Me volvieron picadillo: en Noticierodigital

Toda persona que recurre a una conclusión sin pasear sus ojos por los análisis concluye, casi siempre, en los términos más obscenos, grotescos, denigrantes, descalificadores y perversos. Y eso sucede, en muchos casos, en las diversas tendencias del pensamiento social. Nunca escribo para concluir ofendiendo o descalificando a las personas. Eso no me interesa para nada. No le quito al César lo que es del César pero creo que lo que es del pueblo es mucho más sagrado e importante que lo que es de los individuos por separados. No soy docto en nada. No soy académico en nada. No tengo ningún afán por pertenecer a la pequeña legión de profetas. Estos, ya están completos. Nunca leo un libro, un texto o un artículo para concluirlo en una precaria definición donde lo único que se resalta es la vulgaridad extrema que termina siendo una espada bien afilada en el cuello de quien cree la está colocando en el pescuezo de otro. He leído libros espeluznantes (“Mi lucha” de Hitler, por ejemplo), por su contenido ultrareaccionario y racista, pero a la hora de combatirlos trato que sea con argumentos y no con improperios. Estos, no le producen buenos dividendos a nadie.

            Aunque no me lo crean, también reviso comentarios –en diversos medios de comunicación- buscando personas que expongan ideas –en breves palabras- ya que eso sirve para medir sentimientos y hasta prestarle atención en el sentido de valorar inclinaciones sobre la correlación de fuerzas. Pero, lamentable y por lo general, lo que uno encuentra son cortísimas expresiones de una indiferencia sepulcral por las ideas y un inusitado frenetismo por la descalificación más vulgar hacia los demás. Esa gente, sí pierde su tiempo y sobre éste ningún concepto de respeto tiene. Y si son esos los que pretenden ser un día gobernantes de un pueblo, habría que hacer todo lo posible y por todos los medios posibles para que nunca jamás le pongan sus manos perversas a la administración pública o al poder político.

No escribo, además, para recibir aplausos y vítores como sí lo merecen los artistas o los deportistas. No, simplemente, escribo para exponer las ideas en lo que creo y nunca jamás he pretendido imponérselas a nadie. Con los jóvenes que con cierta frecuencia nos reuniones o nos encontramos en escuelas de formación política e ideológica, suelo expresarles que no crean en las cosas que les expongo, que no se desarmen de la duda porque de ésta parte la adquisición del conocimiento. Pero jamás les he expresado rechazo o crítica a otros pensamientos utilizando una breve verborrea de vulgaridades, de descalificaciones ni medias verdades como tampoco haciendo uso de la mentira preconcebida y organizada para pescar incautos. No busco ni pretendo, con mis escritos, ganar lectores para que crean que lo que escribo es la verdad y que los demás no llegan a ella por ser mentirosos. No, siempre lo que escribo lo hago para ponerlo a disposición de la reflexión como un elevado método de enriquecimiento del conocimiento humano. Lo que no hago jamás es emitir opinión, como si fuese un juez o un fiscal celestial, sobre las ideas ni las obras de los demás sin estudiarlas, sin analizarlas. Nunca las  descalifico – simplemente- porque no me agraden ni su título ni su contenido  y, muchísimo menos, dejándome guiar por las telarañas del odio personal.

Toda persona que pretenda que todos los demás escriban exclusivamente lo que a él le agrada o le conviene, ni sabe ser lector ni tiene valorización de las escrituras, no posee ni un solo germen de creatividad y sólo vive de sus críticas perversas y sin contenido de ningún género, no reflexiona sino que reacciona por heridas gangrenarías, sufre de paranoia y todo lo que no le convenga lo conduce aceleradamente al delirium trémens, se ofusca con la frecuencia del animal irracional hambriento que observa o siente en todo lo que le rodea es un ataque a su dominio ambiental, la envidia lo devora pero está convencido que esa es la suprema divinidad o virginidad de su religiosidad, se cree el más culto de todos pero jamás se atreve a ir en la vanguardia en una lucha por sus objetivos. La retaguardia lo resguarda de los retos y los peligros. Que los demás luchen y se maten para poder él disfrutar de las victorias. Las derrotas se las achaca a los demás. Jamás se pondrá una mano en el corazón para hacerse una autocrítica. Nunca cree que algo en su interior haya que destruir. Todo lo siente y cree vivir a perfección. Detrás de él, va Dios con sus imperfecciones. No necesita guía porque cree que todo él es luz. Todo lo feo, lo terrible, lo malo, lo nefasto y lo que debe rechazarse en este mundo lo concentra, sin necesidad de ningún análisis, en el comunismo aunque no se conozca ni un solo principio de la doctrina marxista y ni siquiera tenga conocimiento de quién fue Marx. No le interesa para nada estudiar el capitalismo porque de éste obtiene sus muchos o menguados bienes ya que vive para sí mismo, piensa para sí mismo. Su entorno humano le sabe a ñoña.

Creo y lo he expresado públicamente, que quienes recurren a la injuria, a la descalificación, a la desfiguración, a la humillación, al vejamen, a la mentira programada y planificada como a la burla, como métodos de combate, terminan gozando internamente de una eyaculación precoz pero rodeados –al fin y al cabo y sin darse cuenta de ello- del desprecio de la Historia, de los hechos y del sentimiento humanístico de los seres humanos. He aprendido a no recurrir a ninguno de esos elementos ni siquiera contra el peor de los enemigos de la causa en la que creo. No se necesita ser culto o sabio o dirigente para entender esa razón o norma elemental del respeto social.

Bueno, dicho esas cosas me referiré a que me sorprendió ver el título de mi artículo (Camarada Maduro: militares le solicitarán su renuncia) en Noticierodigital. Lo abrí para ver de qué se trataba. De entrada recibí una pedrada en la parte de atrás de la oreja izquierda, luego un disparo de bala en una rodilla y, posteriormente, esputaciones contaminadas venidas o lanzadas con una ira desenfrenada y diabólica de mis críticos. Caí mortalmente herido y eso permitió que los que me criticaban me lanzaran patadas y puñetazos descargando sus motivos de odio personal gritando consignas como las siguientes: “comunistoide acomplejado”, “lo que escribes es una porquería de principio a fin”, “el comunismo te volvió loco”, “te fumaste la alfombra de tu casa”, “eres un pobre tipo”. Uno que otro, aprovecharon que yo estaba en el suelo maltratado, para descargar su náusea por haber leído mi artículo vomitándome la espalda.  Lo único que se me ocurría pensar en ese momento y en ese calvario era en lo siguiente: Esos son los que se oponen al comunismo y sin ser Gobierno actúan de esa manera. ¿Cómo será si llegan al poder? Seguro, estoy completamente seguro, legalizarán el crimen y lo protegerán de impunidad… Y perdí el conocimiento que recuperé cuando cerré esa página en Noticierodigital.

En verdad, lo único que valió la pena fue ese comentario de alguien que me critica el párrafo de mi artículo donde expreso que añoro, subjetiva y utópicamente, que los camaradas Lenin y Trotsky de 1917 estuviesen vivos… Y concluye su crítica, por supuesto sin dejar de descalificarme, de la manera siguiente: “carece por completo de credibilidad... ¡Por Dios! ¿Cómo es que hay gente que no logra vivir en el presente??”. En verdad, por vivir en el presente donde la pobreza y el sufrimiento lo padecen la inmensa mayoría de la población mundial y la riqueza y el privilegio lo disfrutan una pequeña minoría es que anhelo un futuro donde reine el comunismo. Si eso no le agrada a ese crítico, es su problema y no el mío. Eso ni se lo discuto ni se lo critico. Es su opinión que no comparto pero, bueno, es su opinión y tiene derecho a expresarla. Ahora, todos los que me criticaron por el artículo y a golpes, patadas y tiros volviéndome picadillo y me descalificaron y se burlaron y seguro rieron a carcajadas de mí, terminan aprobando y ansiando que militares le soliciten la renuncia al camarada Maduro no sólo por no estar de acuerdo –de forma automática y hasta irracional- con sus ideas sino, también, por considerarlo ilegítimo. Para mí, es legítimo como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela aunque no esté de acuerdo con muchas o pocas formas de ejercer su Gobierno.

En fin: decidieron, mis críticos, llevarme al cadalso pero se confundieron al no tener noción de la visión de la vida y de la muerte que tiene aquel. Estaban dispuestos a ser verdugos pero no quisieron de cómplice al patíbulo. Les produjo náusea tener que comer carne humana y beber sangre de humano. Pensaron, tal vez, que un día triunfante el socialismo les cobraría su falacia de ser juez y carpintero al mismo tiempo para producir muchas muertes. Víctor Hugo los estaba mirando por el cristal de sus lágrimas. Aun así, no lograrán que deje de leer Noticierodigital y escribir sobre el contenido de quienes allí escriben para vendernos el ideal del capitalismo como la última coca cola del desierto. Si debo hacer una salvedad en respeto a la verdad: hay articulistas, comentadores y opinadores de la oposición como muchísimas personas que no escriben, no comentan ni opinan –por razones obvias- que jamás recurren a esa terminología que pretende degradar al ser humano que adversan al más bajo de todos los escalafones sociales; es decir, donde impera al máximo la ley de la mentira, la burla, la degeneración y la descalificación de los adversarios por no pensar y actuar como quien los cuestiona o critica.

Y finalmente, ni siquiera debería de decírselos pero si quieren lo  asumen o lo dejan y en verdad poco me importa eso porque peras no se le pide a los olmos, tomen en consideración esto: con esa forma de responder a los escritos de quienes tienen por adversarios, con esos métodos de vulgarismo político, con la burla, la humillación, la descalificación y guiados por el odio personal, no conseguirán nada que sea de valía en los espacios del pensamiento social. Podrán un día llegar al poder político –eso no es descartable pero habrá que obstaculizárselo como sea-, podrán aplicar los métodos más represivos, podrán callar por un tiempo a una buena parte del pueblo, podrán disfrutar un tiempo de sus perversiones, podrán lograr resignación de una parte de la población pero nada evitará que a diario, en el campo de las batallas de las ideas y especialmente por vuestra torpeza y desprecio a la teoría, sus opositores les ganen espacio y por medio de una práctica social que los verdugos no verán, ¡de pronto!, serán derrotados para siempre y nadie ni nada será obstáculo para que el socialismo se posesione del mundo y el proletariado sepulte para siempre al capitalismo y todas sus degradaciones. Quizás o lo quiera la Historia humana, los hijos o los nietos o los biznietos de los verdugos disfruten a plenitud de las bondades del comunismo y nunca más haya quienes vuelvan picadillo a los vivientes del nuevo mundo por oposición o rechazo a las ideas expuestas. No tienen que pagar las atrocidades cometidas por sus padres si nunca fueron consultados para materializarlas y, mucho menos, si en ese tiempo eran niños o niñas.



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Freddy Yépez


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