‘’No debemos nunca olvidar, para hacer una sana autocrítica,
que la dirección económica de la Revolución
es la responsable de la mayoría
de los males burocráticos …’’
Ernesto ‘Che’ Guevara.
A propósito de su artículo de opinión: “Algunas reflexiones inconclusas para animar el debate”, con respecto a los resultados electorales del 2D/2007, publicado el 21/02/2008, me animo a considerar igualmente algunas reflexiones, dentro de las cuales comparto lo relevante de la derrota de la propuesta de reforma de ese día, a pesar de todos los factores y aspectos a favor del “chavismo”, por demás significativos y “condicionantes” para garantizar el triunfo; obviamente una gran ventaja. No obstante, la clave que pudiera representar el peso mayor, entre tantas otras, y que pudo haber determinado esa derrota, estaría precisamente en el peso específico de las estructuras, organismos e instituciones obsoletas, arcaicas y cuartarepublicanas que mantienen intactas sus normas, políticas, procedimientos, fines y objetivos, derivados de la operatividad antidemocrática para garantizar un tipo de estado y servidor público con ribetes de capitalista, y donde para lo cual el proceso revolucionario en marcha sólo ha realizado maquillajes y acciones superficiales, obviando ir al fondo de este gran problema sustento de la democracia burguesa representativa. Con esas estructuras, sus modelos y su concepción jerárquico-burocrática del poder no puede haber avances revolucionarios de gran trascendencia histórica que rompa con todo lo viejo, ni mucho menos desarrollo hacia el Socialismo del Siglo XXI o “Humanismo del Siglo XXI”. De allí que el compromiso debe ser construir el nuevo Estado revolucionario, Socialista o Humanista, y preparar al hombre nuevo para la nueva sociedad y para la nueva civilización.
Esa incipiente derrota política y electoral, mucho más allá de lo que pudo representar el éxito de la reforma, cobra mayor significancia en tanto y cuanto los sectores y militantes revolucionarios obviemos el compromiso histórico ineludible que hoy se nos presenta, contra la opresión y la barbarie, por la salvación de la especie humana. No se trata sólo de cambios políticos, económicos, sociales, culturales y consiguientes, por demás importantes; es menester entender que las realizaciones por mejorar y desarrollar la calidad de vida de los ciudadanos pasa por confrontaciones más profundas que traspasan los umbrales de lo meramente político y/o electoral. La incansable e incesante lucha es por la vida, la cual se nos va en ello; por eso, la tarea mayor es la elevación del nivel de conciencia del pueblo y su convicción en la concepción político-ideológica que sustente y satisfaga sus necesidades de vida, morales, espirituales y existenciales, más allá de otras de tipo materiales. Una revolución que no anteponga estos valores, por sobre los demás de tipo presenciales, estará irremisiblemente conducida al patíbulo de cualquiera sociedad por muy inculta que esta sea.
El militante-gobernante, por elección o disposición, tiene una alta cuota de responsabilidad en esta pérdida, donde la tenemos todos, unos más otros menos, por cuanto cabalgan en las estructuras del estado benefactor-paternalista, que no educa ni eleva la conciencia del ciudadano con sus desequilibradas acciones dirigidas a la improvisación y al resuelve esporádico materialmente. Una reflexión profunda pasa por la transparencia y humildad de reconocer y aceptar, por principio y convicción, creadora y autocríticamente nuestros errores, y que quien definitivamente debe gobernar es el pueblo, y los líderes entender que son sólo un instrumento circunstancial más del “entorno” de ese pueblo. La inversión de esta “prerrogativa de valores” para dignificar, reivindicar y desagraviar al pueblo, maltratado y excluido, debe ser nuestro gran objetivo contra los mercaderes del poder constituido. El comandante-presidente Chávez es, y seguirá siendo el ductor, indispensable como líder y estratega, con valor y reconocimiento ante su pueblo, en la medida de que entienda y practique que no sólo los “meritocráticos” (tipo PDVSA la vieja, que todavía dirigen, tiene autoridad y toman decisiones del más alto, medio y bajo gobierno, quienes ofrecen más vehículos, teléfonos, gorras y franelas rojas-rojitas o azules-azulitas, como en el pasado las blancas-blanquitas o verdes-verdecitas), son los más llamados a ser sensibles ante el clamor de un pueblo. Esa masa de compatriotas venezolanos, que no se anotaron a favor de la propuesta de reforma por la causas que hayan sido, todavía espera respuestas concretas, distintas a las prácticas que hasta ahora conocemos sólo para condicionar un voto y que en nada se diferencian a las del pasado adecopeyano. Las próximas elecciones regionales será el termómetro para medir hasta cuando y en cuanto hemos evaluado y permeado la derrota del 2D. Es obvio que hemos tenido múltiples avances, triunfos y logros en este proceso de cambios, más por el modelo rentista y la visión que se tiene de la incorruptibilidad, disposición y entrega del líder, que por las nefastas prácticas de muchos de quienes le acompañan. Las 3R deben implementarse muy endógenamente, con mucha seriedad y responsabilidad, para que el debate y sus resultados puedan tener un impacto positivo de altura en el ciudadano, que le permita generar confianza, espíritu de entrega y sentido de pertenencia y compromiso con los cambios que el desarrollo del proceso revolucionario reclama impostergablemente, como por ejemplo una nueva, oportuna y no descartada propuesta de reforma.
La nueva estructura partidista que hoy conformamos, su filosofía y concepción humanista y liberadora, a pesar de su inquietante, disímil y compleja formación, tiene un mayor reto en esta nueva era de la patria. Toca ahora a todos nosotros, comprometidos por siempre, unitarios por excelencia, críticos creadores, revolucionarios y militantes disciplinados por destino histórico, evitar la trascendencia histórica de la derrota del 2D. Los numeritos de la oposición por el orden de los cuatro millones y medio de votos parecieran constantes en los cuatro últimos procesos electorales, para nada sumaron los efectos Baduel, Marisabel o Podemos, pudieran ser su techo, pero para nosotros los últimos resultados pudieran ser nuestro piso, piso eterno de barro de donde la miseria y la pobreza pareciera nunca más levantarse. He allí el llamado profundo a la reflexión y a la unidad incondicional para con el país, para evitar que una tormenta de cartas de renuncias al PSUV quiten al pobre Diosdado tiempo para gobernar o la “responsabilidad histórica” para expulsar. Compatriota y amigo Zambrano, la oposición, la burguesía, el imperialismo y sus lacayos; es decir, la antihistoria y la antivida, siempre tendrán su estrategia y sus objetivos, con sus medios, sus recursos y sus mensajes para descalificar e imponerse, con propuestas de reformas o sin ella de nuestra parte y a pesar de todo lo que podamos hacer, pero ello se concretará, sí y sólo sí, en la medida de que la dispersión de fuerzas y esfuerzos la propiciemos o alimentemos (“aún siendo los mejores aliados del mundo, dando respeto político al aliado y aprendiendo a vivir con las diferencias”), en detrimento de un esfuerzo profunda y transparentemente unitario. ¿Acaso tenemos duda de que la propuesta de Socialismo Bolivariano es nuestra y no tiene forma concreta? ¿Acaso no está concebida para que quepamos todos y en la que todos tengamos igualdad de oportunidades? Al respecto, debemos estar convencidos de cuál es el camino, transitarlo con firmeza y convicción, y procurar derramar hasta la última gota de sangre, de ser necesario, en el intento por alcanzar nuestra gran meta: la mayor suma de felicidad posible, donde la libertad, la igualdad y la justicia social sean el principal nutriente merecedor del sacrificio que desinteresadamente debemos aportar por la patria, por la revolución y por la vida.
Considero que su llamado a ser eficaces en la gestión pública está demás, por cuanto ello lleva implícito una responsabilidad ineludible de todo militante revolucionario en quienes, en tiempos de revolución, el pueblo/soberano los coloca circunstancialmente en la acción de gobierno o en cualquiera otra trinchera de lucha. Comparto que “hay que atacar de forma real la corrupción y la impunidad”, más allá de las “tres fuentes de corrupción” que usted señala, flagelo que erosiona cualquier proceso de cambios, porque en mi modesta opinión el problema es más serio, por cuanto es el mismo tipo de estado quien crea al funcionario del antivalor y facilita, con sus caducas instituciones, la práctica del ilícito o de la irregularidad administrativa. Entonces, no son sólo seguros, colocaciones, precios, cifras, números, cuentas, etc., a enfrentar para que pudiera “acabarse” con esas nefastas prácticas; se trata de inculcar valores éticos, morales y culturales desde la familia, las instituciones educativas y el estado revolucionario mismo para que, orgullosamente, podamos contar con servidores públicos revolucionarios, garantía de responsabilidad y principios consustanciados con la revolución y con su pueblo. No compadre, es allí donde debemos meter la gran lupa: en el estado y en la revolución. El mayor problema es no entender la revolución si concebimos que vamos hacia allá y el gran reto es de los revolucionarios si precisamos de serlo. Sólo así “la Revolución Bolivariana no podrá cargar con el fracaso del Socialismo Real”, mucho menos con los fracasos de los mejores aliados aún cuando los necesitemos y sean los mejores del mundo, incluso para negociar cargos y para exigir cuotas de poder. Agradecido, por sus “algunas reflexiones inconclusas para animar el debate”, le saludo. Sin ellas creo que no hubiese sido posible mi modesto aporte.
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