Yo censuro…¿y qué?

Personas serias, honestas, responsables, intachables en su vida familiar, civil, laboral y profesional, suelen ser víctimas inocentes de la influencia perversa de los medios, de los dueños de los medios. Claro, hay quienes motivados por el afán del logro y con él, el lucro, pecan voluntariamente, con toda intención; éstos son los menos.

Compañeros de tertulia, vecinos, colegas, profesores, académicos, intelectuales, se envenenan, día tras día, con la amarga cicuta del diarismo avieso, manipulador. Aceptan como si nada aquella vieja consigna de una empresa ya desaparecida: “¡Permítanos pensar por usted!”. ¿Recuerdas?

Es definitivo, en consecuencia, que los partidos políticos tradicionales en Venezuela fueron sustituidos  por los medios devenidos en organizaciones políticas. Es más, en factores de poder político y económico. Formulan la agenda y a ella deben ajustarse los políticos, los periodistas, los articulistas y columnistas de opinión, so pena de desaparecer. Sólo conozco un medio impreso en Venezuela que no aplica esa alcabala de terror, esa mordaza, esa censura pre y posterior a la emisión del mensaje, es el Diario Qué Pasa, de Maracaibo.

Esa actitud prepotente, devenida en perversa, forma parte y es ya causa común de los propietarios de los medios privados, para lo cual  exhiben, cual mariscales invictos, hechos punitivos que muestran omnipotentes. El intelectual Luis Britto García los desnuda y revela tal cual son en su obra: «Dictadura mediática en Venezuela, investigación de unos medios por encima de toda sospecha». Es así como descubre, con evidencias irrefutables, ejemplos de esos desafueros, cuando expresa que la televisión y la prensa dedican verdaderas campañas a los pronunciamientos de empresarios disidentes, opinadores y politiqueros de oficio, que denigran consuetudinariamente de las instituciones del Estado, con el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela como su blanco favorito. Lo vejan, lo insultan, lo degradan, humillan su familia, lo tildan de ladrón, de corrupto, de tirano, dictador…

Años ha que los medios privados renunciaron a los pocos espacios que dedicaban a la cultura, a los mensajes pedagógicos para niños y adolescentes; ahora la violencia es el denominador común de esos programas arrebatados a la ciencia y el saber.

A los dueños de los medios no se les escapan ni aquellos adláteres y conjurados que con ellos hicieron causa común. Un comentario hecho en privado, una infidencia a un compañero (a) de trabajo y revelado al mandamás, fue causal suficiente para que conductores de programas radiales y televisivos desaparecieran de medios que recogieron sus columnas de opinión durante años. Basta con mencionar a fablistanes y articulistas como: Earle Herrera, Igor Delgado Sénior, Roberto Malaver, Pablo Antillano, Rubén Monasterios, Luis Barrera Linares, Miguel Salazar, Luis Britto García, Régulo Pérez,  José Domingo “Mingo” Blanco, Orlando Urdaneta, Napoleón Bravo, Marta Colomina, Roland Carreño, Jorge Olavarría (+)… Y paremos de contar. Más de un millar de periodistas que prestaban servicios a esos medios, como El Nacional, El Universal, El Mundo, Globovisión, Venevisión, fueron despedidos entre los años aciagos de 2001 a 2006. Algunos de ellos renunciaron por el hostigamiento y la censura que les era aplicada.

Orlando Urdaneta desapareció de Globovisión por opinar refiriéndose a un programa televisivo: “Para estar allí hay que ser como ellos. ¿Y qué es una democracia sino disenso?”. En privado expresó lo que negaba en público y, refiriéndose a Barrio Adentro, comenta que Chávez: “además, por fin empezó a hacer lo que tenía que haber hecho desde hace tiempo, que es darle un poquito de cariño a la gente, ¿entiendes? Ahora si es verdad que hay un médico cubano en el barrio que te atiende las 24 horas del día, todos los días de la semana…nos ganaron”. Su espacio fue clausurado y se tuvo que ir del país.

Otro caso es el de Mingo, quien dirigió el espacio “Primera Página” en Globovisión. En una conversación telefónica privada confiesa a su madre lo que en realidad piensa de su empleador, Federico Alberto Ravell, y de los dirigentes oposicionistas a quienes éste le ordena convertir en próceres mediáticos e, implícitamente, lo que piensa de sí mismo al prestarse a tales maniobras, y del público que cree en ellas. Ravell lo despidió enseguida.

A Napoleón Bravo lo despidieron de Venevisión por el reclamo que hizo de ser objeto de sospecha de haber sustraído un video de Nitu Pérez Osuna y entregado al canal del rééééégimen. Jorge Olavarría reprocha en carta abierta a Gustavo Cisneros por haber sido vetado por Víctor Ferreres, debido a su queja por la prestancia que le daban a los militares  que se pronunciaban en Plaza Altamira. Murió en 2005 sin reaparecer en el canal.

Las anteriores son apenas algunas tímidas referencias a hechos concretos que demuestran que la libertad de expresión y de trabajo profesional por parte de los periodistas está censurada por los dueños de los medios Algunos optan por convertirse en mercenarios del periodismo.

*Miembro de Número de la Academia de Ciencias Económicas del Estado Zulia

cepo39@gmail.com



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César Prieto Oberto

Profesor. Economista. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Económicas del Estado Zulia. Candidato a Dr. en Ciencia Política.

 cepo39@gmail.com

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