Para entender la relación o vinculación entre el dicho y el hecho de un oligarca colombiano hay que desnudarse a la sombra de un matapalo, tomarse una botella entera de miche claro, fumarse doce tabacos de brujería y hacer girar una bola de cristal a mediodía para ver cuál es el pronóstico astrológico del día. Santos y Uribe se parecen tanto que cualquier partero puede creer que nacieron gemelos y están separados por simple reacción de dos corazones que ambos ansían gobernar eternamente a Colombia y a sus antojos al servicio del imperialismo estadounidense.
La insurgencia le ha propuesto al Gobierno de Santos un cese bilateral de fuego, pero la respuesta ha sido un rotundo “No”. Al Presidente Santos nada le importan los muertos porque si son de las fuerzas armadas, vienen de descendencia de campesinos, de obreros y de marginados pero no de la oligarquía. Y si son de la insurgencia, igual pero con conciencia distinta, vienen de campesinos, obreros y marginados por el capital. El Presidente Santos, más por la reelección que por otra cosa, quiere la firma de la paz sobre el mayor número de cadáveres posibles. Los votos identificados con tarjetas manchadas de sangre valen doble. Sólo, de pronto, el Presidente Santos le ordena a uno de sus ministros que acuse al expresidente Uribe de querer torpedear la paz y, especialmente, cuando éste solicita mayor cantidad de muertos salidos de las filas de la insurgencia.
Los oligarcas, en materia política, suelen ser torpes y atropellados en sus pronunciaciones aunque gobiernen. Si un analista serio y objetivo desmenuza las intervenciones políticas, tanto del Presidente Santos como del expresidente Uribe, fácil se percata de un choque explosivo entre los dos sentidos esenciales de sus frases o palabras. Pocos ejemplos bastan para ilustrar la verdad: Santos dice: “Creo en la voluntad de paz de Timochenko…”, pero de inmediato lanza el petardo maligno “No tiene otra alternativa”. ¿Qué significa eso en boca de Santos?: que las FARC están derrotadas y punto.
Otra contradicción. Dice Santos refiriéndose a una posible reunión con Timochenko: “No he pensado (ojo: lo está diciendo de su propia boca), pero no lo descarto. Si es por la paz, sí”. Descubrió el agua tibia el Presidente de Colombia: de guerra no habla con Timochenko. Pero aun cuando el Presidente Santos diga algunas palabras que tengan relación con la búsqueda de la paz, no deja de esconder su irracional espíritu guerrerista. Por eso dice que los militares y policías colombianos tienen la orden de dar muerte o de baja a cualquier integrante de las FARC, esos malditos comunistas que quieren hacerle daño al capitalismo. Para eso la orden de matar es absoluta, que nadie se salve, sin clemencia ni compasión. “Disparen y no miren a quien siempre y cuando se crea que es enemigo. Luego el Gobierno se encarga de hacer valer la impunidad”. Así piensa y así ordena actuar la oligarquía en Colombia.
El torpe y atropellado Presidente de Colombia reconoce que los diálogos van por buen camino, que hay voluntad de paz en la insurgencia pero rechaza cualquier proposición de cese bilateral de fuego. Los muertos se necesitan y mientras más sean los muertos, más mejor como diría un conocido humorista mexicano. Ya dijo que su corazón le está diciendo que vaya a la reelección, pero también el corazón del expresidente Uribe le dice que hay que evitar la reelección de su hijo desobediente.
En fin, la mayor torpeza y el más acelerado atropello del señor Santos, en su afán desesperado de ganarse un lugar privilegiado en los gloriosos de Colombia, es cuando dice que se puede reunir con Timochenko pero que si lo ve le da de baja, es decir, lo mata. Así es de sucia la politiquería de la oligarquía. Y esas cosas torpes y atropelladas que dice Santos no hacen más que demostrar que nunca ha querido paz para Colombia y que mientras más prolongada y cruel sea la guerra mejores probabilidades de negocios económicos se le abrirán a los oligarcas para enriquecerse mucho más que antes. Ya lo dijo, que si fracasaba el diálogo por la paz, eso no importa nada. Esa es la verdad para Santos.