El otro Nicolás: revisitado y explicado a los niños (I)

"La historia está tironeada no sólo por los grandes acontecimientos, sino también por ciertas grandes obras políticas que, más de una vez, o más o menos a largo plazo, han contribuido a la preparación de estos acontecimientos"

Jean-Jacques Chevallier

"¿Cuál será el verdadero Maquiavelo? ¿El teórico de El Príncipe, o

tal vez el "republicano" y "popular" de Los Discursos?

Héctor Zamitiz Gamboa

"El resultado final de la actividad política guarda una relación absolutamente inadecuada, y frecuentemente incluso paradójica, con su sentido originario"

Max Weber

"Maquiavelo tenía razón: hay que tener valores, pero eso no basta",

Merleau-Ponty

Maquiavelo murió hace casi 500 años, pero su nombre sigue vivo como sinónimo de astucia, de duplicidad y el ejercicio de la mala fe en los asuntos políticos. Maquiavelo—nombre propio universalmente conocido, que habría de proporcionar a las lenguas modernas un sustantivo, maquiavelismo, y un adjetivo calificativo, maquiavélico— evoca una época, el Renacimiento; una nación, Italia; una ciudad, Florencia; y, en fin, al hombre mismo, al buen funcionario florentino que, con toda inocencia, con perfecta ignorancia de su extraño porvenir, llevaba ese nombre de Maquiavelo, destinado a la reputación más brillante y más equívoca. Su desinterés frente a los juicios morales y su carencia de prejuicios son bastante notorios, contribuyeron más a su fama que a la comprensión de sus obras, porque la mayor parte de sus lectores, entonces como ahora, estaban demasiado escandalizados para leerlo con propiedad.

En la historia de la Filosofía Política hay, al menos, un lugar común: Maquiavelo es el primer filósofo político moderno. Pero cuando se trata de explicar esta afirmación, las interpretaciones se multiplican. Maquiavelo nunca desarrolló una teoría acabada, ni siquiera propuso una concepción global del cuerpo político. ¿Por qué entonces puede considerársele uno de los fundadores de la ciencia política moderna? Maquiavelo, como Jano, presenta más de un rostro. Para los unos, su innovación fue descubrir la autonomía de la política frente a la moral, revelar una racionalidad específica del campo político, sentando así las bases de una ciencia o, al menos, de una técnica del poder. Para los otros, su mérito es contrario; Maquiavelo habría establecido una nueva ética social, diferente de la medieval, acorde con el individualismo moderno. Ambas lecturas pueden fundarse en sus textos. La primera acude sobre todo a El Príncipe, la segunda, a Los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, pero una y otra pueden referirse a la totalidad de sus escritos. Porque su obra está atravesada por la tensión entre dos discursos. Uno sobre el poder real, otro sobre el bien común. En muchos aspectos, estas son dos obras contrapuestas. La primera versa sobre los principados y la segunda sobre las repúblicas.

Las dos obras exponen ideas políticas totalmente contrarias. Mientras que El príncipe representa un manual para el gobierno autoritario y monárquico, realzando la figura de un gobernante fuerte, Los discursos sobre la primera década de Tito Livio constituye una verdadera alabanza al régimen republicano de gobierno. Estas contradicciones en su obra pueden ser debido a dos factores: el primero es que sea por motivos de conveniencia ya que las escribe durante su exilio de Florencia y el segundo es que El príncipe sea su visión realista de la vida política tras años de experiencia constatando la necesidad de un poder fuerte y "Los discursos sobre la primera década de Tito Livio" sea su visión ideal de cómo debía ser y estar gobernada la sociedad en una república en la que el pueblo participara y las leyes se tomaran en beneficio del mismo.

II. Maquiavelo: un pensador de la inquietud ética en politica

En El príncipe (escrito en 1513 y publicado en 1532), Nicolás Maquiavelo (1469-1527), propone una teoría de la acción con consideraciones antropológicas y consecuencias en el plano tanto de la ética como de la filosofía política. La leyenda del "maquiavelismo" tiende a hacer de Maquiavelo 1) un apologista de la omnipotencia de la voluntad del príncipe, y 2) un autor cínico e inmortal. El Príncipe, que más que una manifestación del espíritu del renacimiento y una obra maestra de la literatura universal, es un texto fundador de las ciencias políticas modernas.

Otros ven en él un pensador de dos aspectos: la fragilidad de la acción humana y la inquietud ética en política. Maquiavelo aprehende la cuestión de la acción a través de los juegos de la fortuna y la virtú.

La fortuna remite a las condiciones objetivas de la acción, tanto del lado de las circunstancias independientes de nuestra acción (naturales o históricas) como de los recursos acumulados en tal o cual campo. La virtú se orienta a la habilidad, la capacidad subjetiva para hacer fructificar la fortuna, apoyarse en las circunstancias favorables (aprovechar la oportunidad) o salir al paso de las circunstancias desfavorables. Para Maquiavelo, el encuentro entre ambas es lo que va a explicar el curso de las circunstancias independientes de la voluntad y de las opciones unidas al libre albedrío. Hay así márgenes de maniobra para una acción humana que resulta frágil, que no es omnipotente. Simbólicamente, Maquiavelo parte en dos la diferencia:

"Para que nuestra libre voluntad no quede anulada, pienso que puede ser cierto que la fortuna sea árbitro de la mitad de las acciones nuestras, [pero que] la otra mitad, o casi, nos es dejada, incluso por ella, a nuestro control" (El Príncipe ,XXV)

III. El otro Nicolás

La inmensa mayoría de los lectores de Maquiavelo únicamente conocen su obra más difundida, que no es otra que El príncipe. Sin embargo, solo se puede tener una visión completa del pensamiento del florentino si prestamos atención, como mínimo, a otra de sus obras fundamentales sobre teoría política: Discursos sobre la primera década de Tito Livio.

En muchos aspectos, estas son dos obras contrapuestas. La primera versa sobre los principados y la segunda sobre las repúblicas.

La primera tiene como tema central el mantenimiento del poder absoluto y la segunda, la libertad. La primera confía plenamente en el brazo armado del Estado, la segunda pone más énfasis en el imperio de la ley. La primera se escribió sin interrupción en unos pocos meses, mientras que la redacción de la segunda se prolongó durante varios años. La primera se escribió frenéticamente con un fin práctico; la segunda, en cambio, la firmó reposadamente un autor que ya se había hecho a la idea de que su retiro de la vida pública sería mucho más prolongado de lo que hubiera deseado.

La dedicatoria de la segunda obra contiene una poco velada referencia al Maquiavelo de la primera, algo que supone una saludable muestra de que el fino humor del florentino no lo respetaba ni a sí mismo. Al dedicar la obra a unos buenos amigos de los Orti Oricellai, los jardines donde se reunían los más destacados humanistas republicanos, asegura que lo hace por apartarse "de la costumbre en los escritores de dedicar sus obras a príncipes, cegándoles la ambición o la avaricia hasta el punto de elogiar en ellos todo género de virtudes, en vez de censurarles todos los vicios" y, culmina diciendo que ha elegido "no a los que son príncipes, sino a quienes por sus infinitas buenas cualidades merecen serlo", no a los que podrían conseguirle "empleos, honores y riquezas, sino a los que quisieran hacerlo si pudiesen" (‘Discursos, dedicatoria). Al mismo tiempo, EI príncipe y los Discursos son dos obras en muchos puntos complementarias. Para empezar, la segunda es un comentario muy libre a los primeros diez años relatados por Tito Livio en 'Historia de Roma, aquella magna obra que su padre consiguiera a cambio de trabajar en un índice de lugares. Su análisis y los ejemplos que aduce vienen a sumarse al amplio conjunto que ya había empleado con anterioridad en El Principe. En segundo término, en los Discursos Maquiavelo se ocupa de las repúblicas, el régimen que descartó tratar en el primer capítulo de El príncipe. Aquí se muestra partidario de los gobiernos republicanos, por considerarlos más apropiados para las sociedades más ricas e igualitarias. No obstante, también se dio cuenta de que los principados, esas monarquías absolutas con gobiernos más autoritarios y personalistas, son preferibles para manejar situaciones de gran desigualdad y para superar momentos de especial corrupción. En resumidas cuentas. Maquiavelo no se opondría a una suerte de dictadura transitoria que sea capaz de regenerar lo que hoy llamaríamos la vida democrática.

La redacción de ambas obras la llevó a cabo en paralelo durante el año 1513, aunque los Discursos acabarán tomándole varios años más. Hay quien afirma que dicho proceso de escritura fue secuencial, es decir, que Maquiavelo dejó de redactar los Discursos -para iniciar EI príncipe- al llegar justamente al capítulo XVIII del Libro I, titulado "De qué modo puede mantenerse en un pueblo corrompido un gobierno libre si existía antes, y si no, establecerlo". En ese momento, siguiendo con la anterior hipótesis, Maquiavelo constata que en situaciones excepcionales, con ciudadanos totalmente corruptos, los mecanismos del régimen republicano son demasiado débiles para extirpar a los miembros que recortan la libertad, por lo que es preciso para el gobernante convertir su régimen en un principado. Porque Maquiavelo es un republicano sin ser un extremista; es más realista que republicano y, como tal, prefiere un principado bien gobernado que una república corrupta y decadente.

En Ei príncipe, Maquiavelo se refiere indirectamente a la misma situación: "Es menester señalar aquí que el odio se conquista tanto mediante las buenas obras como con las malas; por ello, como dije antes, un príncipe que quiera mantener el Estado se ve con frecuencia forzado a no ser bueno, pues cuando una de tales partes -el pueblo, los soldados o los notables-, que tú consideras necesaria para mantenerte, está corrompida, te ves obligado a actuar a su aire para satisfacerla, y entonces las buenas obras te son enemigas" (cap. XIX). Si la sociedad está corrompida, hacer el bien traerá tu ruina como gobernante. En ese caso, Maquiavelo se muestra partidario de la tiranía -la dictadura o la monarquía absoluta- de un príncipe "virtuoso" que restablezca las buenas costumbres y una escala de valores que no falsifique la verdadera virtu.

Bertrand Russell escribió en su Historia de la filosofía occidental, el tono de los Discursos es muy diferente al de Ei Príncipe, ya que hay grandes pasajes que "parecen escritos por Montesquieu" en cuanto a que Maquiavelo aboga por una división de poderes. La teoría política de los contrapoderes, en este caso, no se da entre los tres poderes habituales (ejecutivo, legislativo y judicial), sino entre tres segmentos de la sociedad que pueden ser equiparados a soberanos, nobles y pueblo llano. En la misma línea, defiende que la mejor constitución es aquella que combina los tres tipos de gobierno que ya apuntara Aristóteles: monarquía, aristocracia y democracia. La virtu en los Discursos deja de ser un conjunto de cualidades del soberano para pasar a serlas también de los ciudadanos, unas disposiciones de ánimo cívico que el buen gobierno republicano obliga a cultivar al pueblo. A grandes rasgos, esta es la república ideal -y algo utópica- de Maquiavelo, régimen del que se siente un fervoroso defensor. Aunque, como constata Quentin Skinner, "Maquiavelo nunca fue un partidario tan vehemente de la libertad republicana como para sentirse inclinado a asociarse con alguna de las conspiraciones antimediceas".

Mediante esta vigilancia de unos y otros, los pocos y los muchos, se procura evitar que la sociedad se corrompa a través de la formación de partidos que lesionen el interés de la mayoría. Estas facciones antirrepublicanas se crean por medio del patronazgo de los ricos y los poderosos, que consiguen el apoyo de los ciudadanos (como habían hecho los Médicis, aunque Maquiavelo no lo denuncia tampoco aquí) con el que se apropian indebidamente y a título personal de los bienes comunes. Es este tipo clientelismo oligárquico el que somete con favores y prebendas las instituciones democráticas, fomenta la inversión de los valores morales y tiene como terrible resultado final el recorte de la libertad. La principal preocupación del Maquiavelo de los Discursos es combatir la corrupción que termina siempre por ser sinónimo de opresión y tiranía.

Maquiavelo en EI príncipe sostiene una tesis que en los Discursos termina por negar. Este cambio de opinión, nuevamente, da muestra del pragmatismo con que se redactó la primera obra y la finalidad práctica perseguida por su autor. Se trata de la afirmación, algo controvertida (y algo enrevesada en su argumentación, que no reproduciremos aquí), de que es posible y hasta aconsejable confiar en los colaboradores del anterior régimen. En otras palabras, Maquiavelo aconseja contar -o volver a contratar, según sea el caso- con los funcionarios que sirvieron al principado o a la república que como príncipes hemos venido a suceder. Como salta a la vista, aquella era justamente la posición en que se encontraba en 1513 el propio Nicolás frente a los Médicis, posición que buscaba cambiar con la entrega de su primera obra política que habría de convertirlo en un pensador universal. Los Discursos, en cambio, son una obra más pausada y madura, finalizada en un momento en que el antiguo secretario ya había digerido el desengaño y aceptado su nueva condición.

PARA SEGUIR APRENDIENDO

  • Miguel Albujas et al. (comps.):El Príncipe de Nicolás Maquiavelo. La historia 500 años después

  • Del Águila R. y Chaparro S.: El ciudadano republicano de Maquiavelo. Claves de razón práctica,, Nº 165, 2006, págs. 10-19

  • Edmond Barincou: Maquiavelo

  • Jean Jacques Chevalier:Las Grandes Obras Políticas. Desde Maquiavelo hasta nuestros días

  • Antonio Gramsci: La Política y el Estado Moderno

  • Claudia Hilb : Maquiavelo, la república y la ‘virtú’

  • Paul A. Rahe: Machiavelli's Liberal Republican Legacy

  • Diego Sazo Muño: La Revolución de Maquiavelo: El Príncipe 500 Años Después

  • Tomás Várnag et al. Fortuna y virtud en la República Democrática. Ensayos sobre Maquiavelo



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Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

 medida713@gmail.com

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