¡Viva Maglio Ordóñez!

No sé ni estoy interesado en conocer si Maglio Ordóñez, un día de estos que vienen, entregue su fortuna personal a la revolución como lo hizo el millonario Besley a los obreros de la Comuna de París en 1871. Si el socialismo es el triunfo definitivo de la propiedad social de los medios de producción y la desaparición –por completo- de la propiedad privada sobre los mismos, llegará ese momento en que el dinero no sólo dejará de cumplir sus funciones que le caracterizan en el capitalismo, sino que a nadie, absolutamente a nadie, le interesará porque, junto al derecho y todas las ideologías y fetiches de clase, será enterrado boca abajo en ese museo de antigüedades sociales que las nuevas generaciones no tendrán ninguna necesidad de revisarlo para recordar lo que no podrá generar ninguna preocupación al ser humano. Reinará la libertad sobre la necesidad y el trabajo dependerá de las capacidades de la persona y obtendrá –como remuneración personal- los bienes que necesite para la satisfacción completa de sus necesidades materiales y espirituales. Es todo.

El solo hecho que una persona de la calidad deportiva de Maglio Ordóñez (campeón bate de grandes ligas) se declare partidario o admirador de un proceso político como el que está viviendo Venezuela, es suficiente mérito para sentir por él respeto e igualmente admiración. Y, especialmente, por el hecho de reto que ello significa. No olvidemos que Maglio Ordóñez juega en Estados Unidos para un equipo de propiedad privada. Alabar el socialismo en su país de seguro disgusta a los propietarios del equipo para el cual juega, porque los monopolios tampoco perdonan las posiciones ideológicas de sus trabajadores, de sus asalariados o de sus empleados. Y Maglio Ordóñez, junto a otros destacados peloteros, es productor de elevadas ganancias (en dólares) para la propiedad privada y no social.

No soy ni apasionado y menos fanático del béisbol y si estoy en la audiencia televisiva del Clásico Mundial de ese deporte es porque sólo Tves tiene señal en la zona. Sin embargo, no por ello deja de ser interesantísimo observar los juegos y, fundamentalmente, en lo que intervienen Venezuela y Cuba, deseando, implorando -si hubo un Dios del deporte en la Grecia Antigua- que esas dos naciones tengan la oportunidad de decidir la final del Clásico. Es cierto, por ahora y mientras exista capitalismo, el deporte depende no sólo de la economía capitalista sino, también, de la política, porque es ésta quien dirige aunque la primera decida. Y sin chovinismo alguno, quisiera que Cuba fuese el campeón mundial, por la simple razón que es el único país del mundo donde el deporte tiene características de socialismo y donde la propiedad privada no posee tentáculo degenerador –a través de sus fetiches económicos- del deportista. Aún así, todavía en Cuba existe, por ejemplo, el boxeo, deporte que en una sociedad socialista nada le justificaría. Para el momento de concluir este artículo Japón le dio otra paliza a Cuba y eso no me molesta, pero me entristece, ya quedó fuera del torneo. Ahora, sin desmedro de ningún conjunto de los participantes en la semifinal, imploro a Marx y todos los jugadores y el manager que Venezuela sea el campeón mundial.

Para un Clásico Mundial de Béisbol no van los equipos privados sino las representaciones de naciones, de pueblos aunque éstos estén divididos en clases sociales diferentes y antagónicas. Son los símbolos patrios los que compiten y no los sellos de determinados monopolios privados. En el campo de juego no van a dilucidarse posiciones políticas o ideológicas determinadas; no van a resolverse las contradicciones entre el capitalismo y el socialismo como si fuese un período político de transición del primero hacia el segundo. Se es un mal espectador, degenerando en fanático irracional, aprovechar los espacios deportivos para tratar de humillar, ultrajar, vilipendiar, burlarse y maltratar a un deportista, que está defendiendo los colores patrios en un mundo que sigue siendo capitalista, por el simple hecho que mantenga una determinada postura política a favor de un proceso revolucionario o del socialismo. Precisamente una persona caracteriza su humanismo, porque jamás se comporta como un fanático de algo sino como un activista consciente de que la solidaridad y el respeto a la gente, son primordiales reglas o normas de la convivencia social. Y el socialismo, quieran o no creerlo sus detractores, tiene que ser, en primera y última instancia, elevado humanismo para que ninguna persona, que lo profese como fórmula de redención social, se atreva a humillar, ultrajar, vilipendiar, denigrar, injuriar y, mucho menos, burlarse de los demás o de otras personas porque no congenien con su manera de pensar. Precisamente, la peor característica que distingue a la globalización capitalista salvaje no es tanto el hambre que genera para las grandes mayorías sociales, sino que se burla, con descaro y alevosía, del dolor ajeno o creado por ella misma.

Lo que ha sucedido, en el terreno de juego del Clásico Mundial de Béisbol, contra Maglio Ordóñez por parte de un grupo que es mucho más formado por fanáticos irracionales que por espectadores deportivos, raya en la ridiculez, en la sandez, en lo abominable, en lo injustificable, en fin, en lo inhumano y antideportivo. Por suerte, eso no tiene mayor eco en los sentimientos de la mayoría de los venezolanos y las venezolanas –en general- y de los espectadores amantes del deporte más popular en Venezuela -en lo particular-. Si ese género de fanáticos creen que con sus burlas, abucheos e intentos de vejaciones a Maglio Ordóñez van a conseguir la derrota del proceso bolivariano que vive Venezuela en un proceso electoral, pues, se equivocan de banda a banda y de cabo a rabo. Por lo contrario, no hacen más que demostrar el odio individualizado y repugnante que nunca fue tomado en cuenta, para su análisis, por el gran psicoanalista Freud.

Por lo demás, bien lo recogió y lo expresó el pitcher Silva, ganador del inolvidable juego contra Estados Unidos, cuando dijo que todo lo que le está haciendo ese grupo de fanáticos irracionales a Maglio Ordóñez, también lo está haciendo al resto de jugadores de la representación venezolana en el Clásico Mundial de Béisbol de 2009. Que esos fanáticos escojan el territorio de Estados Unidos, el país más poderoso y agresivo del mundo capitalista, para realizar actividades que chocan abiertamente con la actitud deportiva o de espectadores de un deporte, no hace más que demostrar que las contradicciones sociales, incrementadas al máximo por la explotación capitalista al ser humano, están en todos los poros y en todas las venas de un régimen que vuelve insensible e inhumano a un importante número de personas, porque no puede sostenerse sin la esclavitud social; y no puede fundamentarse sino en el egoísmo, en el desprecio, en los fetiches y en la burla por unos pocos sobre la miseria y el sufrimiento de los muchos.

No se requiere, además, ni ser socialista ni ser partidario del capitalismo, como venezolano o venezolana, para reconocer el extraordinario papel que ha jugado el equipo representante de Venezuela, donde Maglio Ordóñez, es uno de sus integrantes y, por cierto, de los mejores grandes ligas que existe en el momento actual.



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Freddy Yépez


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