Cambio climático: prepararse para el colapso

No quiero que tengas esperanzas, quiero que entres en pánico

Greta Thunberg

La significativa frase de la joven activista sueca con la que doy inicio al presente texto apunta a un problema clave. En un muy buen artículo ("Secheresse, canicule et Revolution". pressegauche.org, 13/08/2022), el investigador belga Carlos Tanuro afirma, refiriéndose al cambio climático, que "Todo tiene su lado positivo: ahora todo el mundo es consciente de la extrema gravedad de la situación y del terrible peligro al que nos enfrentamos". Lo siento, pero no es cierto: una cosa es saber que existe un problema y una muy otra es tener conciencia de su dimensión. Esta última posibilidad está negada al menos para la mitad de la humanidad, aquella que se inscribe en los índices de pobreza, que alcanza la espantosa cifra de 4.600 millones de seres humanos, gente que no suele estar informada de los pormenores necesarios para "entrar en pánico" por la amenaza del cambio climático. En este caso aplica la frase que expresa un personaje de la obra Opera de tres centavos (Dreigroschenoper) de Bertolt Brecht: "Erst kommt das Fressen, dann kommt die Moral" (Primero viene el tragar, después la moral). Una de las ventajas de la pobreza para los poderes fácticos es que conlleva la desinformación, pues las preocupaciones de lo inmediato hacen superflua cualquier inquietud estratégica.

Un informe global de 2015 del Pew Research Center halló que una media de 54% de las personas considera al cambio climático como "un problema muy serio" (solo la mitad de la población mundial), pero la dificultad sigue siendo no solo la distancia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace, sino además las diferencias regionales significativas. Es notable que los ciudadanos estadounidenses y chinos, cuyos países son responsables por las mayores emisiones anuales de CO2, estén entre los menos preocupados por el asunto. Los que dicen ser más conscientes del problema son los europeos, mientras los más despistados son los americanos y los africanos, precisamente los más vulnerables.

Otras afirmaciones del artículo citado me convocan al análisis, la mayoría de ellas contando con mi acuerdo. Tanuro define con agudeza varios problemas. Después de referirse con alarma a "las espantosas imágenes del río Po seco, el Loira reducido a un hilillo, el Támesis seco en su nacimiento y a más de ocho kilómetros, el Rin tan bajo que la navegación se ha hecho imposible", y de dar noticia de diferentes alertas asomadas por acreditados científicos, el articulista afirma que "No es necesario insistir en esto: el clima futuro es más amenazante que nunca. Las luces parpadean en rojo, y es probable que los más pobres y vulnerables se vean muy afectados", y también: "no podemos limitarnos a exigir medidas radicales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero: estas medidas son obviamente indispensables, ¡más que nunca! pero deben combinarse con una política inmediata y muy concreta de adaptación al calentamiento observado y previsible". Esta última afirmación la comparto en toda su extensión.

Refiriéndose al más reciente informe del Segundo Grupo de Trabajo del IPCC, Tanuro asienta que "su enfoque se centra en los responsables de la toma de decisiones a los que pretende convencer, no en los movimientos sociales y sus luchas. Pero es de estos movimientos sociales de quienes depende todo, no de los gobiernos". Esto es una verdad a medias. Ciertamente, está harto demostrado que los gobiernos, y en general los poderes fácticos, no parecen capacitados para enfrentar el cambio climático, encerrados como están en sus luchas por el poder, sus ambiciones geopolíticas, sus carreras armamentistas, sus complicidades intelectuales, sus ganancias materiales en el caso de las corporaciones capitalistas. Pero, ¿realmente las soluciones dependen de los movimientos sociales por sí mismos? Pienso que no.

Es verdad, una revolución mundial de masas podría presionar a los poderes fácticos para que cambien con urgencia sus políticas de cara al cambio climático y pasen del "bla, bla, bla" (excelente consigna que coreaban los miles de manifestantes que protestaban en Glasgow en noviembre de 2021 durante la cumbre COP26) a las acciones contundentes e inmediatas que se requerirían. Pero una revolución mundial tal, con la fortaleza necesaria, no está ni cerca por ahora y el tiempo se agota, mientras los gobiernos y los poderes fácticos en general siguen enredados en sus acciones burocráticas e ineficaces, cuando no hipócritas y oportunistas.

Tanuro presenta una retahíla de recomendaciones de acciones indispensables para frenar el cambio climático, sin duda razonables, pero también tan numerosas y ambiciosas, que más bien tienden a fortalecer mi desesperanza: por el camino que vamos, no se va a cumplir ni la mitad de esas recomendaciones, por más justas que sean. En ese sentido, Tanuro agrega una frase que me resulta clave: "Sin este remedio anticapitalista, será rigurosamente imposible respetar las limitaciones climáticas explicitadas por los científicos". Estoy de acuerdo con él, aunque no con la propiedad de ese "remedio". Precisamente, como ese "remedio" no está al alcance de nosotros, el colapso de la civilización tal como la conocemos, debido al cambio climático y otras amenazas, se me antoja irremediable. Me explicaré.

El capitalismo, al contrario de lo que pregonan algunos marxistas y progresistas, no está en una crisis terminal, sino en una crisis de crecimiento, en una etapa de reacomodo. Los grandes experimentos socialistas del siglo XX se devolvieron hacia formas inocultables de capitalismo, hablo de Rusia (y de la Unión Soviética) y de China, hoy grandes potencias capitalistas que compiten por el dominio geopolítico del mundo. Otros experimentos, como Vietnam, Cuba y Venezuela ya han emprendido ese camino de regreso al poder del capital. El progresismo latinoamericano, que fue fundado por líderes como Chávez, Kirchner, Lula y Evo, se está moviendo cada vez más hacia el centro del espectro político y dejando de lado el empeño por la "construcción del socialismo". A esto agrego que todos los gobiernos están empeñados en proyectos económicos productivistas. El gobierno pesuvista en Venezuela, por ejemplo, asume el plan de Chávez de convertir al nuestro en un "país potencia" y privilegia las alianzas con el capital nacional e internacional, en una perspectiva clásicamente productivista. Lamentablemente, el caso venezolano no es aislado ni excepcional, más bien reproduce la tendencia mundial, en la actual crisis de crecimiento capitalista. El proyecto chino de la franja y la ruta es claramente productivista y además revela las intenciones expansionistas del capitalismo chino, en competencia por el dominio de los recursos naturales del planeta, con énfasis en el control de las rutas terrestres y marítimas vinculadas a la producción de petróleo, lo cual contradice el discurso ambientalista de sus autoridades. Es el manido caso de quien destruye con los pies lo que hace con las manos.

Tanuro es insistente en su teoría de que la victoria humana sobre el cambio climático está vinculada directamente a los objetivos marxistas: "Es una necesidad objetiva: debemos producir menos, trabajar menos, transportar menos, compartir la riqueza y cuidar cuidadosa y democráticamente de las personas y las cosas. En otras palabras, debemos romper la máquina productiva capitalista". Una de las causas de las derrotas y contrariedades de los marxistas es su afición por la irrealidad. No hay ninguna posibilidad inmediata de "romper la máquina productiva capitalista". Es una máquina que está a todo dar, a pesar de que se escuchan los traqueteos de sus tornillos flojos y sus engranajes oxidados. Pero mismos gobiernos catalogados como izquierdistas, se han convertido en operarios que colaboran en la reparación y el aceitado de esta máquina para que siga produciendo.

La propensión de los marxistas hacia el idealismo utópico es reafirmada por Tanuro en el párrafo final de su artículo, que es la guinda que no podía faltar en la torta de un marxista: "Fuera de una orientación ecosocialista, internacionalista y feminista, no habrá salvación. Organicémonos para decirlo y actuar en esta perspectiva, más allá de las fronteras, los campos y los bloques. En resumen, es hora de atreverse a ser revolucionario". Justo es reconocer que hay sectores minoritarios del marxismo que están asumiendo los señalamientos científicos, como los que militan en el movimiento autodenominado "marxismo colapsista". En su página Web (marxismoycolapso.com) se afirma que: "La Revolución ha muerto. El Socialismo moderno ha fracasado y el comienzo de una era post-moderna de colapso civilizatorio y derrumbe social planetario es inevitable (…) Ni la globalización económica, ni la tecnología, ni la planificación socialista de la economía pueden así evitar lo que, si se tiene en cuenta la real gravedad que poseen las actuales crisis ecológica y energética, se presenta hoy como ineludible: el pronto colapso de la sociedad contemporánea". Este movimiento integrado por reconocidos intelectuales marxistas, considera la necesidad de replantear las estrategias marxistas para luchar por una especie de socialismo post apocalíptico.

Con todo respeto por Tanuro, este intelectual evidentemente trabajador y bien intencionado, creo que su sueño de destrucción del capitalismo se va a quedar en el aparato. Como dije en algún otro texto, no tenemos tiempo para esperar que la izquierda mundial se ponga de acuerdo en cómo acabar con el capitalismo y para lo que parece aún más difícil: cuál sería la fórmula para llevar sus experimentos "socialistas" a un punto de no retorno, el cual se convierta en la inflexión que impida que el capitalismo vuelva a tomar el rábano por las hojas, como suele suceder.

El capitalismo no necesita quien lo destruya. Se está destruyendo a sí mismo en su camino hacia el barranco final, el peligro es que en esa caída nos arrastre a todos y la especie humana se extinga sin pena ni gloria, o nos veamos sometidos a largos e inenarrables sufrimientos. Y es aquí donde paso a considerar las propuestas preparacionistas (del inglés preppers).

El preparacionismo es definido como un movimiento individual y grupal que se prepara activamente para situaciones de emergencia, incluidas perturbaciones del orden social o político, extravíos en entornos naturales, desastres climáticos, guerras, etc. Se hace hincapié en la autosuficiencia, el almacenamiento de suministros, y la adquisición de conocimientos y técnicas de supervivencia, formación médica de emergencia y de autodefensa, así como construcción de refugios.

Los preparacionistas existen desde comienzos del siglo XX, inspirados por las crisis económicas, las guerras y el caos social. Muchos actúan con base en anuncios proféticos del fin del mundo (como el Día del Juicio Final) o ante supuestas amenazas alienígenas. Hay movimientos religiosos que son preparacionistas, como la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días o los devotos de Mahikari, un culto religioso japonés. En la actualidad, los dos motivos principales por los que hay individuos y grupos preparándose para sobrevivir son la posibilidad de una guerra nuclear y el cambio climático.

En Suecia, el preparacionismo se ha puesto en boga como consecuencia de la guerra en Ucrania y las amenazas del cambio climático (recordemos que Greta Thunberg, una de las principales líderes mundiales de la lucha contra el cambio climático, es de nacionalidad sueca). Entre las más recientes medidas del gobierno de Suecia ante temores de conflagración bélica, están el restablecimiento del servicio militar obligatorio en 2017 y la solicitud de adhesión a la OTAN, con la cual el país rompió con dos siglos de política de neutralidad con respecto a alianzas y bloques militares. Pero más allá de estas consecuencias políticas, lo que quiero destacar es que el gobierno sueco ha iniciado un proceso de educación de la población en cuanto a medidas preparacionistas, que apoyan la cada vez más frecuente incorporación de sectores de la población a medidas de preparación para afrontar situaciones extremas.

El colectivo que se reúne bajo el cobijo de la página Web colapso.org ha fomentado la creación de grupos preparacionistas que puedan sobrevivir en las condiciones catastróficas generadas por el cambio climático.

Tanuro afirma que "Esta protección de las poblaciones es, en teoría, la tarea constitucional básica de cualquier gobierno, de cualquier Estado". De acuerdo, por ello considero que en el caso de Venezuela el Estado debe iniciar un proceso de educación, sobre todo de los niños y los jóvenes, en técnicas de supervivencia y comenzar a preparar a la población para subsistir en medio del previsible colapso de servicios públicos, escasez de alimentos y agua, sequías, inundaciones, olas de calor y otras consecuencias que serían generadas por el calentamiento global. Hablo de privilegiar a niños y jóvenes para la educación en estas técnicas porque no creo que las personas mayores de 40 años vayamos a vivir las peores consecuencias del cambio climático, que probablemente comenzarán a sentirse con mayor fuerza hacia finales de este siglo.

La preparación para la supervivencia no es sencilla. Necesitaría la acción coordinada de Estado, comunidades e individuos para ser efectiva, la inversión de importantes recursos y la toma de conciencia general sobre la amenaza del cambio climático. Pero si comenzáramos desde ahora tendríamos tiempo suficiente para morigerar los efectos del colapso en los sectores más vulnerables, y tal vez aportaríamos a la posibilidad de crear grupos humanos capaces de sobrevivir al colapso y garantizar la continuidad de la especie humana.

Es bueno aclarar que las acciones preparacionistas no tendrían que colidir con las iniciativas que ya se están adelantando para incidir en la disminución de emisiones de los gases de invernadero, y el debate y aprobación de instrumentos legales que contribuyan a esos fines y al cumplimiento de nuestros compromisos internacionales en la materia.

Mis esperanzas de que estas ideas mías sean tenidas en cuenta no me resultan especialmente plausibles. Pero es mi deber difundirlas, a pesar de las dudas que me embargan.

 



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Néstor Francia


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