A como dé lugar

Sigue desplegándose ante el país mediante el oligopolio mediático el desenfado con que los grupos políticos antiguamente dominantes, expresión de los más oscuros intereses, los del imperialismo y la oligarquía, mienten, difaman y calumnian para tratar de confundir al pueblo y abrir cancha al desarrollo de los propósitos conspirativos que alientan. Incapaces de enfrentar democráticamente un liderazgo como el de Hugo Chávez, inserto en el corazón de las multitudes porque les es fiel y ha abierto el camino para que ellas se reincorporen a la historia, no tienen otro modo de semipensar, programar, planificar y actuar (“semi”, pues otros detrás de ellos son quienes dirigen la función) que no sea el enloquecido propósito de destruir a como dé lugar al gobierno que la inmensa mayoría de los venezolanos hemos constituido. Nada menos que el más legítimo de todos desde cuando los libertadores nos alumbraron patria, nueve veces ratificado y refrendado.

No niego que puede haber, seguramente los hay, sectores democráticos en la oposición, pero su voz es un rumor apenas en medio de la barahúnda infame que el fascismo, en esta ocasión los haces y las cruces gamadas sustituidos por el billete verde, lanza como mil decibelios de mentira a ver si hace creer que hay uno de verdad.

Ya no con asombro, de tanto ir al agua el cántaro, pero sí con un dejo de pena, contempla uno a un jerarca de la iglesia católica aprovechar su circunstancial condición de obispo --de cuya elección por los cristianos no hemos tenido noticia-- para llamar al asesinato del Presidente. El señor Lückert, pobrecito, se halla tan lejos de Jesús de Nazaret como cualquier engendro satánico. Bastante más, por cierto, que cualquier mortal que no anda presumiendo de su relación con la divinidad.

La sabiduría del pueblo, superior a la de los más engreídos académicos --Bolívar dixit y el líder del proceso revolucionario lo recuerda a menudo--, acuñó la frase sin desperdicio de “Chávez los tiene locos”. Y ahora, en efecto, los vemos en el grado del furor. La propuesta de reforma constitucional, que el pueblo discute para mejorarla aunque ya bendecida con el sí, a materializarse en diciembre, es un desarrollo de los principios fundamentales de la Constitución Bolivariana, un enriquecimiento de la misma a partir de su propia esencia. Pero los oposicionistas se impulsan desde la negación total y mueven a eclesiásticos y seglares, fantasmas del pasado y jovencitos con telarañas de ancianidad (prontos a reaparecer), escribidores y emborronadores, lenguas de hacha con curare y componedores de imágenes, doctos y no tan doctos en derecho, economía, filosofía y otros etcéteras de clases dominantes, toda la gama de figurantes y figurantas del circo, a ver si se les da. También se reservan arbitrios más contundentes. Su sueño dorado es archisabido: golpe, guerra civil, invasión de marines. Que el país se destruya, qué más da. O para ellos solos o para nadie. La apoteosis del egoísmo, la maldición de la alienación capitalista.

Pero sus cálculos están destinados al fracaso, pues como siempre el último factor que consideran, y las más de las veces lo echan a un lado con desprecio, es precisamente el que está decidiendo y va a seguir decidiendo el asunto. Es ése que, parafraseando a un personaje de esas latitudes boreales que los fascinan, les hemos recordado en otra ocasión: ¡el factor pueblo, estúpidos, el factor pueblo!

El cual es hoy un nuevo fantasma que recorre el mundo, tremolando banderas de presente y de porvenir.


freddyjmelo@yahoo.es


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Freddy J. Melo


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