Leer, pensar, comprender, Catalunya

Quien no lee no tiene más ventaja que el que no sabe leer, dijo Mark Twain. España tiene una inmensa mayoría de población que, para la sociedad, da igual que no hubiese aprendido a leer. Como dice Twain, para la sociedad española no es más ventajoso…

Desde luego es proverbial que el español no es precisamente muy lector. Literatos e intelectuales españoles de otros tiempos lo dijeron. Si acaso la gente mayor lee el periódico. E incluso el mismo ejemplar, es leído por varios presentes en círculos, casinos y clubs de Cafés en Comunidades como, por ejemplo, en Galicia. Lo mismo que tampoco el español es muy viajero más allá del pueblo vecino. Apenas sale fuera del país como no sea en grupo y para alardear de su españolidad por Europa, mucho más atento a comparar lo que está viendo fuera con lo que hay en su pueblo que a disfrutar de lo que ve pero no contempla. Y si su economía es magra, prefiere viajar al Imperio. No es que allí se sienta como en casa, es que participa de la misma simpleza de quienes en términos generales en la cabeza sólo tienen dinero, lo tengan o no. Así nos va. España es un país eminentemente vividor. Hace bien. El clima le permite pasar fuera de casa las veinticuatro horas del día. Como en el desierto o en la selva. Además, ¿para qué leer, si al español se lo da todo hecho la televisión? Mucho más la televisión que la radio pese a que ésta es más rigurosa, lo que se dice es más pensado,aparte las noticias de agencia, más inteligible y de más precisa locución aunque los locutores de las cadenas confesionales desbarren. Pero en todo caso, tanto la televisión como la radio liberan al español de la "funesta manía de pensar", que es cómo respondía el franquismo a quienes intentaban desmarcarse de quintales de tópicos que son los que hacían funcionar al país. Más aún, los que aglutinaban a la población. Pero al renovarse con un remedo de democracia los senderos mentales por donde la mayoría circulaba entonces, en los tiempos actuales la distancia entre quienes leemos y los que no leen es cada vez mayor. Así es cómo se hace imposible compactar, fraguar, una nación, lograrse una unificación natural, no forzada por leyes propias de la tiranía o interpretadas por la Justicia de acuerdo a reminiscencias de una dictadura. Y no porque quienes leemos tengamos más razón y quienes no leen no la tengan. Es porque quienes leemos, tenemos las ventanas de la mente abiertas y las de los otros siguen cerradas. Esa diferencia se nota mucho en todo. Y hasta la náusea en el ámbito político…

Pues bien, se pronuncian rotundamente los políticos, no sólo los franquistas y fascistas sino también políticos de la progresía, no ya sobre el indulto de los ex gobernantes catalanes sino contra la independencia de Catalunya y contra el referéndum que viene pretendiendo una gran parte de la población catalana desde siempre, y más desde que fue sepultada la dictadura. Pero con una cerrazón insoportable y sin interés alguno en el discriminar, esos políticos y magistrados que no leen, tampoco entienden que una cosa es que no se permita a un territorio consumar la independencia que buena parte de una población desea, y otra que a ésta, por su interés pero también en interés de la estabilidad de todo el país a que pertenece, no se le permita sondearse a sí misma a través de una consulta popular vía referéndum. Una posibilidad ésta que, pese a que nunca se mencione porque se descarta arteramente ipso iure (y aquí radica mi escándalo) sí está prevista en la Constitución. Concretamente en su artículo 149, 32. Un camino que conduciría a poder consultar al pueblo catalán, sin necesidad de agencias y de maniobras ideológicas por medio, qué desea su ciudadanía y cuál es la proporción de síes y noes sobre la secesión, con independencia de que fuese cual fuese el resultado ya a priori se declarase institucionalmente no vinculante…

Al pueblo catalán le hubiera bastado eso por mucho tiempo. Y antes se hubiese conformado con que se respetase "su" Estatut aprobado en "su" Parlament, en lugar de ser literalmente éste desvirtuado, cepillado, el texto de una manera vergonzosa a cargo del Tribunal Constitucional español. Pues confundir independencia con consulta, que por sí misma no es vinculante, es el mantra de políticos, de jueces y de periodistas de este país. Políticos, jueces y periodistas que todo lo territorial lo consideran "cosa juzgada". Políticos, jueces y periodistas que no leen ni escuchan a Europa. Poniendo todos en evidencia que España es un país de políticos, jueces y periodistas cazurros anclados en el pensamiento de pasado; un país cuyo "discurrir" más o menos colectivo pasa siempre bien por el tamiz del dogma, por la nostalgia de pasadas grandezas que hunden sus raíces en la expoliación, y siempre por una enorme gavilla de pre-juicios que afrentan ideas y posiciones ideológicas conformes a la libertad política y a las demás libertades formales que se predican, pero que manifiestamente se mantienen secuestradas. El país que no lee ni piensa en su conjunto, sigue los trazos de quienes tampoco leen ni piensan, pero maquinan corrientes de "opinión" voceadas al mundo, sin tener en cuenta para nada que si, interpretada en claves franquistas la Constitución, no permite que la aspiración del catalán se materialice directamente, sí permitiría conocer el alcance y proporción de los partidarios y no partidarios de la independencia a través de la consulta. Bastaría para ello activar la norma del 149-32º y añadir la voluntad política del gobierno de turno; un anhelo, por otra parte, cuya comprensión, aparte del aspecto técnico dicho, no precisa de otra cosa más que de mentes que lean y piensen y un poco más abiertas en un país cuyos dirigentes la tienen encerrada todavía casi, casi, en la caverna…

Peor quizá lo peor de todo, lo que me consterna, es que en el tiempo que lleva exacerbado el asunto desde aquel 1 de octubre de 2017, antes o después, nadie, ningún político, pero tampoco ningún periodista, escritor o intelectual han mencionado esta opción que expongo aquí. En los 43 años de este nuevo régimen, ningún gobierno español ha respondido a las solicitudes de referéndum de los sucesivos gobiernos catalanes. Lo mismo que ninguno de ellos, político, periodista, escritor o intelectual ha recordado el cinismo superlativo del partido conservador cuyo presidente de gobierno en 2008 exigió casi con voz descompuesta al presidente en aquel momento socialista, un referéndum para Cataluña. El mismo presidente que puso luego en marcha en 2019 todo el cúmulo de barbaridades que se han cometido a raíz de aquel 1 de octubre, refrendadas por la abominación de la mismísima justicia española. Algo que hace más exasperante para mí el general escaso alcance de las ideas, más allá de los repetidos enfoques en bucle que vengo escuchando desde entonces. Todos centrados, ahora en los indultos, y antes en la infamia de un proceso judicial contra los gobernantes catalanes que dieron con sus huesos en la cárcel. Podrá ahora indultarse a los encarcelados políticos. Pero el hecho, los hechos, nunca podrán olvidarlos los catalanes para quienes jamás podrán ser objeto de reparación suficiente por los tribunales y magistrados de un país donde los responsables públicos ni leen ni apenas piensan, al menos en esta materia, más allá de lo que Franco decidió. No podrán olvidarlos. Pero tampoco yo… aunque no me una ningún lazo con aquella excepcional nación.


Por cierto, a última hora me llega la noticia de que la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, una institución con sede en Estrasburgo ajena a la UE y de la que forman parte 47 países, una Asamblea compuesta de gentes que leen y piensa, aprobó ayer una declaración ligada al procés catalán. Una declaración en la que "recomienda" el "perdón" u "otra forma de excarcelación" para los políticos independentistas en prisión por el referendo del 1 de octubre.



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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