España va mal

¿Recordáis a ese necio de corta estatura física y mental que metía al país en una invasión armada con tal de codearse con dos criminales de guerra de habla anglosajona y poner los pies encima de una mesa junto al jefe oficial de la banda; aquel necio con bigote que allá por los años 80 iba proclamando de tribuna en tribuna aquello de "España va bien; va bien..."?

Pues bien, aquél fue el que inauguró la Era del cemento y del ladrillo, el que dio el pistoletazo de salida para obras faraónicas sin sentido a cargo del erario público; el que incitó a la banca a hacer empréstitos a los ciudadanos para la compra de una vivienda sin más garantía que la propia vivienda... Y luego, quien le sucedió, siguió su estúpida estela, miró a otra parte y entre los dos dejaron a este país en una situación declaradamente catastrófica y quiebra virtual.

Ahora España va mal, muy mal. La construcción masiva de viviendas de lujo y semilujo en aquellos años -tanta como Francia y Alemania juntas- cuya demanda era imposible absorber, ha ocasionado (por ahora) cinco millones de ellas vacías, seis millones de desempleados y tres millones de pobres. Mientras se jactaba de la "hazaña" ese necio redicho que debiera estar ya en el banquillo, aquel plan siniestro ha ido minando la economía del país hasta la tragedia.

España ahora es un desastre, con un Estado fallido. El desvalijamiento al que le han sometido durante veinte años miles de bribones metidos en la política, en la economía, en la banca y en la empresa trae al primer plano una situación deplorable que se agrava por momentos. Y un maniobrar ruin se enseñorea del escenario público. Incapaces de algo que no sea una política antisocial y tratando de lavar en los juzgados lo que no pueden hacer en torpes comparecencias, la imagen de facinerosos que están proyectando los políticos del gobierno de este país supera en perversidad, torpeza y desprecio a la ciudadanía, del resto de los políticos europeos juntos.

Privatizarlo todo es la estrategia. Y quienes no puedan costearse la salud ni la subsistencia, ya pueden ir quitándose de en medio antes de que un bando decrete la persecución directa de los marginados y de los socialmente débiles. No ven otra alternativa que el consumo disparatado, y el crédito que no llega ni fluye para seguir la senda del consumo. Como si aplicando al paro la receta de empleos pendientes de un hilo, se pudiese formar una familia y otear el futuro. No hay infraestructuras, ni se crean. La investigación está bloqueada. Nadie se puede fiar ya de los bancos. Y la ganadería, la industria y la agricultura, desmantelados por la trampa de la Europa económica a la que España se adhirió.

No hay imaginación en el poder político, rehén de Europa y sólo atento a salir airoso de lo que le compromete grave y electoralmente. No hay imaginación en la empresa, sólo aficionados pendientes de idear el modo de hacerse ricos rápidamente. No hay imaginación en ninguna parte, porque el cáncer de la desmesura, del derroche y del latrocinio durante veinte años no puede producir más que esclerosis. En el cuerpo social, pero también en todas las instituciones. España va tan mal, que la única solución parece estar en la salida del euro. en la economía de guerra e incluso en el trueque...

richart.jaime@gmail.com


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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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