Gran zaperoco: te armo y cómo te desarmo

Los imperialistas no quieren convencerse que aun ganando guerras preparan cuchillos contra su propio pescuezo. Han festejado de distintas maneras su triunfo en Libia y eyacularon justo cuando comprobaron la muerte de Gadhafi que podrán pocos o muchos, con razón o sin razón, acusar de despotismo o de autócrata pero nadie podrá negarle su mérito de morir peleando por el ideal que pregonaba. Encontraron una parte del pueblo libio dispuesta a obedecer a los dictámenes de los imperialistas y a desobedecer las enseñanzas de Mahoma y de Alá. Este, en el más allá, no perdona a quienes creyendo en el islamismo se confabulan con los imperialistas y acatan –de éstos- ciegamente sus órdenes para rebelarse contra sus propios colegas de religión aun cuando gocen del derecho a la sublevación en contra de gobiernos despóticos y serviles a las políticas imperialistas o capitalistas. ¡Alá es grande, pero Alá ni es imperialista ni está de acuerdo con los imperialistas!

 Los imperialistas, sin pensar que lo están haciendo, juegan con candela cuando hacen sus guerras contra pueblos que ellos creen están destinados para siempre a ser esclavos. Y al celebrar sus victorias, pírricas hablando políticamente a largo plazo, no se dan cuenta que lo que hacen es echarle más leña al fuego. El caso de Libia se los va a demostrar o recordar en muy poco tiempo. Por algo decidieron enterrar el cadáver de Gadhafi en lugar secreto para, según los imperialistas, evitar consecuencias violentas en el futuro cercano bajo la influencia del difunto. Siguen creyendo que todo pueblo es apto para ser engañado todo el tiempo.

 Los imperialistas, a través de la OTAN, armaron hasta los dientes a los rebeldes que combatieron contra el gobierno de Gadhafi. Perdieron la cuenta de cuántas armas entregaron y menos aún saben cuántas personas se hallan armadas en Libia. Tampoco el epígono de los imperialistas, el conocido como el Consejo Nacional de Transición, lo sabe. Los imperialistas creen que se las saben todas. No midieron con exactitud, antes de su invasión bélica a Libia y armar a una buena parte de su pueblo, que esa nación es una suma de tribus contradictorias, con creencias religiosas diferentes auque sean todas islámicas, que mantienen tendencias políticas diversas y hasta nociones geográficas o de territorios no homogéneas. Ese problemón les reventará o explotará muy pronto. ¿Cómo podrán justificar una nueva invasión a Libia con casi todas las tribus unidas para defender ya no un gobierno sino todo un territorio nacional? El Consejo Nacional de Transición –hecho ya gobierno- correrá con la misma suerte que Gadhafi peropor razón distinta: quedarse de lado de los imperialistas. Tal vez, el señor Obama, si es reelegido Presidente de Estados Unidos, tenga una respuesta bélica asustada sobre la materia, porque el señor Sarkozy muy posiblemente y quiera Dios sea así, no repita en la Presidencia de Francia, no importa si quien gane sea más derechista que él. Pagarán por sus crímenes de lesa humanidad.

 Los imperialistas, creyendo hacer una gracia lo que hicieron fue una automorisqueta. Para que los imperialistas estabilicen la “paz” -tiempo o período ni de verdadera paz ni de verdadera guerra- que necesitan para expoliar con tranquilidad o sin saboteo la riqueza de los libios necesitan, con cierta urgencia, desarmar a los miles de miles de libios que armaron para derrocar a Gadhafi y, especialmente, cuando esos miles de miles de libios pertenecen a tribus de creencias políticas e ideológicas diferentes. ¡He allí el gran zaperoco para los imperialistas!

 Los tres animales –león, tiburón y águila por separados- que se creen cada uno ser el rey de su reino de los tres grandes (selva, mar y aire) que componen la fauna y ponen a zamuros a cuidar las carnes en los almacenes de alimentación terminan, lo quieran o no, entrando en un período de escasez y de hambre y eso los lleva no sólo a tener por enemigos a los zamuros sino, obligatoriamente, a disputarse entre ellos los reinos de la fauna. Eso será un conflicto bélico entre reinos que socialmente serán los continentes. Entonces, los considerados débiles y siempre engañados por los reyes (que socialmente serán los pueblos) aprovecharán las circunstancias de descomposición orgánica y podrida del capitalismo para rebelarse y obtener en buena lid su emancipación social. Víctima de sus encantos termina msiendo quien siempre se cree encantador.

 En la misma proporción que existe el amor en los pueblos por alcanzar sus sueños de justicia y libertad existe el odio contra sus explotadores y opresores y eso se transforma en una poderosa arma de combate.para la conquista de sus objetivos.



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Freddy Yépez


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