeños ahorros que lo han tenido por décadas en exilio dorado viviendo en Nueva York i quizá otras ciudades donde tenga algunas humildes propiedades. Por eso, a pesar del tiempo transcurrido o de los malos gobiernos de su jefe i tutor, igual que aquel “analista” i ex embajador en el Medio Oriente que trabaja en televisión, todavía se hace llamar embajador. Parece un título universitario.

 Actualmente, siguiendo la tradición de la IV República, a los delincuentes privilegiados no se les llama ni de “cuello blanco” para no confundir con los miembros de un partido; se les llama “perseguidos políticos”, aunque su morral de ideas no tenga fondo i no porten ninguna. Ejemplos en serie, donde los han ido coleccionando, están en Lima, Perú, aunque hai muchos regados en Estados Unidos, Centro América i Europa, disfrutando de sus fechorías privilegiadas, como todos los banqueros que hicieron “sus ahorros” con dinero del pueblo i se fugaron. Entonces, este bacalao, como diría Alberto Nolia el valiente periodista que le cuida los papeles a Mandinga; este ladrón de levita i bastón, ya no con la cara de muñequito copetudo, sino con la desfachatez de un bebedor de barra i jugador de casino, reclama una hacienda que no atiende i que no puede probar cómo la adquirió, i siguiendo la rutina de la oposición venezolana: recurre a los medios televisivos, al culebrón mediático, para despotricar de su país, del gobierno bolivariano i del Presidente Chávez, para llamar indirectamente al golpe de estado o al magnicidio. Este es un sinvergüenza sin cultura que de paso insinúa que puede estar entre los que aspiran a la presidencia de la República; será violentamente, porque por los votos, olvídese. Para lo que debería estar preparado es para robar, digo, comprar, el regalo de boda de Orlando Urdaneta e irse a Miami a seguir hablando “tortillas de nada”. I hai que ver con qué respeto la Patricia Janot, le hace las preguntas al dandy. Diego Arria, el cojito de bastón, lo más que puede aspirar en la política contrarrevolucionaria, es solamente ser padrino de boda en Miami. Los burros del mismo pelo, se juntan.

robertojjm@hotmail.com



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Roberto Jiménez Maggiolo


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