El imperio Estadounidense, no la tiene fácil (II)

La pretensión de los Estados Unidos en constituir un mundo bipolar, ha provocado una serie de movimientos revolucionarios que buscan tener sus gobiernos independientes y soberanos, no quieren depender ni de uno u otro bloque, ellos quieren un mundo multipolar y que cada nación escoja el sistema político y cultural que le sea afín a sus costumbres. Esta reacción a impedido se consolide la relación Imperio/Estado/Cliente. Entonces con el mandato del Presidente Kennedy surge la llamada Alianza Para el Progreso (ALPRO) como una estrategia para detener los movimientos de reforma agraria y los movimientos armados revolucionarios. Este periodo, según "Imperio con Imperialismo", duró la década de 1960 a 1970 y comprende la expansión del Estado agroexportador, a la vez que aumenta el apoyo para el desarrollo de las empresas industriales privadas, se fortalecen los bancos nacionales y existe relativo control sobre las tasas de cambio. Paralelamente se promueve desde el BM y el Fondo Monetario Internacional (FMI), préstamos a los Estados en "vías de desarrollo" y se establece la política de microcréditos para que la ciudadanía pueda acceder a bienes inmuebles y de consumo a través del endeudamiento. A finales de la década de 1970, Latinoamérica se convirtió en el principal receptor de Inversión Extranjera Directa (IED) y de préstamos de las Instituciones Financieras Internacionales para los países "subdesarrollados".

Sin embargo se conserva el concepto de imperialista de Estados Unidos que abarca fuertemente desde 1965 hasta 1982, entre una mezcla de reformas neoliberales y desarrollo nacional. Es el boom de la industrialización, vía la sustitución de importaciones, y el desarrollo del Mercado Común Centroamericano (MCCA). Imponiendo sus condiciones para preparar la llegada de los corporaciones transnacionales, pero persiste la idea de mantener nacionalizadas las empresas y regular las relaciones comerciales. En este periodo se inicia la primera ronda de las políticas neoliberales pero con rostros de gobiernos militares, previo al Consenso de Washington.

El tercer periodo es el llamado Nuevo Orden Económico Mundial bajo la égida del neoliberalismo, en medio del tránsito de los gobiernos militares a manos civiles y se lleva a cabo la privatización en masa de las empresas públicas; se desnacionalizan los bancos y se restringe su participación en la regulación del tipo de cambio y las tasas de interés. El Consenso de Washington se convierte en el recetario a seguir por los Estados semi-industrializados o "en desarrollo" como ahora se les denomina. Estos ajustes en el modelo de acumulación de capital tuvieron como antesala el estallido de crisis financieras a principios de la década de 1980 que siguieron a la crisis de los llamados "petrodólares" En la década de los 80, varios países de Latinoamérica se declararon incapaces de pagar la creciente deuda externa al BM, el FMI, a los prestamistas públicos del Club de París y a los prestamistas privados del Club de Londres.

Los países que negociaron algún tipo de reducción de la deuda externa con las IFI, exceptuando el Club de Londres, se comprometieron a realizar las reformas económicas de Estado diseñadas por el BM y el FMI, entre ellas, la privatización de los servicios públicos y las empresas productivas estatales. El objetivo del eje de privatizaciones del ajuste estructural fue eliminar los ingresos productivos del Estado -como la electricidad- para debilitar el gasto público en materia de servicios improductivos -como la salud y la educación, en el decálogo neoliberal, como parte de la estrategia de redefinición de las funciones y capacidades sociales del Estado. Años más tarde, Estados Unidos se reposicionó con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que cobró vigencia en 1994, experimentando un crecimiento económico en los negocios cupulares entre los países firmantes: Estados Unidos, Méjico y Canadá. No obstante, las exportaciones de Méjico y Canadá perdieron dinamismo quedando Estados Unidos por supuesto, mejor favorecido.



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José M. Ameliach N.


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