Carta Abierta al Señor Farruco Sesto, Ministro del Poder Popular para la Cultura

Liquidamos hoy al CONAC, pero éste "aniquiló" primero al grupo musical Autana, de Sarría, en 1987...

Nuestro grupo, a pesar de que éramos aún jóvenes, no era tampoco un
bebé, tenía ya diez años de trabajo continuo cuando el CONAC lo dejó
en la calle (mejor dicho, cuando lo tiró a la calle), y tampoco era
tan viejo como para morir, pero la intemperie...

Hoy vivo en Francia, Sr Ministro, hace 20 años dejé la patria. Optar
por la emigración no fue una decisión fácil, pero nuestro país de
entonces, el de la IV República, ya era para muchos artistas
nacionales algo bastante menos que un espacio prometedor. Precisamente
por cosas como el CONAC.

En mi caso particular, fue ya la negación misma del derecho y
necesidad que tenemos los seres humanos de expresarnos a través del
arte lo que me obligó a partir. Y es que siendo la principal
institución cultural de nuestro país, nuestro flamante Consejo
Nacional de la Cultura operó lo que sólo podríamos calificar como un
acto de "terrorismo cultural" contra el grupo musical del cual yo
formaba tan asiduamente parte. Tengo 20 años deambulando Europa por su
culpa.

El grupo "Autana", de Sarría, un inolvidable día fue desalojado
brutalmente por el CONAC de su tradicional local de ensayo, donde diez
años de intensa labor creativa y colectiva habían transcurrido para
sus integrantes: Raúl Bolívar, Ricardo Chitty, Orlando Poleo, Jesús
Manzanares, José Martínez, Néstor Pérez, Octavio Cabrera, Orlando
Blanco y este servidor, Xavier Padilla.

Pero qué podían importar los años de trabajo creativo, voluntario,
autogestionario, por este grupo allí invertidos, si no éramos más que
muchachos de barrio...

El caso es que dicho desalojo provocó el fin del grupo y la
subsecuente emigración al extranjero de algunos de sus miembros. Cinco
de ocho en total, exactamente. Puedo asegurarle, Sr. Ministro, que el
golpe fue extremadamente duro.

El local de ensayo mencionado correspondía al Taller de Arte Integral
Sarría, que era una casa cultural administrada por el CONAC en ese
sector y donde durante años sólo se había dictado un curso "virtual"
de fotografía (virtual debido a su escasísima concurrencia). Nuestra
vinculación con ese taller comenzó cuando el profesor de fotografía y
encargado tuvo la intuición de invitarnos a utilizar una parte de ese
espacio, pues veía que ensayábamos en los callejones del barrio.
Nuestro grupo, surgido de la fertilidad creativa de esos callejones,
pudo así continuar existiendo y desarrollarse. Lo llamamos Autana pues
estábamos decididos a hacer una música única y diferente, a lograr
algo distinto, como el hermoso tepui del mismo nombre, situado al
extremo norte de nuestra amazonía venezolana. El grupo desde el
comienzo vino a darle vida y sentido a ese solitario taller. Allí
fuimos logrando "un sonido", entre esas paredes, bajo ese techo. No
mucho después, y gracias a la música original que allí fue germinando,
el taller se hizo muy popular en Caracas y atrajo a entusiastas de
todas las parroquias y barrios musicales de la capital, terminando por
convertirse en todo un movimiento, en toda una referencia estética de
nuestro espacio urbano.

Nadie hubiera podido imaginar que algún día todo aquello no llegase a
ser reconocido como la voz legítima de una resistencia cultural
incontestable. La sorpresa vino, sin embargo, cuando diez años más
tarde (¡DIEZ AÑOS MAS TARDE!) el CONAC decidiera inspeccionar, por
primera vez -en un tardío reflejo de obvia ineficiencia-, lo que allí
venía sucediendo a escondidas -si es que se pudiese llamar "escondido"
a un movimiento musical abierto y claramente concurrido, que hacía
"ruido" por toda la ciudad.

Pero acontece que al CONAC le molestara mucho el que allí todo
estuviese ocurriendo a sus espaldas (es decir, a espaldas de quien
jamás se dignara, claro está, darse una vueltita por el barrio, o de
quien nunca estuvo dispuesto a mirar de frente, o dar realmente la
cara por la cultura). Cuando el CONAC nos enviara por fin a uno de sus
"inspectores", se encontró de hecho con una nutrida aglomeración de
talentos, así como con un sólido y avanzado trabajo musical que, sin
ánimos de presunción alguna, empero sólo podía exceder las
expectativas y entendimiento de cualquier funcionario cultural -por
muy "oficial" que este fuera-. Pero obviamente el tema artístico no
era el objeto de su preocupación. La veracidad del movimiento,
insisto, sin embargo era un hecho: los verdaderos entendidos en la
materia, los músicos de toda Caracas (incluyendo gente como Evio di
Marzo, Enrique Lafontaine, Alberto Naranjo, y otros que se sirvieron
de esta cantera para sus propias formaciones) estaban ahí para
corroborarlo.

Acto seguido, la ceguera y mediocridad institucionales inmanentes a
todos los organismos del Estado por aquella época quedó demostrada una
vez más, como era de esperarse. Digamos que el CONAC no pudo digerir
que nuestra labor fuese una iniciativa natural, totalmente
independiente, no producida ni gerenciada por sus directores. El
Consejo Nacional de la Cultura, en lugar de percibir el "fenómeno" que
acababa de "descubrir" como algo interesante, genuino y propio de la
potencialidad creativa de nuestra gente, prefirió vivirlo como un
hecho insoportable. (Nuestra expresión popular y espontánea escapaba
sin duda a la diplomada intuición de estos convencidos benefactores y
auto proclamados catalizadores de la "Cultura Nacional"). Es así como
se produce la catástrofe, el exabrupto: el CONAC, en vez de apoyarnos,
de proveernos con lo que nos faltaba, de buscar la forma de
integrarnos a algún plan de apoyo cultural existente, o de simplemente
darnos un trato personalizado, decidió cerrarnos el taller, inventando
para ello la excusa de que el dueño de la casa -pues además nos
enterábamos entonces que era alquilada...- había decidido vendérsela
al estacionamiento de al lado, el cual quería expandirse. Sobra decir
que fue inútil que le hiciésemos sugerencias, que le diésemos ideas al
CONAC para actuar al respecto, como por ejemplo la muy elemental de
disponerse a defender sus derechos de inquilino en tanto que
Institución del Estado y protectora de la cultura, para lo cual no le
habrían faltado medios. Pero los deseos del garajista parecían
sagrados e infinitamente más importantes para el CONAC, hubiéramos
creído más bien estar en presencia del "Consejo Nacional de la Auto
Colonia...". Mucho menos dio resultado que le planteáramos comprar el
espacio para nosotros, lo único que conseguimos fue que nos diera una
semana para sacar nuestros instrumentos, y pronto no hubo ya casa: la
demolieron...!

Hoy puede sorprender esta historia, pero eso fue exactamente lo que
ocurrió. Aquellos eran tiempos, por el contrario, en que ya nada
sorprendía. En realidad, nuestro grupo era para nosotros como un oasis
en esa Venezuela sin rumbo, las paredes de aquella casa nos habían
protegido hasta entonces de la nada. Inútiles fueron las muchas
quejas, firmas, artículos de prensa y conciertos que respaldaron
nuestro grupo y su labor creativa frente al atropello del desalojo. La
eliminación del taller se convino a puertas cerradas en el CONAC, y la
demolición tuvo lugar.

(Curiosamente, el garaje nunca se extendió, hoy existe en lugar del
Taller Arte Integral Sarría otra construcción, una extraña edificación
de dos pisos que al parecer alberga una turbia misión religiosa donde
transitan las drogas, según el rumor de los vecinos).

Lo que ocurrió con nosotros constituye un funesto episodio que, como
resulta evidente, ya no sólo describe lo que en aquella época fue una
reiterada falta de apoyo a la cultura -especialmente a la expresión
creativa popular- sino un burdo y deliberado atropello contra la
misma.

Demás está decir que nuestro grupo sufrió gravemente y poco después
desapareció. Durante diez años allí habíamos creado música y ensayado
al menos cuatro veces por semana, lo que equivale a un total de casi
2.000 ensayos! En suma, fue una labor de formación musical, de
investigación, de creación espontánea, inventiva; pero siempre
desasistida y finalmente pisoteada por el organismo gubernamental
encargado precisamente de apoyar este tipo de manifestaciones.

Autana nunca grabó un disco, nunca obtuvimos los medios para ello, ni
nadie nos los ofreció; seguramente porque nuestra música no era
comercial y no jugábamos al juego de una consentida alienación en
pleno período de depredación capitalista. Nuestro trabajo era la
consumada antítesis del fenómeno Daiquirí. ¿Recuerda Sr. Ministro ese
enlatado, los valores vehiculados por esa perla? Lo nuestro no
amenizaba, no era objeto de consumo. Teníamos por único credo la
música misma. Pero no es un misterio cómo nuestro baterista se las
arreglaba para disponer a veces de un único par de baquetas durante
dos años: el "teipe" era otro de nuestros instrumentos...

Tocamos, eso sí, en cientos de eventos no remunerados: en beneficio de
hospitales, por la restauración de parroquias, en protestas, en apoyo
de causas sociales; en universidades, en calles. Cualquier músico
caraqueño de los ochenta puede hablar de nosotros, u oyó hablar de
nosotros.

Nuestra experiencia fue extremadamente fértil y tuvo mucha influencia
en el medio musical "underground" caraqueño entre los años 1977 y
1987. Un gobierno responsable y sinceramente preocupado por la cultura
del pueblo que lo eligió hubiera tomado nota de esto (a través de sus
organismos culturales) y provisto con premura las bases materiales
para que aquello siguiese floreciendo. Pero qué sordos, qué ciegos
aquellos gobiernos, aquellas instituciones.

Detectar y proteger manifestaciones artísticas espontáneas como lo fue
la nuestra es una de las labores fundamentales de todo gobierno, no
precisamente ignorarlas, ni mucho menos "desaparecerlas".

Existen varias tesis de grado en la UCV donde se habla de la
experiencia de nuestro grupo Autana. Pero para eso quedó el mismo,
para archivo de investigadores. Aparte del carácter único en el país
del repertorio musical creado por nosotros, fue en ese taller donde se
formó un valor nacional como lo es Orlando Poleo (hoy reconocido
mundialmente), y donde luego se formaron centenares de percusionistas
venezolanos, todos profesionales reconocidos.

- Fue allí donde muchos grandes músicos del Caribe de visita en
nuestro país impartieron seminarios, invitados por nosotros;

- Donde se gestó el grupo Xabañón (primer grupo de fusión
contestatario capitalino);

- El Cuarteto de música Creativa de Pablo García y Antonieta Colón
(entonces único ejemplo de etno-free jazz en el país);

- Nuestro propio grupo Autana (premio Mejor Grupo Experimental del 1er
Festival del Movimiento Musical Afrocaribe, organizado por Héctor
Castillo en el Nuevo Circo de Caracas, y recibido en nuestro nombre
por Lil Rodríguez);

- Donde también se formaron o participaron músicos de trayectoria
nacional e internacional como lo son Javier Plaza, Gerardo Rosales,
Néstor Pérez, Yecy Ramos, Raúl Bolívar, Orlando Blanco, Alberto
Borregales, José Chelo, Miguel Urbina, José Martínez, Armando Camejo,
Octavio Cabrera, Valerio del Rosario, Ricardo Chitty, Jesús
Manzanares, José Luis Sánchez, yo mismo y tantos más.

Un lugar, eso sí, donde nunca hubo drogas, pero tampoco material ni
equipo utilitario alguno que suministrase el CONAC (mucho menos
instrumentos, cueros, cuerdas). Es así como este organismo ponía a
prueba, por aquel entonces, su homérica inadvertencia.

Todo esto signa emblemáticamente, Sr. Ministro, la situación en que se
encontraba entonces nuestro país. De hecho, sólo un año después del
cierre del taller acaeció el "Caracazo". Ya yo me había ido a Europa,
decepcionado ante el vacío forzado en que quedamos los ex-Autanas.

Aquí, en Europa, con mi instrumento me recibió la calle.

Dejar mi país no fue una partida de aventura, sino un lanzamiento a un
vacío incluso peor en el que habíamos quedado, completamente ajeno a
la matriz cultural y musical en que me había formado. Pero a los 25
años y sintiéndose "echado" de su propia tierra, uno no puede más que
asumir el reto fatal impuesto por otras.

Viví cinco años en Alemania, cuatro en Grecia, y ya llevo 11 en
Francia. Pero es de rigurosa importancia comprender que esta
"internacionalización" personal, contrariamente al cliché que se tiene
del artista emigrante venezolano, está muy lejos de constituir un
periplo de conquistas, en cambio es un interminable exilio cultural
originalmente signado por el indescriptible barbarismo de nuestros
gobiernos anteriores. Sépase que uno termina dando vueltas, en este
Viejo Mundo, en torno al fantasma de una substancia que sólo existe en
su propia tierra. Substancia que se llama patria.

Es algo que debería llamar a la reflexión, de manera general: la
forzada y desconocida "emigración cultural" sufrida por nuestro país
durante los últimos años de la IV República. Tema aún inabordado
dentro de la V.

Como podrá ya suponerlo, Sr. Ministro Farruco Sesto, el motivo de esta
carta abierta es el de comunicarle que los miembros del Autana tenemos
el sentimiento (incluso el resentimiento) de que el país tiene una
deuda moral con nosotros. Si bien nuestra iniciativa musical en Sarría
está ampliamente documentada (incluso a nivel académico), no menos lo
está el que todos en el grupo fuéramos víctimas de un burdo atropello
por parte del CONAC.

Así, al tiempo que felicitamos a nuestro país por finalmente lograr
deshacerse de esa infame usurpación llamada Consejo Nacional de la
Cultura, y lograr por consiguiente avanzar un peldaño más en la
evolución de nuestro proceso revolucionario, queremos hacerle parte de
nuestra condición de víctimas probadas de esa institución y en
consecuencia reclamar en justo derecho, aun a veinte años de los
mencionados perjuicios infligidos a nuestro grupo, la retribución de
nuestro espacio físico musical en la forma de un nuevo local adecuado
para la continuación de nuestro trabajo, indignamente interrumpido -e
indirectamente censurado- en 1987.

Hoy corresponde al Gobierno Bolivariano, en honor a nuestra
excelentísima Constitución: restituir el sentido común, humano, digno
del país; sanar sus heridas, reparar (porque son reparables) los daños
causados por otros gobiernos (¡sí, esta es su virtud!); conjurar los
vicios y crímenes, mediante acciones concretas de inclusión y
restablecimiento socio-comunitario, de nuestro antiguo sistema
bipartidista vende patria.

Concretamente, se trata por nuestra parte de una exigencia de
reparación y reintegración al país, en tanto que artistas venezolanos
de documentada trayectoria nacional e internacional. En cuanto a
aquellos de nosotros que optamos por la emigración, y dado las
circunstancias de fuerza en que optamos por ella, el presente gobierno
revolucionario está ahora en el deber de ayudarnos a regresar a la
patria con nuestras familias -al menos a aquellos que lo deseamos- y
permitirnos en forma digna reintegrarnos a nuestra sociedad y
participar en la construcción del país que nunca hemos dejado, después
de todo, de representar en otras tierras. El grupo Autana no murió en
nuestros corazones y mediante la creación de la Fundación Experimental
Autana estaremos seguros de poder darle continuidad a nuestra creación
y a nuestra labor educativa comunitaria, tal como otrora hiciéramos en
Sarría.

Sin dudar por un minuto, Sr. Ministro, de la profunda comprensión y
buena voluntad que emanan de su investidura, le agradezco en memoria
del grupo Autana disponer de su muy valiosa atención en todo lo
referente a nuestro caso. Como bien sabemos, la cultura es un asunto
serio, tal vez la razón misma de ser de un país.

Socialista y bolivarianamente,

xavierpad@gmail.com
www.myspace.com/xpadilla


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Fernando Xavier Padilla Delgado


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Xavier Padilla

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