Por el bien de la Humanidad…

El saber científico y exhaustivo de hoy día acerca del humano masivamente considerado, está fuera de toda duda pese a que a cambio se sacrifica en buena medida la sabiduría del anciano. Pues bien, desafío a ese saber científico y exhaustivo (sea en el plano biológico, psicológico, médico, epidemiológoco, antropológico o conductual de sus reacciones, de sus debilidades, de sus miedos, de su tendencia al hacinamiento hasta el punto de que quien no es gregario pasa a menudo por sociópata) más allá de los paralelos y meridianos donde el humano se encuentre, y reclamo mi derecho a dictar sentencia desde los estrados de la sabiduría en los que la ley de vida me sitúa, basado en razones que muy bien pueden explicar todo lo que pasa desde marzo del año 2020...

Porque ese cabal saber científico combina perfectamente con mi conocimiento de la condición humana y de la sociedad predominante. Hay diversos factores que confirman a lo largo del tiempo viejos cálculos científicos e intelectuales al hilo de Malthus o al margen de él; cálculos que fueron inútilmente comunicados hace mucho a los responsables de las naciones punteras para que ajustasen sus políticas a dichos cálculos con las correcciones pertinentes dentro del llamado sistema de mercado. El principal factor era la demografía mundial galopante. El siguiente era el esquilmado exponencial de la naturaleza contra el que nada han podido las razonables propuestas de desarrollo sostenible. Y el tercero, que más bien es el primero, es que el sistema de libre mercado es el padre de la criatura, el principal culpable del desaguisado, al que en los últimos tiempos se ha sumado el comunismo chino del que sólo quedan vestigios. Pues se trata el primero de un régimen que, en lugar de atemperar la economía poniendo el acento en la economía mixta y potenciando lo público que hubiera sido lo verdaderamente inteligente, ha seguido el camino exactamente contrario de la privatización atroz. Ese desdén, ese desprecio de las advertencias de muchos avisados rigurosos, por un lado, la ambición de los poderes fácticos sin medida ni escrúpulos, por otro, y la impotencia de quienes veían esto venir sin poder corregir tanto abuso sobre la naturaleza y sobre la sociedad son tres datos que no fueron tenidos en cuenta por responsables mundiales. Y por eso, el saber científico y exhaustivo del que hablo llegó a la conclusión, quizá en 2008, de que ya no hay un posible retorno a la condiciones climáticas y demográficas preexistentes. El tiempo todo lo devora…

La escasez progresiva y rápida del agua, los desastres causados por una mutación climática (que no cambio, pues lo caótico no responde a módulos de regularidad que no existen propiamente en el "cambio"), perfilan desde a hace mucho tiempo un porvenir cataclísmico que podría decirse que está en puertas, si ya no está dentro. Sea como fuere, sociedades hedonistas, opulentas obsesionadas en dilapidar, despilfarrar y depredar territorios sin cuyas materias primas no podrían vivir como han vivido y viven, no "podían" permitir que llegase la población del mundo a lo inevitable, a lo que los antiguos griegos llamaban fatum, la fatalidad; debían intentar un plan, ese plan que ha terminado por ejecutarse: diezmar la población en todos las naciones. No sólo a través de un virus cuestionable en muchos aspectos, no sólo, también, a través de vacunas más cuestionables todavía… El golpe de gracia estaría en lo numerosos efectos velados destructivos indirectos de la vida humana, apenas noticiados, apenas visibles, apenas palpables que emboscan los verdaderos motivos de la operación a escala mundial; una operación bélica sin guerra en la que la mayor parte de las víctimas se encuentran entre la población civil; una maniobra en la que lo de menos es averiguar quiénes fueron sus autores, los causantes de la causa ¿para qué?.

Lo que no significa que en las esferas del librepensamiento no apuntemos con mira telescópica a lo que es la convicción moral de miles, de millones o quizá de miles de millones de personas, de que primero, los gobiernos compuestos por individuos en su mayoría gentes de "letras", nada pueden objetar y menos enfrentarse a quienes manejan y deciden la sanidad pública; una sanidad en la que un muro separa a los profanos de los super especialistas, hoy llamados "expertos", que manejan microorganismos que sólo ellos pueden ver; y segundo, que todo esto, con independencia de que los autores y sus cohortes se aseguran enterrarse en dinero, incluso podemos aceptar la coartada de que actúan de "buena fe". Por eso, en último término, todo lo que se viene llevando a cabo y las medidas que en lo sucesivo vayan adoptando los gobiernos la historia del futuro contará que se hizo "por el bien de la propia Humanidad"…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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