La esperanza y el olvido

Sí, ¡había esperanza! ¡Había vida! Es

decir, había esa mismidad que es la vida y la esperanza. En su último momento, en el de su muerte, de manera confusa se daba cuenta que la esperanza no era para su agonizante e insignificante vida; ¡era para La Vida! ¡Esperanza de vida más allá de esta vida!

Ramsés Fuenmayor

"Escribe nuestros nombres, te lo ruego, te lo suplico, en tus paredes, en tus libros, en tus oraciones. Grábalos en piedra, antes de que se desvanezcan en polvo"

Ezzideen Shehab

El pueblo de Gaza ha luchado con toda la fuerza que emana de su esperanza y fe en la humanidad. Los palestinos han gritado a los cuatro vientos pidiéndonos auxilio; lo han intentado todo con lo poco que tenían.

El Israel de hoy —una maquinaria sádica y psicópata de terror industrializado— no les ha concedido tregua. Este régimen de ocupación y exterminio se deleita con la tortura metódica de un pueblo entero, cebándose con extrema crueldad en todos, incluso en los niños.

Luego de dos años de genocidio, el monstruo sionista está logrando consumar el objetivo último que persigue su obra de carnicería y descuartizamiento: quebrar lo humano, lo profundamente humano, que anida en el pueblo palestino; está venciendo su esperanza y voluntad de vivir.

Sí, la esperanza se desvanece en estos hombres, mujeres y niños que ya sólo atinan a escribir sus últimas palabras en testamentos urgentes, destinados a ser leídos después del martirio final. Todos sus escritos postreros expresan un último deseo: «No nos olviden». «Recuerden nuestros nombres». «No permitan que el mundo olvide lo que aquí nos hicieron». Son palabras cargadas con una esperanza de vida más allá de esta vida.

En Gaza todavía sobrevive más de millón y medio de personas en condiciones extremas. El monstruo sionista no cesa de torturarlos y asesinarlos, cada día, cada hora, cada minuto. Es claro que estos psicópatas están perpetrando una limpieza étnica, los muy aberrados lo confiesan abiertamente y con inflado orgullo.

¿Cómo podemos seguir permitiendo esta barbarie? ¿Cómo podemos seguir mostrando indiferencia ante la obra sanguinaria de estos genocidas y sus miserables cómplices? ¿Por qué el silencio de tantos? Ese silencio no nos pone a salvo, por el contrario, nos condena.

Desde la profundidad del infierno, Ezzideen Shehab, nos lo recuerda:

Y sin embargo, incluso mientras escribo, a través de las lágrimas que me ciegan, algo permanece. Un silencio. Un silencio más pesado que la piedra, más pesado que las tumbas, más pesado incluso que la mirada de Dios. Un silencio que devora el llanto, que ruge más fuerte que todos los gritos juntos. Ese silencio no morirá. Te perseguirá. Perseguirá al mundo. Perseguirá al mismísimo Dios.

¿Y qué podemos hacer nosotros?

Lo que debe hacer el testigo de un crimen: denunciarlo. ¿Ante quién? Ante todos los que se pueda. Luchar contra el silencio que quieren imponer los criminales y sus aliados; no alimentar sus economías, no apoyar sus políticas, no votar por ellos, criticarlos duramente y mostrar la magnitud de sus crímenes, combatir las mentiras cínicas de sus operadores mediáticos. Apoyar a todas las instituciones, personas y organizaciones que luchan para salvar a los palestinos.

¿Que eso de nada servirá? Puede que no, pero debemos intentarlo, tenemos la obligación moral de hacerlo; el silencio ya no es una opción, urge salvar lo que queda del pueblo palestino, ellos ya no pueden luchar más. Si no combatimos por ellos, ¿quién carajos lo hará? Encarnamos su última esperanza de vida. No permitamos el olvido.

Akbar Fuenmayor. Pediatra. Venezuela agosto 2025



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