¿Qué le dirían a Franklin Virgüez?

La farándula es un medio en donde el individuo, ya sea protagonista o espectador, atrapado en sus redes, se debate entre la frivolidad y la intensidad de las pasiones desatadas. La proximidad de sus factores degenera en promiscuidad, la competencia por la sobrevivencia individual, es una lucha a puñaladas traperas, las leyes del mercado como base de las relaciones de los individuos, la mercancía y los sentimientos encontrados, se baten en un escenario en donde muy pocos salen ilesos y muchos, por no decir todos, esconden o exhiben pequeñas y grandes heridas. Siendo una de sus virtudes, como en las carnicerías, atendiendo la lógica del mercado, en donde no se pierde nada, y hasta las vísceras son vendidas, el mundo de la farándula, se recicla a si misma y la pantalla chica, vende como chinchurria frita, las miserias que produce.

En uno de esos programas que eventualmente hacen las televisoras privadas para mostrar el bagazo de la sensiblería, vimos al actor Franklin Virgüez, al igual que el músico Oscar de León, el que no aguantan dos pedidas para soltar el llanto, narrar parte de su historia como ser humano. Su niñez llena de limitaciones y peligros, de cómo su carrera se convirtió en la única oportunidad para salir de lo que se suponía un trágico final. Allí el intérprete dejó exteriorizado su estructura, profusamente humana, de carácter genuflexo y manumiso, sometido a los dictámenes de quienes manejan los hilos de la empresa, a los cuales admira y les está eternamente agradecido por el ejercicio de explotación que sobre él y sus compañeros impusieron.

La vida nos presenta episodios que nos marcan para bien o para mal, o dicho con otras palabras, positiva o negativamente, nos tiemplan el carácter, nos fortalecen o nos debilitan, nos arman de valores, o nos dejan cual caparazones vacíos, por cuyo interior circula el eco de cuanto nos rodea, sin contenido vital. Ello pasó con el señor Franklin Virgüez, y lo digo no por atacarlo ni burlarme de el, ni de ninguna persona que llore ante las cámaras de televisión en relación al tema de RCTV, en estos momentos. Lo digo por lo evidente del teledrama puesto en pantalla en entregas por cuentagotas, cual Plaza Francia. Independientemente de que sea el, u otra persona, lo que sucedió se le nota la costura, porque el pronunciamiento que hizo acompañado del aderezo lacrimógeno, así lo evidencia.

Primero habría que analizar el video, como ya nos ha acostumbrado el camarada Mario Silva, y observar la mezcla de terror, angustia, desesperación y suplica rastrera que expresa el rostro del actor, al explicar las razones que tuvo para cambiar su posición, de un aparente simpatizante de las del proceso revolucionario, a un desgarrado oposicionista que no tiene la valentía de asumir bando por las razones que fueren. Allí esbozó una serie de equívocos y enmiendas que al final no te dan claridad de lo que pueda pensar en los próximos días, cuando caiga en cuenta de que los cálculos no son correctos. Todos estos recovecos de las indecisiones, dan pie para escribir un tratado sobre las contradicciones humanas en los corazones débiles, pero codiciosos.

Pero nuestro interés en este momento, es hablar sobre lo evidente ¿Qué cosa fue lo que le dijeron a Franklin? Al compañero Virgüez es notorio que lo aterrorizaron. Le hablaron de la oportunidad de oro que se le presentaba para ganarse un puesto permanente en la marquesina de la industria farandulera. Le hablaron del nefasto futuro que les espera a aquellos que no se alinearan con el último bastión de la resistencia (actores, actrices, periodistas y dueños de canales de televisión con todo su poder). Le hablaron del destino de quienes no lo hicieren, no solo serían execrados del mercado nacional, internacional y mundial, sino que recibirían el mismo tratamiento dado a un vulgar y silvestre chavista (todos sabemos lo que ello significa). Y no solo esto, sino que le dieron un ultimátum: su pronunciamiento tendría que ser este martes 29 de mayo, de lo contrario sería demasiado tarde, ya que el cronograma de la conspiración, tenía estipulado que el tirano cayera este día. El señor Virgüez llegó en la rayita, desesperado, abrumado por el imperativo, y animado por la libertad que le dio el amo previa pasada de mano por el lomo, cuando le dijo: “Tenemos mucha fe en lo que vas a decir” El hombre hasta improvisó. Se arrodilló y le imploró al Comandante que le devolviera la concesión a RCTV, pero realmente estaba implorando por un puesto en la ventana mediática y así manifestar el privilegio de existir, aun cuando fuese bajo la condición de esclavo; estaba implorando por su vida, porque el fascismo en poco tiempo se enseñorearía y no dejaría desperdicios tras su voraz apetito.

Me recordó esta situación a los tránsfugas, saltadores de talanqueras, que calculan el momento preciso para hacer sus pronunciamientos ante el advenimiento de un nuevo poder, dejando en evidencia la inconsistencia de sus convicciones, lo fácil que es cambiar de fe ante la amenaza, y lo suelto de esfínteres y de piernas para caer sobre las dos rodillas ante el amo, aun cuando no se encuentre presente.

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Milton Gómez Burgos

Artista Plástico, Promotor Cultural.

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