China viene de representar más de 20% de peso en la economía de los Estados Unidos. En 2017 pesó 21.6%. En declive, en 2024 las exportaciones chinas representaron un 13.3% de las importaciones de ese país, lo cual, no obstante, sigue denotando una enorme desproporción en la balanza comercial recíproca.
En efecto, Estados Unidos apenas pinta un 6.5% en el total de las importaciones chinas en ese último año, implicando un déficit comercial notable en su balanza. Entonces China le vendió 438.900 millones de dólares y Estados Unidos a China 143.500.
Esa diferencia, esos 295.000 millones a favor del dragón, es lo que trae de cabeza a Donald Trump en su obsesión por volcar las ollas del destino. Y esa razón en cifras es lo que ha llevado al magnate a querer revertir semejante realidad económica adversa con la aplicación de locuaces aranceles. 145% es el arancel impuesto a China, y hay la amenaza de elevarlo a 245.
También esa razón en cifras documentó a Trump para elaborar su tabla de aranceles para el resto del mundo: aquellos países con quienes padecía un déficit comercial fueron pechados con un mayor porcentaje arancelario. Por ejemplo, Vietnam (46%) y Venezuela (15%) son un par de países que más vende que compra a los Estados Unidos.
La pregunta crítica en este ámbito capitalista es: ¿dizque no es el mercado una especie de organismo vivo que respira y se mueve de acuerdo con sus propias leyes “naturales”, habiendo la necesidad de dejarlo solo, a sus anchas, para mejor desarrollo, sin intervención divina ni humana? ¡Pues, el capitalista Trump de pronto dejó ese credo a un lado y ha decidido intervenir para intentar revertir el mercado, al mejor estilo regulatorio socialista!
¿Alguien que no sea el mercado tiene la culpa de semejantes números? ¿Es posible arreglarlo de modo artificial, obligando a los países a comprar lo que no necesiten con tal de complacer al loco y tapar el hueco deficitario? Por ejemplo, Corea del Sur es una respuesta estúpida a tan loca pregunta: su líder ofreció comprarle gas licuado (GNL) con tal de que le bajen los aranceles.
China, por su lado, se vengó de los Estados Unidos. Acaba de revelar que todo lo que es marca en Gringolandia ella lo fabrica a bajo costo, por ejemplo, a $50, finalmente revendido a 10 mil.