Las Guerras del Opio (1839-1842 y 1856-1860) representan uno de los episodios más emblemáticos del imperialismo europeo en Asia, particularmente del Reino Unido contra la dinastía Qing de China. Estos conflictos surgieron de disputas comerciales centradas en el opio, una droga producida en la India británica, inicialmente exportada ilegalmente a China, donde generaba adicción masiva y desequilibrios económicos. El emperador Daoguang, alarmado por la crisis social y la fuga de plata, ordenó la destrucción de más de 20.000 cajones de opio en Cantón en 1839, liderada por el comisionado Lin Zexu. Esta acción provocó la indignación británica, que invocó la "libertad de comercio" para justificar la guerra.
La Primera Guerra del Opio (1839-1842) fue un enfrentamiento desigual. La flota británica, con buques de vapor armados con cañones modernos como los buques de guerra británicos de hierro, "HMS Nemesis", encargados por el «Comité Secreto» de la Compañía de las Indias Orientales, que superaba ampliamente a la obsolescente armada china, las campañas de guerra por parte de los invasores incluyeron la captura de la Isla Chusan (Zhejiang), y la marcha hacia Nankín.
Una de las principales causas de los conflictos, era que existía un desequilibrio comercial: China exportaba té, seda y porcelana, pero importaba muy poco, lo cual molestaba a los británicos, ya que china exportaba demasiadas especies, y los productos ingleses eran muy poco consumidos en China, entonces para revertir la balanza, Reino Unido impulsó de manera subrepticia el opio como mercancía, y llenó de opio a China, ya para 1838, estaban adictos millones de chinos y la problemática se extendía a todas las clases sociales, desde las élites hasta los más desfavorecidos. La introducción ilegal y masiva de opio, por parte de Gran Bretaña generó una crisis de salud pública y moral sin precedentes.
El consumo generalizado de opio devastó la salud de la población, causando un deterioro físico y mental generalizado. La adicción llevó a la desintegración de numerosas familias, con individuos gastando sus recursos en la droga, lo que a menudo forzaba a los miembros más vulnerables, como las mujeres pobres, a buscar medios de supervivencia en entornos precarios. Aunque la narrativa oficial a menudo culpaba a las clases bajas por la ineficacia y la falta de productividad, la adicción que había sido inducida por el Imperio Británico, era un problema transversal. Las casas de opio de bajos estratos, incluso servían como refugio para los sin techo, evidenciando la magnitud del impacto social.
El impacto económico fue igualmente devastador, exacerbando las dificultades preexistentes de la dinastía Qing. La masiva importación de opio invirtió el tradicional superávit comercial de China, resultando en un drenaje significativo de plata del país, para pagar la droga. Esto provocó una grave crisis monetaria y financiera, desestabilizando aún más la economía imperial. La fuga de plata y el aumento de los precios afectaron directamente a la población, contribuyendo a la pobreza extrema generalizada y al aumento de las tensiones sociales. La derrota obligó a China a legalizar el comercio de opio y a abrir varios puertos, al comercio extranjero, consolidando la dependencia económica y la pérdida de control sobre sus propias políticas comerciales y la soberanía territorial.
El Tratado de Nankín, firmado el 29 de agosto de 1842 entre los plenipotenciarios británicos, representados por Sir Henry Pottinger y chinos, fue el tratado de paz que puso fin a la Primera Guerra del Opio, entre Gran Bretaña y China, marcando el inicio de los "Tratados Desiguales", que sometieron a China, obligándola a ceder Hong Kong a Gran Bretaña a perpetuidad; abrir cinco puertos al comercio, para beneficio de los británicos: Cantón, Amoy, Fuzhou, Ningbo y Shanghái, poniendo fin al antiguo Sistema Cantonal, monopolizado por la Cohong, una organización de comerciantes chinos, autorizado por el gobierno central para comerciar con comerciantes occidentales en Cantón, antes de la primera Guerra del Opio.
El Gobierno chino, fue obligado a pagar una gran indemnización, 21 millones de dólares de plata, por haber destruido 20.000 cajones con opio; se establecieron aranceles comerciales fijos y bajos (aproximadamente 5%), inundando el mercado chino, con manufacturas británicas, y otorgar inmunidad legal (extraterritorialidad) a los británicos, facilitando la dominación económica extranjera; los súbditos británicos no podían ser juzgados por leyes chinas, sino por sus propios cónsules, lo que les otorgaba inmunidad legal.
China cedió derechos y soberanía a potencias extranjeras, iniciando un periodo de humillación y dependencia, creando un nuevo marco para las relaciones exteriores chinas, que duraría un siglo, lo que se conoce en la historia como el "siglo de la humillación" también conocido como los "cien años de humillación nacional", así se conoce en China al período de intervención imperialista, de las potencias occidentales, entre 1839 y 1949.
La Segunda Guerra del Opio (1856-1860), también llamada "Guerra de la Flecha Arrojadiza", surgió de los objetivos insatisfechos de Gran Bretaña, luego de la Primera Guerra del Opio (1842); buscaba mayor acceso comercial y diplomático, involucrando también a Francia, tras los incidentes como el ataque al barco Arrow, y la captura de diplomáticos británicos en China, siendo el pretexto que usó el Reino Unido para iniciar la Segunda Guerra del Opio, contra China, implicando la incautación por autoridades chinas, de un barco pirata (el Arrow) registrado falsamente como británico; el incidente escaló por las exigencias británicas de disculpas y compensación, llevando al bombardeo de Cantón y al conflicto armado por el control del comercio de opio en China.
El Arrow era un barco chino, previamente usado por piratas, pero que había sido revendido y registrado en Hong Kong, bajo control británico, aunque su registro había expirado. En octubre de 1856, oficiales chinos confiscaron el barco y arrestaron a parte de su tripulación, bajo sospecha de piratería, arriando la bandera británica. El cónsul británico en Cantón, Harry Parkes, exigió la liberación de todos los tripulantes y una disculpa formal, por el supuesto ultraje a la bandera británica, a pesar de las inconsistencias del registro del barco.
Las autoridades chinas liberaron a la mayoría, pero se negaron a las demandas completas, lo que llevó a una escalada diplomática, en represalias tomaron y saquearon el Palacio de Verano en Pekín, y lo quemaron por orden del Conde de Elgin. Esta acción más bien fue lo que hoy conocemos como un "falso positivo". El Reino Unido aprovechó el incidente para bombardear Cantón, iniciando la Segunda Guerra del Opio, un conflicto por el derecho a importar opio y mayores concesiones comerciales. La coalición anglo-francesa invade el norte de China con 20.000 soldados, que desembarcaron cerca de los Fuertes de Taku y avanzaron hasta Pekín,
La destrucción y saqueo, del Palacio de Verano en Pekín, fue uno de los actos de humillación más abominables, para los chinos, ya que el Palacio de Verano de Pequín representaba para los chinos, un valiosísimo patrimonio ancestral; era el corazón del poder imperial Qing, donde residía la mayor colección de tesoros artísticos y culturales que simbolizaban 5.000 años de civilización china, siendo un emblema de su grandeza y una residencia de verano para la corte, cuya destrucción en 1860, por tropas anglo-francesas, fue una humillación nacional y un profundo símbolo de la vulnerabilidad de China, ante las potencias extranjeras.
Las tropas aliadas, estuvieron conformadas principalmente por el Reino Unido y el Imperio Francés, con el apoyo diplomático e indirecto de los Estados Unidos y el Imperio Ruso, enfrentándose al Imperio Chino de la Dinastía Qing. Reino Unido buscando ventajas comerciales y territoriales, expandir su comercio, especialmente el opio, y asegurar concesiones. Francia También buscaba ampliar su influencia y privilegios comerciales. Estados Unidos aunque no participó directamente con grandes fuerzas militares, brindó apoyo diplomático y comercial.
Imperio Ruso, tuvo intereses en la región, aunque su participación fue más indirecta, negociando sus propios tratados con China, como el de Aigun (1858) y el de Pekín (1860), que despojaron a China de vastos territorios. En el tratado de Aigun Rusia forzó a China a cederle la orilla norte del río Amur (Manchuria Exterior), estableciendo una nueva frontera y abriendo el comercio, y el Tratado de Pekín, confirmó las ganancias de Aigun y añadió el territorio al este del río Ussuri, otorgando a Rusia el litoral del Pacífico y el puerto de Vladivostok, lo cual significó un enorme golpe territorial para China.
Francia, aliada con Gran Bretaña en la Segunda Guerra del Opio (1856-1860), desempeñó un papel significativo en la imposición de nuevas concesiones a China. Las motivaciones francesas eran una mezcla de intereses religiosos, económicos y coloniales. Francia se presentaba como protectora de los misioneros católicos en China, utilizando la muerte de uno de ellos en Guangxi, como pretexto para su intervención militar. Francia también buscaba expandir su influencia colonial en el sudeste asiático y obtener ventajas comerciales en China. Francia obtuvo derechos de misión y más tarde establecería su propia esfera de influencia, especialmente en el sur de China y en Indochina, utilizando la cláusula de nación más favorecida y la extraterritorialidad para proteger a sus ciudadanos y expandir su presencia.
Aunque Estados Unidos no fue un beligerante en las Guerras del Opio, rápidamente buscó asegurar sus propios intereses comerciales en China. Con Tratado de Wanghia (1844): Tras la Primera Guerra del Opio, Estados Unidos firmó este Tratado con China, el cual le concedió los mismos privilegios comerciales que a Gran Bretaña, incluyendo la cláusula de nación más favorecida y la extraterritorialidad, al igual que Francia.
Las guerras reflejaron la crisis de la Dinastía Qing, frente a las potencias occidentales, llevando a más conflictos y tratados desfavorables para China, como El Tratado de Tientsin (1858) y la Convención de Pekín (1860) cuyos participantes mayoritarios fueron: Reino Unido, Francia, Estados Unidos y Rusia, que obligaron a la Dinastía Qing, a firmar acuerdo que ampliaron las concesiones, aprobando la legalización del opio en China, la apertura de más puertos (como Hankow y Kiaochow), derecho de residencia extranjera en Pekín, tolerancia al cristianismo y cesión de la Isla de Kowloon a los británicos, expandiendo drásticamente la influencia occidental y marcando un salto cualitativo, en el debilitamiento del Imperio Qing, y la soberanía china, así lo detallan las fuentes consultadas. La Segunda Guerra del Opio fue una continuación de la primera, con estas potencias occidentales obligando a China firmar tratados favorables a los países invasores, tras la toma de Pekín y la quema del Antiguo Palacio de Verano, consolidando su dominio en la región.
Consecuencias Profundas y Duraderas. Las guerras aceleraron el declive de la dinastía Qing, conocida como el "Siglo de la Humillación". Económicamente, el opio se legalizó, devastando la salud pública (millones de adictos chinos) y drenando la economía china. Políticamente, los tratados desiguales erosionaron la soberanía, introduciendo extraterritorialidad a sujetos extranjeros exentos de leyes chinas, y esferas de influencia europeas, precursoras de la colonización japonesa en 1895 y la Rebelión de los Bóxers (1900).
La incapacidad de la dinastía Qing, para proteger a su nación frente a las potencias extranjeras, tuvo consecuencias políticas y psicológicas profundas como el debilitamiento del Gobierno Qing, La derrota y las humillantes concesiones, erosionaron drásticamente la legitimidad y la autoridad del gobierno imperial. Las Guerras del Opio marcaron el comienzo de un profundo sentimiento de humillación nacional y resentimiento hacia los extranjeros, lo que eventualmente alimentaría el surgimiento de movimientos nacionalistas chinos. La debilidad del gobierno central y el malestar social fueron factores clave en el estallido de grandes rebeliones, como la Rebelión Taiping (1850-1864), que causó millones de muertes y desestabilizó aún más el imperio.
El impacto devastador de estos eventos en la sociedad china y el papel crucial desempeñado por las potencias extranjeras: Francia, Estados Unidos, Alemania, Rusia y Japón. La derrota de China en las Guerras del Opio no solo significó pérdidas territoriales y económicas, sino que desencadenó una crisis multifacética, que transformó la nación de un imperio feudal a una sociedad semicolonial y a la vez semipedal. La ambición imperialista de estas potencias junto con la debilidad interna de la dinastía Qing, desmanteló la soberanía china, imponiendo una modernización forzada y dejó un legado de humillación que, paradójicamente, forjó los cimientos del nacionalismo y la determinación para el desarrollo de la China moderna.