No es bueno para el negocio

Resulta ciertamente curioso que la sinarquía económica dominante a nivel global, caracterizada por su discreción y amante de procurar escasa publicidad para sus asuntos —práctica seguida incluso en las sonoras reuniones de sus enviados en el llamado Club Bilderberg—, últimamente despierte la atención de las gentes con lo de Gaza. Pese al evidente adoctrinamiento en las creencias consumistas —que ha pasado a ser una especie de anestesia vital servida por los oficiantes empresariales, siguiendo las directrices de los dueños del gran capital real —, algunos empiezan a preguntar quién manda en el mundo, y eso no viene bien al sistema que dirige el entramado desde la sombra. Claro está que, en su inmensa sabiduría, tal vez haya entendido que ha llegado el momento de destaparse.

Pese al adoctrinamiento político, económico y social, hábilmente instrumentado por personal especializado puesto a su servicio, de tal manera que se hace girar en torno a la democracia, el dinero y el espectáculo —todo ello controlado por los más altos mandantes—, se ha roto la tendencia —llámese pacifista—, que facilitaba el manejo del nuevo orden, recuperando la barbarie. No ha bastado el habitual control de los medios para impedir que con cierta timidez salga a la luz, debidamente sesgada, para inclinar la balanza del lado de los buenos, la matanza continuada, iluminada por el deseo de venganza —para algunos debidamente justificada, porque es lo que se vende a nivel oficial—, pero dejando que se ignore lo que se esconde en el fondo, y otra finalidad mucho más realista, como es la simple expansión territorial, que es el asunto real de lo que se trata.

Parece que la sucursal de la sinarquía del dinero, conocida por todos bajo su forma estatal, aprovechando los notables aprecios de la sociedad general, promovidos por la hábil labor doctrinal difundida a través de los medios, en su tenacidad por transitar por la torcida senda de la barbarie no parece seguir un buen camino. Pese a los intereses geopolíticos que mueven a la sucursal estatal y el imperio protector, la sinarquía mandante debería poner freno, para que, como hasta ahora, su negocio continúe marchando viento en popa. Uno de los motivos a nivel de la realidad prefabricada, por el que el nuevo mundo se mueve, es que, pese al control doctrinario, las gentes empiecen a pensar por libre, animadas por lo evidente, y llegue el momento del despertar, con sus consecuencias para el sistema. Poner en primer plano el retorno a la barbarie de los viejos tiempos se lleva por delante lo que se viene llamando progreso y, en el plano humano, supone un claro retroceso, sin pasar por alto el daño que se hace a los principios jurídicos más elementales. En definitiva, toda la ideología ilustrada, base del sistema capitalista, empieza ser cuestionada, aunque sea minoritariamente y con total discreción para no incomodar a los mandantes.

Como la alta jerarquía no está interesada, pese al riesgo para su negocio global, en poner freno a la situación, sus peones políticos tampoco, la natural contestación se ha reducido a las buenas palabras de algunos, mientras los más comprometidos se callan, y la fidelidad mediática solamente explota la noticia, llevando el asunto al terreno del espectáculo pulsando opiniones. Acaso, la llamada al orden venga de la mano de las gentes que sacan a la luz tímidas quejas, algunas manifestaciones públicas y otras empresas más sonadas, para dejar constancia de la barbarie organizada, que pretende sostenerse en disculpas. La única realidad es que no se adoptan soluciones drásticas por nadie. Esto permite poner de relieve el grado de poder del que gozan el representante visible de ese gran capital real y su sucursal estatal. Parece que viene a exigirse que el mundo les venere y acate sin rechistar sus decisiones, asumiendo el papel de los buenos de la película, siendo los malos cuantos no les siguen la corriente. Lo que no encaja con la línea ideológica seguida ni con la libertad ni con los derechos más elementales ni con la democracia al uso ni con el sentido común de lo que tanto se suele hablar.

Hasta ahora, la sinarquía venía controlando el dinero con sus habituales maniobras acaparadoras operando siempre con ventaja y jugando a dos caras, haciendo circular el dinero falso para los otros y reservándose el dinero bueno, o manejando la política entre bastidores, poniéndola al servicio de sus intereses, con el Derecho y la democracia incluida. Hablando de libertad ha ejercido un férreo control político y mediático en defensa de sus intereses. Ha puesto en práctica la doctrina para ganarse la fidelidad de los creyentes cumpliendo los mandatos del mercado. A través de todas estas estrategias y otras más refinadas se ha hecho con el dominio del mundo sin contestación, porque para la buena marcha del sistema y del negocio, la prudencia es fundamental. Llamar la atención de las masas haciendo muestras desmesuradas de poder no es conveniente, y resulta que se incumple la norma secular que venía respetando. Lo de tolerar lo que hacen sus más visibles representantes está claro que no es bueno para el negocio, porque a la sinarquía se le está viendo demasiado el plumero.



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Antonio Lorca Siero

Escritor y ensayista. Jurista de profesión. Doctor en Derecho y Licenciado en Filosofía. Articulista crítico sobre temas políticos, económicos y sociales. Autor de más de una veintena de libros, entre los que pueden citarse: Aspectos de la crisis del Estado de Derecho (1994), Las Cortes Constituyentes y la Constitución de 1869 (1995), El capitalismo como ideología (2016) o El totalitarismo capitalista (2019).

 anmalosi@hotmail.es

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