Bueno será, que le indique los puntos que deseo tenga más presentes

—Pobre España: "Sí, subida fue sueño esplendido en que se desató con generosa braveza, atropelló cuanto se le puso delante, arrojó por el balcón a quienes no le daban gusto y se vio luego otra vez en la caverna".

Los medios de información nada dicen de la vida silenciosa de los millones de hombres y mujeres sin historia que a todas horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol y van a sus tierras a proseguir la oscura y silenciosa labor cotidiana y eterna. Esa labor que como la de las madréporas suboceánicas echa las bases sobre que se alzan los islotes de la Historia. Sobre el silencio augusto, decía, se apoya y vive el sonido; sobre la inmensa Humanidad silenciosa se levanta bulla en la Historia. Esa vida intra-histórica, silenciosa y continua como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna, no la tradición mentida que se suele ir a buscar al pasado enterrado en libros y papeles y monumentos y piedras.

Y por sentido de justicia, más que por ternura, y no poco acaso por hazaña, come en el mismo plato con el gafo. Caridad típica también la de aquel arrebatado y agresivo padre Las Casas, que, vuelto en sí al leer un día de Pascua el capítulo XXXIV del Eclesiástico, se dedica a protector de los indios y, más aún, a violento fiscal de sus compatriotas. Y con él, su Orden, la que con más brío predicaba en Europa cruzadas contra los herejes, amparaba y defendía en América a los pobrecitos indios, vírgenes de herejía. Caridad de ir a salvar almas desatándolas de sus cuerpos. "Quien bien te quiera te hará llorar". Caridad de espada y de igualdad. La mismas caridad tierna y compasiva de Francisco de Asís se trueca en ardiente y belicoso ordenancismo en el español (portugués) Antonio de Padua.

Porque los demuestra a todos (los elementos) amistados entre sí, y puestos en orden y abrazados, como si dijésemos, unos con otros, y concertados en armonía, y respondiéndose a veces, y comunicándose sus virtudes, y pasándose unos en otros, y ayuntándose y mezclándose todos, y con su mezcla y ayuntamiento sacando de continuo a luz y produciendo los frutos que hermosean el aire y la tierra.

¡Ciencia! Ciencia humana anhelada, el día en que volar de esta cárcel y en que "el mismo que se junta con nuestro ‘ser agora’ se juntará con nuestro entendimiento entonces", expresando así, cual mejor no se puede, cómo es el fin de aquélla traer a consecuencia lo que ésta lleva velado en su seno. Con la vista en el cielo suspiraba "contemplar la verdad pura" y ciencia humana, saber cosas acerca de las cuales no sería examinado en el día del juicio. Sed de saber puro, no enderezado, como la unión carnal, a sacar a luz un tercero, sino saber que dé paz de deleite, unión para "afinarse en ser uno y el abrazarse para más abrazarse".

¡Claridad! ¡Bendita claridad que al matar lo indeterminado, lo penumbroso, lo vago, lo informe, mata la vida! ¡Nada de organismos vivos con las entrañas al aire, entrañas en que apenas se logra ver claro; nada de esto! ¡Vengan esqueletos o pellejos rellenos de paja, como los que constituyen las viejas colecciones de los gabinetes de historia natural! La cosa es tener cien, mil, dos mil fichas y saber barajarlas de todas maneras, porque así se obtienen casi infinitas combinaciones; pero que cada ficha esté bien recortada y definida, no sea que se nos vaya de las manos.

—Un mezquino sentido toma por la casta íntima y eterna, por el carácter de un pueblo dado, el símbolo de su desarrollo histórico, como tomamos por nuestra personalidad íntima el yo que ella nos refleja el mundo. Y así se pronuncia consustancial a tal o cual pueblo la forma que adoptó su personalidad al pasar de la libertad al de la historia, la forma que le dio el ambiente.

—¡Dogma, siempre dogma! ¡Soluciones concretas! Démonos prisa, resolvamos los problemas del pueblo. "¿De dónde vienes? ¿Adónde vas? ¿Cómo te llamas? ¿Doctrinas concretas, qué soluciones nos traes? ¿Cuál es tu dogma?" ¡Váyase a tomar el fresco, que buena falta le hace!

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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