Los franceses han quedado como los seres más aberrantes del mundo

Nicolás Sarkozy lo dijo con toda la franqueza europea y lo logró: -trabajador que cumpla sesenta años en Francia no va a cobrar pensión y quien viva para ponerse en ella en su vejez-, -tiene que esperar a llegar a la edad sexagenaria más dos, aunque sigue siendo sexagenario sin tocar a los setenta –y eso mi compadre del alma- pesa y lástima la condición humana de luchar mediante el esplendido trabajo cotidiano para poder alcanzar ese desagüe de compensación que te dé la seguridad de vivir el remanso de la entrega dorada a cuesta del Estado, pero parece ser que Sarkozy una vez que el Congreso de la burguesía de izquierda y derecha de su país –lo mismo da- con diferentes voces, le aprobó la ley sin preocupación ninguna,  y éste rebuscó calladamente en la Historia Universal de la vieja Europa y se atragantó cuando sacó la frase como consigna del rey Luis XIV y, se dijo, «L'État, c'est moi» («El Estado soy yo»),  ¡L'État, c'est moi, merde! – mención que soltó a todo pulmón al lado de la primera dama que sin sostén de amargura no le paró ni a él ni a ley recién legitimada –por los fariseos de la contrarrevolución que degenera y apoca la lucha de años en que los trabajadores sindicalizados de la nación luz del Universo, habían logrado en otro gobierno de “izquierda” y, ahora sin vestigio alguno de sensatez tienen que ir a deplorar al valle de los caídos, porque caídos están y del cielo no les caerá nada que dé marcha atrás en la estocada que el gran poder del capitalismo salvaje que recorre a Europa a sus anchas, le dio, cumpliendo órdenes de las Instituciones mundiales de la economía que castigan la buena marcha del Estado para que no invierta en atención de los “desamparados” y que se lleva por delante minimizando el gasto social que vaya en beneficio de las mayorías y, a cambio, satisface y complace las ansias de una minoría insignificante que destroza una nación y la pone a pedir cacao a su antojo, dejando a la deriva varios sindicatos que no han sabido dirigir ni aplicar el poder constitucional de trabar legal y moralmente la infamante pretensión inverosímil del presidente Sarkozy de promover y llevar a aprobación la nueva ley de seguro que con toda mala intención retrasa un proceso de beneficios en la dualidad mujer-hombre y Estado a su servicio.

Las marchas y huelgas como protesta de calles en contra de la implantación de la nueva ley de seguro no sirvió de antagonismo en el desarrollo de los acontecimientos ni amedrentó al causante de todo el revuelo y, más bien trajo de manifiesto la poca atracción de convencimiento que tienen hoy día los sindicatos en Francia y, razones más que suficientes hay para estar alerta en la actuación de los mismos a favor de sus afiliados y del pueblo en general. Allí posiblemente las 3R caben al cubo.

Se sospecha que desde hace años, la burguesía francesa ha sitiado y hábilmente mediante prebendas sutiles ha penetrado los sindicatos y, en eso Sarkozy tuvo la habilidad de poner al descubierto la debilidad de los sindicatos franceses y, sin menoscabo alguno los erosionó, dejándolos a la intemperie de reivindicaciones a futuro.

La burguesía francesa odia a los latinos y a sus gobiernos progresistas y a los del sur del Continente Americano los apodan “sudacas” y en esa agonía eufemística se entregan al desastre que los invade lentamente sin preservativo alguno.

Que lastimada ha quedado Francia ante el mundo civilizado, su decadencia es tal que su revolución ejemplo de civilizaciones ha quedado en desbandada y los principios de la convivencia social han rodado en mil pedazos dentro de la historia misma de su evolución tras la premisa del mundo al revés.

Hoy más que ayer hace falta el patíbulo de los condenados para iniciar de nuevo la condena de los traidores en cuyas cabezas se gesta la idea perversa de desarrollar la injusticia social en todos los campos de la humanidad, para desestabilizar las luchas sociales y dejar al hombre al desamparo de un mañana sin final glorioso.

La dignidad de los franceses se fue a Júpiter de vacaciones hasta tanto su sociedad comprometida con su salvación la vuelva a rehacer de conformidad a los principios estatuidos por la dinastía de los Luises.

-¿La Constitución Francesa no admite plebiscitos, revocatorios, etc?


estebanrr2008@hotmail.com



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Esteban Rojas


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