Cuando Donald Trump llegó al poder en 2016, EEUU pasó a sofocar la "amenaza inusual" que según la administración de Obama Venezuela despertaba contra su hegemonía imperial en el continente. Pese a las diferencias de estilo retórico, entre ambos mandatarios no existe ninguna controversia frente a qué hacer con Venezuela. Obama con su Nobel de la paz, luego Biden y los demócratas andan como gato alrededor del plato caliente y la quieren acabar lentamente. Trump y los republicanos por su parte quieren acabar la amenaza inusual venezolana de manera fulminante con portaaviones y submarinos nucleares.
Aquí es interesante discutir qué es lo que el imperialismo estadounidense tipifica como una "amenaza inusual". Para una gran parte de los analistas, y el sentido común de activistas de izquierda en todas partes el motivo es exclusivamente colonial y tiene que ver con la apropiación de los inmensos recursos petroleros venezolanos. Estos analistas dirían que, en el caso de Chile, el golpe de estado a Salvador Allende tenía que ver con la explotación del Cobre. El golpe a Evo Morales en 2019 tendrá que ver con la explotación de las reservas de gas y de litio en Bolivia. Si seguimos en esa dirección el Bloqueo mercantil a Haití del siglo XIX tendría por objeto apropiarse de su producción de Café. El bloqueo a Cuba desde los 1960s sería por controlar su producción de azúcar; en Nicaragua sería por la producción de ganado y en El Salvador, el país más pequeño del continente sería por el control de las pupusas, o el oro -- que según se ha descubierto recientemente abunda en el país. En Colombia, que con el gobierno del Pacto Histórico se ha convertido en otra "amenaza inusual", el control sería por la exportación de café, carbón, ropa interior y frutas, y por supuesto la exportación de cocaína.
En este mapa de la geografía de la dominación del poder capitalista los países latinoamericanos y caribeños son depósitos de recursos primarios necesarios para sostener la cadena global de producción y reproducción del gran capital internacional. Los países latinoamericanos no son más que depósitos de cosas. A veces cosas bonitas como sus playas, sus selvas, sus montañas y sus riquezas biológicas. Como con África, Latinoamérica y el Caribe son un inmenso parque zoológico abierto para la extracción de bienes y safaris turísticos. El pensamiento de "las venas abiertas de América Latina" siempre será así de cosificante ante los ojos coloniales y también ante los ojos de esos analistas de "izquierda".
Para entender lo que realmente está detrás de la amenaza inusual en el Caribe, tenemos que ponernos unos lentes decoloniales. El bloqueo infernal de las potencias coloniales europeas contra Haití no se debió a la exportación de granos de café, sino a la emancipación de la población de piel café oscuro. Entonces, Haití amenazaba con construir un imperio republicano negro que invitaba a la abolición de la esclavitud y a derrocar los valores blanco surpemacistas en todo el hemisferio occidental. La Revolución Cubana era y sigue siendo una amenaza, por renunciar a ser un país burdel y un nido de narcotraficantes gringos para convertirse en el principal faro de inspiración antiimperialista y antirracista en el continente, en África y en el sur global. El golpe contra Allende fue un golpe contra la promesa de la primera gran revolución socialista, con la llegada al poder del gobierno de la Unidad Popular por las vías electorales burguesas. ¿Qué otra cosa sino ahogar este tipo de amenazas con golpes de estado contra lo que las mismas revoluciones en Argentina, Brasil y Uruguay representaban para la hegemonía imperial gringa?
Asi entonces, las revoluciones centroamericanas desde la Guatemala de Jacobo Árbenz, no fueron por los bananos, sino contra la nocion de la republica bananera instaurada por las compañías fruteras estadounidenses. Fueron por la dignidad, por la soberanía y la autodeterminación de estos pequeños, aunque de ninguna manera despreciables territorios que sus heroicas resistencias convirtieron en gigantes naciones. Con Venezuela la "amenaza inusual" contra la seguridad de los EEUU consiste en la construcción del estado comunal mas que en el petróleo, el oro y los minerales raros. Es en el país más urbanizado de las Américas donde las mujeres y gentes morenas desplazados por el extractivismo de la industria fósil, construyen el poder político y ejecutan las políticas de bienestar por sí mismos desde los barrios. La amenaza es un estado de bienestar y comunal sembrado por las manos del cuidado, del respeto y del amor. Esta inmaterialidad es incomprensible para los cartógrafos de valores materiales que encarna el pensamiento colonial cosificante.
La amenaza venezolana consiste en difundir su modelo de revolución comunal de autogestion antiracista, feminista, antiimperialista y popular en el resto del continente. Por eso para el imperialismo estadounidense es urgente asfixiar a la revolución bolivariana a como dé lugar. Desde que Obama la definio como una "amenaza inusual", lo hace a largo aliento, predisponiendo a la comunidad internacional a hacer lo mismo que con Haití y con Cuba. Para estatuar ejemplo ha adoptado mas de 900 medidas coercitivas y unilaterales que le impone seguir al resto de naciones, lanzado su consigna vacía, si siguen por ahí – por el camino revolucionario antiimperialista - "se van a convertir en otra Venezuela", como lo hizo en su época contra la amenaza de convertirse en otra Haití o en otra Cuba. La Venezuela que han bloqueado frenéticamente para ahogarla en el hambre y las carencias es una advertencia. Esta prohibida la organización, la emancipación, la dignidad, la autosuficiencia y la resistencia. Esta prohibida la independencia nacional y la autodeterminación de los pueblos. En el nombre del neoliberalismo está prohibida la verdadera libertad.
Los analistas de la derecha apelan siempre a los mismos valores materiales: a mostrar estanterías vacías, gente pobre buscando comida en las canecas de basura, mendigos abandonados a su suerte. Les encanta la pobreza; se deleitan exhibiéndola como el resultado de sus propias políticas y de su perverso ejercicio del poder. Por eso, cuando Gustavo Petro le plantó la cara a Trump, cuando le dijo al mundo que lo que Estados Unidos estaba haciendo con Palestina lo harían con todos nosotros. Y cuando el portaavienes y el submarino nuclear desplegados por el Caribe sur empezaron a bombardear pescadores con misiles como por juego para amedrentarnos. Y cuando Gustavo Petro le volvió a refregar en la cara a Trump que eran asesinatos extrajudiciales, y que Trump, Marco Rubio, Hegset y todo el Pentágono deberían ir presos por esos asesinatos. Y cuando le dijo a Trump en la Asamblea General de la ONU que Trump tenía como vecino a los narcos que no perseguía y con los que gobierna. Y cuando entendieron que Petro no quiere un segundo mandato, y que ya termina su carrera en el 2026, y que el Pacto Histórico, con Iván Cepeda y su propuesta de una revolución ética se avecina como vencedor para un segundo mandato. Y cuando ya perciben que esta vez la izquierda tendrá mayoría propia en el Congreso para desparamilitarizar el narcoestado que siempre ha estado arrodillado ante sus intereses imperiales. Y cuando ya entendieron que Colombia ya no será más eso que llamaban la "Israel de América", ese foco de narcoterroristas que exporta mercenarios tropicales a dar golpes de estado en Haití o a sumarse a las tropas que pelean por Ucraina. Entonces, ahí sí, Colombia también se convirtió en una nueva "amenaza inusual" para la hegemonía imperial en el hemisferio y a nivel global.
Hay un viraje descolonizador que muestra la diferencia entre la Colombia narcoparaca y la Colombia potencia mundial de la vida que proclama el Pacto Histórico con Gustavo Petro. Una Colombia que en lugar de ser el puente para la invasión a Venezuela, es otra vez la gran hermana del glorioso bravo pueblo venezolano. Esa Colombia que lidera la CELAC qye parió el liderazgo bolivariano de la era Chávez. Es ahí, en esa unidad, en lo que pueda emerger de esa unión entre un estado comunal en crecimiento y el nuevo estado popular de la revolución ética por la verdad, la justicia y la reparación contra el narcoparamilitarismo apoyado por EEUU. Es en la fusión descolonizadora entre los pueblos más revolucionarios del continente, reconectando a México y a Brasil, y a la refundación socialista en Chile y Uruguay, y los estallidos indígenas y populares en Perú y Ecuador, y los estallidos que se vienen en Argentina. Es ahí donde yace la amenaza inusual contra la hegemonía gringa en el continente y a nivel global. No, no son los chocolates o los aguacates, las arepas o el café, o los minerales raros, o el petróleo que Colombia o Venezuela y todos los países latinoamericanos y caribeños exportan.
Es la sociedad que allí se está levantando de la pesadilla colonial, neoliberal, misógina y racista. Son las gentes que se miran a los ojos bajo el lema "solo el pueblo salva al pueblo" y resisten "hasta que la dignidad se haga costumbre". Es la revolución socialista lo que les aterra. Es hora de que hablemos de eso, de lo que la gente hace y és, porque eso es lo que también se levanta en los EEUU. Es la hora de los puebos. Esa es la "amenaza inusual" contra ‘la seguridad nacional’ también dentro de los estados unidos.
Juan Velasquez Atehortua
Profesor universitario en Suecia y aRtivista audiovisual por Venezuela
juanfervelasquez63@gmail.com