Los médicos

El galeno, como el cura, el juez, el abogado, el hostelero o el banquero… no está libre necesariamente de los posibles aspectos más sórdidos de la condición humana. Aceptar esta premisa es muy importante a la hora de evaluar lo que pueda haber pasado y pueda estar pasando acerca de la envergadura y gravedad que se ha venido propalando desde marzo de 2020 respecto a una pandemia, y luego también respecto a su controvertida defensa y prevención. Por otra parte vivimos tiempos en que, como nunca hasta ahora, repugnan el privilegio, la prerrogativa, la distinción, lo sacro. No queda nada que merezca tenerse por sagrado ni especialmente reverenciable o respetable por sí mismo. La veneración y la adoración, la creencia y la fe quedan relegadas exclusivamente para el pensar y el sentir de cada espíritu. Y el reconocimiento del valor del médico es una cuestión estrictamente personal. Pues, como en todas las profesiones y oficios, hay médicos impecables y médicos que no lo son. Los médicos forman un colectivo, y en todo colectivo hay de todo. Lo mismo puede decirse del farmacéutico, del biólogo, del epidemiólogo. "Para el poeta y el sabio, todas las cosas son sagradas, todos los días son santos, todas las vivencias son útiles, todos los hombres son divinos", decía Paul Claudel. Pero, para los demás, para nosotros, comunes mortales, para quienes no somos ni poetas ni sabios, no hay intocables, los impecables, en cualquier actividad, son la excepción…

Quiero decir con esto que en la vida pública, por considerar al médico un personaje imprescindible en la sociedad actual, o no se habla de ellos -son intocables- o se habla con demasiada cautela, con demasiado respeto de los médicos, de la profesión médica. Se les excluye de la sospecha que viene planeando desde el pasado año sobre probables iniquidades cometidas en el mundo por algunos de esos profesionales y por otros profesionales de actividades cercanas de las que se valen, como la farmacéutica, la investigación, los laboratorios, la epidemiología y la biología. Y ese miedo, en parte, es porque se obvia la historia de la sociedad y del ser humano. Pues se olvida que a lo largo de los siglos, precisamente individuos dedicados a actividades y profesiones ungidas por el respeto público incondicional, aunque los casos fuesen excepcionales, han sido autores de las mayores abominaciones, grandes malhechores de la humanidad. Dado que la sociedad está estratificada y son varios los grados y niveles en que se ejerce el poder en todos los quehaceres y profesiones, magistrados, cardenales, arzobispos y obispos… y "jefes" de equipos médicos en todas sus especialidades, han sido capaces de atrocidades bajo la capa de su amor por la ciencia, a su creencia o a su ideología. La historia está plagada de actividades monstruosas llevadas a cabo por gentes y prohombres de todas clases, empezando por los manejadores de las armas, los militares. Pero también, aunque mucho más coyunturalmente, por médicos, psiquiatras, biólogos más o menos sobresalientes a cuyas conductas presuntamente "benefactoras" Foucault dedica un fino estudio en "La vida de los hombres infames".

¿Quiénes si no, con prácticas abominables colaboraron con los dictadores? ¿Quiénes si no, avalaron crímenes horrendos con sus certificados o los cometieron directamente con sus experimentos, ordenados o a iniciativa propia, en tiempos oscuros de dictaduras, fascismos y nazismos?

Los médicos, parapetados en el halo de humanismo y bonhomía de los que el corporativismo y la propia sociedad les rodea, no permiten ser cuestionados. Tampoco lo permite el grueso de la sociedad. Aunque me consta que muchos ni lo han leído, se parapetan en el juramento hipocrático. Y los espíritus vulgares, agradecidos por la atención recibida de ellos, son incapaces de ver más allá de su agradecimiento, Sin embargo basta escarbar en la vida, en los datos, en los libros y en la historia, para descubrir que también fueron capaces de cualquier cosa en nombre de la ciencia médica o a causa de su desmedida ambición profesional. Y ahora también, ¿por qué no? capaces de reforzar los intentos de un puñado de humanos que hace mucho se extirparon la conciencia, para conseguir el saneamiento imposible de la economía mundial…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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