Un mercado para el terrorismo

Como la burbuja puntocom, la burbuja del desastre se está inflando de manera ad hoc y caótica. Uno de los primeros grandes éxitos de la industria de la seguridad nacional fueron las cámaras de vigilancia: en Gran Bretaña se han instalado 4,2 millones, una por cada 14 personas; en Estados Unidos, 30 millones de cámaras graban alrededor de 4.000 millones de horas de película al año. Esto ha planteado un problema: ¿quién va aver 4.000 millones de horas de grabaciones? Así nació un nuevo mercado de "software analítico" que revisa las cintas y crea comparaciones con imágenes ya archivadas (la interconexión de varios sistemas de seguridad es la fuente de algunos de los contratos más lucrativos, como los 9.000 millones de dólares de la fuerza aérea para un consorcio de empresas que incluye a Booz Allen Hamilton, una de las firmas de asesoría en estrategia más veteranas, y algunos de los contratistas de defensa más importantes).

Esta solución dio lugar a otro problema, ya que el software de identificación facial sólo puede distinguir correctamente los documentos de identidad sí las personas posan de frente y centradas ante las cámaras, cosa que rara vez ocurre. Así, se creó otro mercado para mejorar las imágenes digitales. Salient Sills, una empresa que vende software para aislar y mejorar imágenes de video, empezó ofreciendo su tecnología a empresas de comunicación, pero descubrió que resultaba más rentable equipar al FBI y otras agencias de seguridad. Con tantas alternativas de vigilancia —registros de llamadas, escuchas telefónicas, registros de contabilidad, correo, cámaras, Internet—, el gobierno está desbordado ante la abundancia de información, situación que ha abierto otro gran mercado en el control y la recopilación de datos. Además, se ha creado un software que afirma ser capaz de "conectar los puntos" en este océano de palabras y números y localizar las actividades sospechosas.

En los años noventa, las compañías de tecnología pregonaron consistencia las maravillas del mundo sin fronteras y el poder de la tecnología de la información para derrocar regímenes autoritarios y derribar muros. Hoy, inmersos en el complejo del capitalismo del desastre, las herramientas de la revolución de la información han pasado a servir al objetivo contrario. En ese proceso, los teléfonos móviles y la navegación por la Red se han convertido en poderosas herramientas de vigilancia estatal masiva por parte de regímenes cada vez más autoritarios con la plena colaboración de compañías telefónicas privadas y motores de búsqueda (ya sea Yahoo colaborando con el gobierno chino para localizar a AT&T ayudando a la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense a grabar las conversaciones de sus clientes sin un permiso judicial, una práctica que la administración asegura haber suspendido). La desaparición de las fronteras, el gran símbolo y promesa de la globalización, se ha sustituido por la próspera industria del control de fronteras (desde las lecturas ópticas y los documentos de identidad biométricos hasta la valla tecnológica que separa México y Estados Unidos, que costó 2.500 millones, los cuales han ido a parar a Boeing y un consorcio de empresas).

—En el salto de una burbuja a otra por parte de las firmas dedicadas a la alta tecnología, el resultado ha sido una extraña fusión de culturas de la seguridad y el comercio.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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