Ministro Ramírez: la solución al problema de la gasolina sacada hacia Colombia, es ésta

Para acabar con la extracción ilegal de gasolina hacia Colombia, lo que tenemos que hacer es venderla oficialmente en los Departamentos fronterizos colombianos, al mismo precio que aquí. Si el problema es atacado -como lo ha propuesto el Ministro Ramírez- reduciendo la cantidad de gasolina que envían a la frontera, sin ponerle coto efectivo a aquellos funcionarios quienes no solamente se hacen de la vista gorda para que se produzca la extracción hacia Colombia, sino que hasta se asocian, participando de este fabuloso negocio, que compite con el tráfico de drogas o de armas por su magnitud, los residentes de los estados fronterizos, sobre todo del Estado Táchira, seguirán siendo golpeados por la escasez y seguirán siendo ciudadanos de segunda, en su propio país. Seguirá creciendo la oposición en este importante estado de Venezuela y se perderá el control del gobierno, justamente en la frontera “más viva” de este sub-continente, a través de la cual ya comenzó el Imperio a montarnos la guerra contrarrevolucionaria, como derivación ampliada del Plan Colombia / Plan Patriota. Y si la vendemos legalmente pero “mas cara”, como lo propone el gobernador del Estado Táchira, el problema continuará.

Si hemos vendido hidrocarburos -durante años- con absurdos descuentos a los Estados Unidos, y si con la nueva política de acercamiento a otros pueblos, le hemos vendido combustibles refinados a El Salvador, a Nicaragua, y hasta a Londres, en el Reino Unido, hemos llegado con esas nuevas políticas, ¿ Por qué no hacerlo aquí mismo, al lado, con nuestros hermanos colombianos ?

Con una medida como la que propongo aquí, de venderle gasolina al Departamento Norte de Santander, en Colombia, al mismo precio que la vendemos en Venezuela, podríamos quebrarle el espinazo a toda la corrupción que envuelve a ese fabuloso negocio, y además matar otros pájaros con el mismo tiro. No olvidemos que este negocio de la gasolina, en esta frontera, es un negocio “armado”. Porque quienes principalmente se benefician, de ambos lados del río, andan armados hasta los dientes. Del lado allá del río, grupos paramilitares, que no son nada amigos de nuestro proceso político, ni de nadie. Y de este lado ya son demasiadas las voces que denuncian las tentaciones (y más que tentaciones, coimas) de las que son objeto componentes de los cuerpos de seguridad, quienes precisamente han sido los “responsables” de montar los controles para evitar la salida de la gasolina, del gasoil y del gas. Y la voz del pueblo dice que “cuando el río suena… ni que lo fajen chiquito”.

Si hacemos lo que propongo, la amenaza paramilitar tendría que amoldarse a la nueva situación (ya que -principalmente- vive de este negocio tan rentable), y verse obligada, de persistir en el empeño de este negocio, a llevarla más adentro en su propio país, pero a más distancia del nuestro.

Vendiéndole gasolina a nuestros hermanos colombianos más cercanos, al mismo precio nuestro, los subsidiaríamos temporalmente, por lo que mejoraría y se abarataría la producción de alimentos y otros bienes de uso diario en la zona, lo que combatiría la escasez de aquellos productos que hemos visto desaparecer de los anaqueles de los supermercados, a veces artificialmente y gracias a la obsesión de grupos oposicionistas, en cuanto a golpear al gobierno; y, en la mayoría de los casos, porque la demanda real ha aumentado. Más venezolanos hoy en día cuentan con mayor poder adquisitivo y participan en modo mayor, de la demanda de víveres. Pero fijémonos en algo concreto: Nosotros, con gasolina a 80 bolívares el litro (ahora a 0,08 bolívares de los nuevos), es decir, con gasolina que lo subsidia todo, desde el acopio y traslado de las materias primas, hasta la venta final al público, pasando por la producción, transporte, distribución y conservación de alimentos, los producimos en muy poca cantidad. En cambio, nuestros hermanos colombianos, producen alimentos y otros bienes en cantidades enormes, con gasolina a más de 2 mil bolívares el litro (!).

Subsidiando temporalmente a nuestros vecinos, no solamente acabaríamos con el contrabando de gasolina y la escasez en nuestros estados fronterizos (ya que acabamos con el diferencial de precios), sino que también golpearíamos a la especulación, que también artificialmente se ha creado con el diferencial entre el peso colombiano y el bolívar, exclusivamente en la franja fronteriza. De todos es sabido (y si no lo saben, entérense) que cuando compramos y pagamos en Cúcuta (Dpto. Norte de Santander, en Colombia) con cualquier tarjeta de crédito internacional, la diferencia de precios es apenas perceptible. Pero cuando pagamos con dinero en efectivo la diferencia se transforma en dos por uno, presionando con esa devaluación artificial y manipulada, a nuestra moneda hacia la baja y a nuestro proceso inflacionario hacia arriba. No existe otra explicación que no sea la especulación, para que la diferencia entre el peso y el bolívar “entre Bogotá y Caracas”, sea de uno a 0,95 ; y entre Cúcuta y San Cristóbal, sea de 1 a 0,42 (!). Los especuladores de la zona y algunos nacionales insensatos, juegan a esta distorsión económica para obtener más bolívares por peso colombiano, ya que desde allá vienen por cantidades a comprar más barato, a Venezuela, y luego revender allá.

Cuando digo que la medida puede y debe ser temporal, es porque tenemos que pisarle el acelerador al programa de “gasificación” de los vehículos automotores en nuestro país. Este programa, que permitirá a nuestro parque automotor moverse con gas natural, ya tiene un atraso de casi un año. Y pienso que si nos apuramos, en cuestión de año y medio podríamos contar con la mayoría de nuestros vehículos movidos por gas natural. Cuando lleguemos a ese estado de desarrollo en cuanto a la modificación y alimentación de los vehículos venezolanos, podríamos cambiar el esquema de venta de gasolina en la frontera. Y la enorme e injustificada cantidad de gasolina que llega a esa zona, mensualmente, podría reducirse a términos bajísimos, y el gran caudal que en ese momento no necesitaremos, venderlo a otros países a precios internacionales.

Ahora bien, si nuestros vecinos colombianos se avispan, se suman al proceso de ahorro de gasolina y modifican sus vehículos para que se muevan también con gas, pues igualmente podremos suministrárselo. No olvidemos que el gas natural es infinitamente más barato que la gasolina o el gasoil o el mismo gas propano.

Lo que en este momento todos sabemos es que mensualmente llegan 120 millones de litros de gasolina al Táchira. Apenas un poco menos de lo que consume Caracas (!). Se estima -en términos bastante “modestos”- que la tercera parte se va hacia Colombia. Eso quiere decir que alrededor de 40 millones de litros se van mensualmente de Venezuela, de forma ilícita, manteniendo una inmensa cadena de corrupción, que parece extenderse desde los centros de decisión en Caracas hasta el último camino verde del Estado Táchira, donde la burocracia asentada en esa jurisdicción, casi en su totalidad, trabaja en contra del gobierno nacional.

Para pasar esa enorme cantidad (de alrededor de 40 millones de litros de gasolina), deben trasladar un promedio de un millón trescientos treinta mil litros (1.330.000 litros) diariamente (!). Y para eso se necesitan mucho más que pimpinas de 4 o de 20 litros. Y mucho más que automóviles con tanques reformados de a 100 litros promedio. Para pasarlos, se necesitan muchos vehículos y poca o ninguna vigilancia. O bien, muchos vehículos, mucha alcahuetería, y socios y cobrones en muchos sectores. Esa gran cantidad de litros de gasolina no se pasa en gandolas solamente, porque se necesitarían 38 gandolas con capacidad de 35 mil litros cada una para hacerlo en un solo día (!). No la pasan en vehículos con tanques reformados solamente, porque se necesitarían aproximadamente 3.325 automóviles, haciendo 4 viajes cada uno, diariamente. Y tampoco lo pasan solamente en pimpinas, porque de las de 20 litros se necesitarían 2 millones de pimpinas, y de las de 4 litros, más de 10 millones de pimpinas (!).

Por eso es que es tan importante la matemática, como dice el Presidente Chávez. De estos cálculos podemos inferir que se utiliza una combinación de “transportes” para poder pasar esos 40 millones de litros cada mes a Colombia (si es que acaso no son más), provocando la escasez que a diario vemos en el Táchira y las manifestaciones de arrechera que vuelcan los usuarios a través de los medios de manipulación social. Pero no resulta difícil pensar que la mayor parte de esa gasolina debe pasar en gandolas “con salvo-conductos especiales”, obtenidos a punta de sobornos millonarios. Por todas las razones antes expuestas, insisto en que debemos vender, sin diferencial de precios, a nuestros vecinos. Cualquier diferencial va a mantener el problema. Pudiera ser que lo reduzca, pero no lo va a acabar. Y en principio, acabaría justamente con los pequeños, con los “pendejos”, pero no con los peces gordos del negocio, no con la corrupción de chaqueta en oficina (porque ahora -casi- no usan corbata), ni con los grandes contrabandistas, enemigos del país y enemigos del gobierno. Y mientras ellos ganan sus pequeñas y mezquinas batallas, y engordan sus cuentas personales, el país y el gobierno pierden la guerra.

Reitero que esta es la solución más lógica para enfrentar el problema. Sería -además- una forma de permitir que no existan venezolanos “de segunda ni de tercera”, con sus derechos conculcados, precisamente en una zona del país donde deberíamos contar con el mayor apoyo de la población, ya que por ahí mismo comenzó hace ya un buen tiempo la invasión paramilitar proveniente de Colombia, que sirve de cabecera de playa en la guerra que el Imperio nos ha comenzado a montar. No tienen la culpa los tachirenses de estar ubicados tan lejos de Caracas, y de contar con funcionarios locales que poco o nada aportan a la solución de los problemas que los aquejan, para que encima sus derechos se vean restringidos por culpa de políticas erróneas aplicadas en la zona, que no han hecho otra cosa que alimentar una corrupción bestial.

Vender gasolina temporalmente y a precios iguales a los que tenemos en Venezuela, en los departamentos vecinos de Colombia, sería una medida inteligente y -tal vez- audaz, como las que debe tomar un gobierno que se califique revolucionario. De lo contrario, se confirmará que la cadena de corruptelas es bien larga, produce mucho dinero que engorda a unos pocos enemigos del país y del gobierno, y quienes no contribuirán a que las soluciones aparezcan porque se les “echan a perder sus negocios”. También aumentarán los votos contra el gobierno. La solución la pongo en la mesa… y la asomo a través de esta ventana revolucionaria.

manuelrugeles@gmail.com


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Manuel Rugeles A.


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