Derecha y Concertación reviven teatralizaciones demagógicas para continuar con el engaño

 

SI SE REVISA exhaustivamente lo publicado en estas últimas semanas por cientos (quizá miles) de tuiteros en las redes sociales, es factible aventurar que se está produciendo una mayor divergencia y nivel de enfrentamiento (verbal hasta ahora) entre derechistas y el resto del electorado. El díscolo e inefable río de la política ha comenzado a arrastrar piedras, y aunque todavía se trate solamente de mucho ruido, la posibilidad de que se produzca un atasco de proporciones provocando desborde de aguas, no es algo fantasioso ni impensable.

Soy consciente de que cuesta mucho ser completamente objetivo en estas materias, pero haciendo esfuerzos para aproximarme a una situación ideal en tal sentido me permito opinar que amplios sectores de la derecha chilena –incluyendo también a grupúsculos democristianos- sienten hoy un nerviosismo malhadado que les recorre el espinazo. Algunos ‘preclaros’ derechistas de la comuna donde vivo (famosa por su capacidad y calidad exportadora agrofrutícola, por lo tanto territorio supuestamente “piñerista”), luego de analizar los resultados de las elecciones municipales publicadas por Servel.cl, concluyeron –casi con temblor de barbillas- que la alianza UDI/RN había sufrido una derrota más que catastrófica, ya que la Concertación (con apoyo del Partido Comunista) relegó a un ominoso tercer lugar al bloque que hoy continúa morando en La Moneda.(Concertación=49,35%; Independientes Progresistas=20,21%; Alianza UDI/RN=18,31%).

Durante semanas pensé que lo anterior se circunscribía sólo a mi pequeña y rural comuna, Coltauco, pero al desplegarse las opiniones de miles de personas a través de las redes sociales, así como constatado el masivo acto que los comunistas realizaron recién en el Estadio Nacional, de inmediato se observó a través de la prensa una inmanejable iracundia en muchos dirigentes, parlamentarios y simpatizantes derechistas, quienes echaron limón y sal en sus heridas (antiguas y recientes) vociferando contra una posible sociedad electoral Concertacion-PC, a la que han llegado a dotarle características propias de una bestial argamasa del averno. Pero no son creíbles, ya que luego de conocerse los acuerdos obtenidos entre la derecha aliancista y la centroderecha concertacionista en las últimas dos décadas, bien se sabe que tales encendidas declaraciones de los vástagos del pinochetismo constituyen sólo juegos de palabras, malabares de fantasía e intentos vacuos cuyo objetivo no es otro que seguir manteniendo obnubilada a la sociedad civil con la falaz versión de que ambos bloques son “adversarios”.

Para aquellos que poseen mejor información y más acerado temple político que el grueso de la población, lo anterior no pasa de ser una disputa ‘mediática’ al interior de la sociedad duopólica conformada por derechistas y centroderechistas, es decir, aliancistas y concertacionistas. La derecha dura –un poco (o un mucho) ‘para las cámaras’ nada más- le recuerda airadamente a su prima hermana, centroderecha, que una cohabitación con los sempiternos temidos comunistas constituye una apostasía inaceptable en la fe del neoliberalismo. Juego de palabras, malabares de fantasía e intentos vacuos cuyo objetivo no es otro que seguir manteniendo obnubilada a la sociedad civil con la falaz versión de que ambos bloques son “adversarios”, aunque en esta ocasión, quizá por vez primera en largas décadas, sí puede haber cierto grado de verosimilitud en cuanto al sentimiento talibán de una derecha que resulta ahistórica incluso para muchos políticos conservadores latinoamericanos, ya que en lo valórico abomina visceralmente de quienes profesan la ideología que recogió Luis Emilio Recabarren al momento de fundar en nuestro país los primeros partidos obreros en la primera mitad del siglo pasado.

Pero, ni así -ni con todo lo ‘perverso’ que el conservadurismo criollo pueda achacarle demagógicamente al accionar de los comunistas (que hoy ya forman parte activa y voluntaria del staff duopólico)-, el actual sistema neoliberal correría peligro alguno. Eso mantiene tranquila y satisfecha a una derecha cuyo fundamental interés se asienta en el mantenimiento del presente sistema económico, independientemente de posibles maquillajes que sus mayordomos puedan realizar en los aspectos sociales, pues el dinero y sólo el dinero es lo que mueve a ese sector socio político conservador, y si el PC se mantiene dentro del cuadro economicista neoliberal que el duopolio le ha dibujado, todo el establishment dará la bendición al arribo de los herederos de Recabarren, ya que tienen claro que no serán aliancistas ni concertacionistas quienes impulsen cambios de fondo en él.

Y parece que tampoco serán los nuevos amigos de ruta de socialistas y pepedeístas quienes intenten hacerlo, pues la misma precandidata PC a diputada, Camila Vallejo, se encargó de aclarar ese sábado en el Estadio Nacional que “el sistema no puede ser cambiado con la correlación de fuerzas actualmente existentes”, a lo que agregó con asertividad: “sabemos (los comunistas) que la política de alianzas significa un largo camino, pero como demócratas que somos no tenemos otro disponible (…) ese paso (la batalla parlamentaria) es trascendental en lo que tiene relación con las transformaciones que Chile necesita en el plano político, institucional, para posteriormente, hacer cambios en el plano económico”. Como es posible barruntar, doña Camila no sólo piensa ya como una concertacionista cualquiera en cuanto a ideas y objetivos sino que, además, habla como tal.

Lo anteriormente mencionado (que gran parte de la Concertación y el añoso Partido Comunista se han amalgamado ya en una sola entidad) contó con una ratificación de indesmentible valía para esa nueva alianza de mayordomos de las transnacionales. Desde su oficina en la ONU, Michelle Bachelet envió una epístola de felicitaciones al secretario general del PC. Guillermo Teillier, por los 100 años de vida de esa tienda partidista en Chile. Ello no tendría mayor relevancia que la de una postal de congratulaciones si, en sus líneas, no hubiese dejado entrever que la gran carta de triunfo que posee la Concertación para los próximos comicios presidenciales -Bachelet- le abre las puertas del bloque opositor a los chicuelos y muchachas de la tienda de Recabarren y Gladys Marín.

Ahora, por fin, las tiendas partidistas que conforman el arco de la derecha, la centroderecha y la socialdemocracia, sienten que gracias al arribo de este ‘reconvertido y neoliberalizado’ partido comunista sus intereses y defensa del saqueo transnacional se encuentran a buen recaudo ante cualquier explosión social que pudiese gestarse en las afueras del actual mundillo político parlamentario.

Por ello, una exultante Camila dijo lo que dijo y se colocó el sayo concertacionista vistiéndose de "cauta crítica y sofisticada aliada" del sistema y las transnacionales, aunque siempre con el conveniente y mediático antifaz de díscola, pero poniendo cuidado en no sobrepasar la raya que sus nuevos compañeros de ruta le han trazado a su partido. Seguramente quedó feliz y oronda con sus declaraciones porque con ese tipo de comentarios supone que su tránsito al Congreso se allana más y mejor.

Sin embargo, muchos son los que discrepan de lo dicho por ella, y discrepan en lo esencial pues aseguran que sí hay un camino válido, pacífico y democrático para revertir el actual orden de cosas. Esa ruta o vía es una Asamblea Constituyente que deberá recibir la participación real de la sociedad chilena, siendo prolegómeno de cambios sustanciales consensuados mediante la voluntad popular expresada a través de gremios, sindicatos, federaciones laborales y estudiantiles, organizaciones sociales, vecinales y políticas, consolidadas en un gran acuerdo nacional que pueda construir, informar y aprobar una nueva Constitución Política del Estado, así como –al menos temporalmente- logre también la puesta en marcha de un legislativo unicameral en el que ninguna de las personas que hasta este momento han ocupado curules en el Congreso tengan participación.

Si comparamos lo anterior con un estado de situación médica, podría decirse que no estamos refiriéndonos a una simple diálisis para limpiar el flujo sanguíneo existente, sino -en definitiva- apuntamos a que es imperioso un recambio total de sangre.



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Arturo Alejandro Muñoz


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