El socialismo y el comunismo crítico-utópicos (3)

No se trata aquí de la literatura que en todas las grandes revoluciones modernas ha formulado las reivindicaciones del proletariado (los escritos de Babeuf, etc.).

Las primeras tentativas directas del proletariado para hacer prevalecer sus propios intereses de clase, realizadas en tiempos de efervescencia general, en el período del derrumbamiento de la sociedad feudal, fracasaron necesariamente, tanto por el débil desarrollo del mismo proletariado como por la ausencia de las condiciones materiales de su emancipación, condiciones que no podían surgir sino después del advenimiento de la época burguesa. La literatura revolucionaria que acompaña a estos primeros movimientos del proletariado era forzosamente, por su contenido, reaccionaria. Preconizaba un ascetismo general y un grosero igualitarismo.

Los sistemas socialistas y comunistas propiamente dichos, los sistemas de Saint-Simon, de Fourier, de Owen, etc., hacen su aparición en el período inicial y rudimentario de la lucha entre el proletariado y la burguesía, período descrito anteriormente. (Véase Burgueses y proletarios".)

Los inventores de estos sistemas, por cierto, se dieron cuenta del antagonismo de las clases, así como de la acción de los elementos disolventes dentro de la misma sociedad dominante. Pero no advierten del lado del proletariado ninguna iniciativa histórica, ningún movimiento político que le sea propio.

Como el desarrollo del antagonismo de clases va a la par con el desarrollo de la industria, ellos tampoco pueden encontrar las condiciones materiales de la emancipación del proletariado, y se aventuran en busca de una ciencia social, de leyes sociales, con el fin de crear esas condiciones.

En lugar de la actividad social ponen la actividad de su propio ingenio, en lugar de las condiciones históricas de la emancipación, condiciones fantásticas; en lugar de la organización gradual del proletariado en clase, una organización de la sociedad inventada por ellos. La futura historia del mundo se decide, según ellos, por medio de la propaganda y la ejecución práctica de sus planes sociales.

En la confección de sus planes tienen conciencia, por cierto, de defender ante todo los intereses de la clase obrera, por ser la clase que más sufre. El proletariado no existe para ellos sino bajo el aspecto de la clase que más padece.

Pero la forma rudimentaria de la lucha de clases, así como su propia posición social, les lleva a considerarse muy por encima de todo antagonismo de clase. Desean mejorar las condiciones materiales de todos los miembros de la sociedad, incluso de los más privilegiados. Po eso, no cesan de apelar a toda la sociedad sin distinción, e incluso se dirigen con preferencia a la clase dominante. Porque, a su parecer, basta con comprender su sistema para reconocer que es el mejor de todos los planes posibles de la mejor de todas las sociedades posibles.

Repudian, pues, toda acción política, y sobre todo, toda acción revolucionaria, se preponen alcanzar su objetivo por medios pacíficos, intentando abrir camino al nuevo evangelio social valiéndose de la fuerza del ejemplo, por medio de experiencias en pequeña escala, que, naturalmente, fracasan siempre.

La fantástica descripción de la sociedad futura surgida en una época en que el proletariado, todavía muy poco desarrollado, consideraba su propia situación de una manera también fantástica, corresponde a las primeras aspiraciones de los obreros, llenas de profundo presentimiento, hacia una completa transformación de la sociedad.

Mas estas obras socialistas y comunistas encierran también elementos críticos. Atacan todas las bases de la sociedad actual. Han proporcionado en su tiempo, por consecuencias, materiales de un gran valor para instruir a en su tiempo, por consecuencias, materiales de un gran valor para instruir a los obreros. Sus tesis positivas referentes a la sociedad futura, tales como la desaparición del contraste entre la ciudad y el campo, la abolición de la familia, de la ganancia privada y del trabajo asalariado, el proclamar la armonía social y la transformación del Estado en una simple administración de la producción; todas estas tesis no hacen sino enunciar la desaparición del antagonismo que comienza solamente a perfilarse y del que los inventores de sistemas no conocen todavía sino las primeras formas indistintas y confusas. Así, estas tesis tampoco tienen más que un sentido puramente utópico.

La importancia del socialismo y del comunismo crítico-utópicos está en razón inversa al desarrollo histórico. A medida que la lucha de clases se acentúa y toma formas más definidas, el fantástico afán de abstenerse de ella, esa fantástica oposición que se e hace, pierde todo valor práctico, toda justificación teórica. He ahí por qué si muchos aspectos los autores de esos sistemas eran revolucionarios, las sectas formadas por discípulos son siempre reaccionarios, pues se aferran a las viejas concepciones de sus maestros, a pesar del ulterior desarrollo histórico del proletariado. Buscan, pues, y en eso son consecuentes, entorpecer la lucha de clases y conciliar los antagonismos. Continúan soñando con la experimentación de sus utopías sociales; con el establecimiento de falansterios aislados, creación de colonias interiores en sus países, fundación de una pequeña Icaria, edición en dozavo de la nueva Jerusalén; y para la construcción de todos estos castillos en el aíre se ven forzados a hacer llamamientos al corazón y a la bolsa de los filántropos burgueses. Poco a poco van cayendo en la categoría de los socialistas reaccionarios o conservadores descritos más arriba y sólo se distinguen de ellos por una pedantería más sistemática y una fe supersticiosa y fanática en la eficacia milagrera de suficiencia social.

Opónense, pues, con encarnizamiento, a toda acción política de la clase obrera, pues semejante acción no puede provenir, a su juicio, sino de una ciega falta de fe en el nuevo evangelio.

Los owenistas en Inglaterra actúan contra los cartistas y los fourieristas en Francia contra los reformistas.

1. Falansterios se llamaban las colonias socialistas proyectadas por Charles Fourier. Icaria era el nombre dado por Cabet a su país utópico y más tarde a su colonia comunista en América.

Owen llamó a sus sociedades comunistas modelo "home-colonies" (colonias interiores). El falansterio era el nombre de los palacios socialistas proyectados por Fourier. Llamabase Icaria el país fantástico en que Cabet describía las instituciones comunistas.

2. Se refiere a los partidarios del periódico La Réforme, órgano del Partido Socialista Democrático.

3. Este partido estaba representado en el Parlamento por Ledru-Rollin, en la literatura por Luis Blanc y en la prensa diaria por la Re Réforme. El nombre de Socialista Democrático significaba que los inventores del mismo, parte del Partido Democrático o Republicano, tenían un matiz más o menos socialista.

Lo que se llamaba entonces en Francia el Partido Socialista Democrático estaba representado en política por Ledru-Rollin y en la literatura por Luis Blanc; estaba, pues, a cien mil leguas de la socialdemocracia alemana de nuestro tiempo.

Actitud de los comunistas ante los diferentes partidos de oposición.

Después de lo dicho en el capítulo II, la posición de los comunistas ante los partidos obreros ya constituidos se explica por sí misma, y por tanto su posición ante los cartistas de Inglaterra y los partidarios de la reforma agraria en América del Norte.

Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera; pero, al mismo tiempo defienden también, dentro del movimiento actual, el porvenir de este movimiento.

En Francia, los comunistas se suman al Partido Socialista Democrático contra la burguesía conservadora y radical, sin renunciar, sin embargo, al derecho de criticar las frases y las ilusiones legadas por la tradición revolucionaria.

En Suiza apoyan a los radicales, sin desconocer que este partido se compone de elementos contradictorios, en parte de socialistas-democráticos, en la acepción francesa de la palabra, y en parte de burgueses radicales.

Entre los polacos, los comunistas apoyan al partido que ve en una revolución agraria la condición de la liberación nacional; es decir, al partido que en 1846 realizó la insurrección de Cracovia.

En Alemania, el Partido Comunista lucha de acuerdo con la burguesía, en tanto que ésta actúa revolucionariamente contra la monarquía absoluta, la propiedad territorial feudal y la pequeña burguesía reaccionaria.

Pero jamás, en ningún momento, se olvida este partido de inculcar a los obreros la más clara conciencia del antagonismo hostil que existe entre la burguesía y el proletariado, a fin de que los obreros alemanes sepan convertir las condiciones sociales y políticas creadas por el régimen burgués en otras tantas armas contra la burguesía; a fin de que tan pronto sean destruidas las clases reaccionarias en Alemania la lucha comience inmediatamente contra la misma burguesía.

Los comunistas fijan su principal atención en Alemania, porque Alemania se halla en vísperas de una revolución burguesa y porque llevará a cabo esta revolución bajo las condiciones más progresivas de la civilización europea en general, y con un proletariado mucha más desarrollado que el de Inglaterra en el siglo XVII y el de Francia en el XVIII, y, por lo tanto, la revolución burguesa alemana no podrá ser sino el preludio inmediato de una revolución proletaria.

En resumen, los comunistas apoyan por doquier todo movimiento revolucionario contra el estado de cosas social y política existente.

En todos estos movimientos ponen en primer término la cuestión de la propiedad, cualquiera que sea la forma más o menos desarrollada que revista, como la cuestión fundamental del movimiento.

En fin, los comunistas trabajan en todas partes por la unión y la cohesión de los partidos democráticos de todos los países.

Los comunistas consideran indigno ocultar sus conceptos y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos no pueden ser alcanzados sino por el derrumbamiento violento de todo el orden social existente. Que las clases dirigentes tiemblen ante la Revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar.

¡Proletarios de todos los países, uníos!

Carlos Marx y Federico Engels.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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