Salvemos el periodismo

Después de todo lo que ha ocurrido en nuestro país durante los últimos 9 años, nadie puede poner en duda que el periodismo y el papel de los medios de comunicación social en la sociedad venezolana se ha desvirtuado de una forma degenerativa y lastimosa.

Dueños de medios, cuya soberbia y mezquindad les impide asumir una línea editorial medianamente honesta, que responda a valores elementales como el equilibrio, la amplitud, la promoción de la tolerancia y la convivencia pacífica. Periodistas tarifados que se venden cual mercenarios y se prestan a las bajezas más viles, contra su propia patria y una plataforma de medios estatales paquidérmica, ineficaz, eminentemente reactiva y en muchos caso gobiernera y jala bolas. Ese estado de cosas mantiene en una ciénaga podrida a una profesión hermosa y fundamental para el entretenimiento, la formación e información de una sociedad moderna.

El problema es complejo y no es de reciente data. La crisis de la progresiva del bipartidismo desde comienzos de la década de los 80 y toda la década de los 90, se convirtió en el caldo de cultivo para que el surgimiento de la llamada dictadura de los medios o mediocracia. Cada vez con más audacia y menos pudor los grandes señores de los medios pusieron de rodilla a los partidos y se fueron acostumbrando a expandir sus tentáculos hacia todas las esferas del poder.

Así las cosas, era común la conseja de que los medios ponían y quitaban presidentes. También el liderazgo político, falto de ética y moral como estaba, aceptó servilmente esa nueva relación, porque si no aparecían en los medios, sencillamente no podían hacer política.

Es comprensible entonces que a los medios locales no les guste el fenómeno Chávez y no puede serles aceptable, porque rompe todos los esquemas de la llamada mediocracia. Mucho antes de que Chávez se lanzara como candidato presidencial, ya la maquinaria mediática tenía rato disparando artillería pesada contra Chávez y todo lo que éste representa.

Era de esperar, que una vez el líder bolivariano asumiera el poder en 1999, se iniciaría –tal como ha venido ocurriendo- una confrontación de alto calibre. En el fondo no se trata más que del enfrentamiento natural entre un Estado que quiere recuperar su autonomía y unos medios que se acostumbraron a manejar los hilos del poder tras bastidores.

La confrontación ha sido encarnizada, casi todos los medios privados, radiofónicos, televisivos e impresos, en cambote participaron en el golpe de Estado de abril de 2002. En una u otra medida lo promovieron, lo defendieron y lo planificaron.

Luego auparon la loca aventura del paro-sabotaje petrolero, la plaza Altamira y las guarimbas. Las dosis de odio, violencia, clasismo y racismo inyectadas cual aguja hipodérmica en la psiquis de muchos compatriotas les ha enloquecido literalmente. Es doloroso ver compatriotas enajenados por el odio y la violencia cuyo único plan de vida es arrasar a todos chavistas.

La respuesta del gobierno no ha sido la más efectiva, se han hecho varios intentos por conformar un aparato comunicacional que permita contrarrestar el ataque despiadado de cientos de periódicos, emisoras radiales y televisoras nacionales y regionales embarcadas en el plan de guerra fratricida. Sin embargo, los resultados no han sido los más satisfactorios, sigue prevaleciendo la mediocridad, la superficialidad y la conducta complaciente en la oferta informativa y recreativa de los medios públicos.

A excepción de Telesur, la mayoría de los programas de los demás medios del Estado responde a una estructura muy pesada y a esquemas obsoletos. Brillan por su ausencia la investigación, el reportaje interpretativo y la orientación didáctica que aporte verdaderas herramientas para poder comprender el complejo momento que vivimos.

En el medio de este sándwich entre Estado y dueños de Medios, estamos nosotros los periodistas. Corresponde precisamente a los colegas que nos duele esta bonita profesión. A todos los que estudiamos esta carrera con una maleta llena de ideales y el deseo de mantener viva la mística y la vocación de servicio de los pioneros de este oficio, rescatar el periodismo del pantano donde lo quieren sepultar.

Los nombres de un Héctor Mujica, un Pascual Venegas Filardo, un Miguel Otero Silva o un Fabricio Ojeda, por mencionar sólo algunos de tantos hombres y mujeres honestos y verdaderamente comprometidos con esta profesión, deben volver a ser el referente de un gremio que como bien ha dicho Eleazar Díaz Rangel vive su peor momento.

El Colegio Nacional de Periodistas se ha convertido en una entelequia, ni que hablar de esa cosa que llaman Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa. Está visto que esas organizaciones gremiales no han servido de mucho en estos tiempos de tensa confrontación. Se requiere entonces que reaparezcan los periodistas combativos, dispuestos a defender sus principios ante cualquier dueño de medio o ante cualquier ministro inepto.

No es momento de acatar sin rechistar, es momentos de promover el debate la discusión. Sólo así será posible salvar al periodismo, sólo así será posible recuperar valores fundamentales como la ética, el equilibrio y la ponderación. ¡Salvemos el periodismo! Bien merece la pena.

dcordovaster@gmail.com


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Daniel Córdova Zerpa


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