Siria

Lo que se vive hoy en Siria recuerda lo que paso en Libia en el 2011, con el derrocamiento de Gadaffi; pero también lo de la invasión a Irak, en 2003, y la caída de Saddam Hussein.

A propósito de lo de Siria y las similitudes con Libia y antes Irak, circula en X el relato de un iraquí que entre otras cosas dice “Yo derribe la estatua de Saddam y me alegre de la caída de su régimen, pero ahora es peor, solo hay corrupción, saqueos y matanzas, antes había un Saddam, ahora hay mil. EE UU y Reino Unido nos destruyeron y nos han llevado a la Edad Media”. Este conmovedor relato de Kadhim al-Jabbouri, recrea el drama que viven hoy la mayoría de los “opositores” a los regímenes imperantes que creyeron en el falso relato de la lucha por la libertad y la democracia en sus países.

Al día de hoy los medios occidentales no mencionan a Libia y menos a Irak, ni menos los procesos de destrucción a los que han sido sometidos estos países después de las caídas impuestas a sus “regímenes tiránicos”.  

Es claro que 24 años continuos en el poder, como en el caso de Bashar al Assad, es tiempo más que suficiente para que los “promotores de la democracia y la Libertad” en el mundo, dispusieran (e impusieran) un cambio de “régimen”, especialmente si el gobernante mantenía un control pleno de los recursos del país y este está enclavado en una zona geográficamente estratégica, caso de la Republica Árabe Siria. No podemos obviar que Bashar había sucedido a su padre Hafez al-Assad, quien ostento el poder en el país desde el año 1970 hasta su muerte (2000). 

 

Seria incomprensible que en Siria no existieran presos y especialmente presos políticos. Imposible que un gobierno, desde 2011sometido a las llamadas “revoluciones de colores”, no haya recurrido al encarcelamiento de opositores no pacíficos como respuesta a quienes de manera violenta apostaban a derrocarlo. Lo que esta oficialmente confirmado es la falsedad del mito de la “cárcel de Sednaya”, según el cual en ese lugar había miles de personas atrapadas en celdas ocultas entre sótanos. Los miles de mensajes que circularon, en las RRSS, denunciando la existencia de miles de prisioneros del régimen en Sednaya quedaron desmentidos por la Defensa Civil Siria. De donde no se podrá revertir nunca esto es del imaginario de los millones de personas, en el mundo entero, que fueron persuadidas de las “atrocidades” del “carnicero de Damasco”. 

Operaciones psicológicas se le llama a esto y da resultados favorables a quienes las aplican. No hay manera de convencer hoy a mi vecino, que vio a través de las redes y de los medios las “atrocidades del dictador sirio”, que todo ha sido parte de estas operaciones que justifican la caída de un tirano.   

Hoy es más claro, por si alguno llego a dudarlo, que el gobierno de Assad pudo mantenerse más allá de 2015 como resultado del apoyo militar y político de los rusos, de Irán y de Hezbolla. No porque necesariamente el gobierno de Al Assad fuera tiránico y dictactorial, según el relato oficial occidental impuesto, sino por lo que representa este territorio y su control para sus poderosos enemigos.   

Algunos “tendenciosos” desempolvaron viejas declaraciones del General estadounidense Wesley Clark, quien afirmo, por el 2003, “Vamos a acabar con siete países en cinco años, empezando por Irak, y luego Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y, para terminar, Irán”. Es verdad que han pasado 20 años y aun no han alcanzado plenamente su objetivo, pero más allá del detalle del tiempo, es más que evidente que se acercan cada día al final previsto, en cuanto acabar con países no alineados con los Estados Unidos.

No faltan quienes se empeñan en opacar la caída de Al Assad y del “régimen criminal” de 54 años, señalando al líder de HTS, Abu Mohamed Al Jolani, de fundamentalista por pertenecer a los yihadistas y por su pasado por Al Qaeda, aunque el “nuevo gobierno” sirio ya dejo clara sus pretensiones de adoptar el modelo de “libre mercado” basado en la competencia a los fines de superar el modelo de economía estatal controlada, donde impero la corrupción durante décadas.

Desde los más de 10.000 km de distancia que nos separan de los hermanos sirios no nos queda más que desearles que la llegada de la “libertad y democracia” a su país no le signifique lo que a Irak y a Libia. Que puedan continuar existiendo como Nación y que, a pesar de sus diferencias, los poderosos no los conviertan en fracciones, manipulables al antojo de sus designios e intereses. 



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Carlos Luna Arvelo


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