Socialismo a lo Durkheim

Émile Durkheim nació en la Francia de Napoleón III en 1858, hombre relevante en ciencia como uno de los fundadores y clásico de la sociología pocos conocen su faceta de político. Puede decirse que perteneció a esa pléyade de intelectuales que defendieron el proyecto democrático de la Tercera República francesa. Hizo de su política práctica participando protagonicamente en la reforma de la universidad de París, tratando de expulsar de la misma el autoritarismo retardatario de la vieja Iglesia. Su vida científica y política se entrelazan en un curso que dictó hacia 1895 en la Universidad de Burdeos a propósito del socialismo. En el mismo repasa la historia, básicamente francesa, del concepto de socialismo. Porque sí, el socialismo antes que nada trata de un concepto no de algún régimen político ubicado en algunas determinadas coordenadas histórico-espaciales.

Antes de ese curso, en su tesis doctoral sobre la división del trabajo, en las páginas iniciales de ese trabajo, Durkheim usa la expresión "monstruosidad sociológica" para caracterizar a una sociedad en la que el Estado está hipertrofiado por su extensión y frente al mismo hay una atomización de individuos compitiendo entre sí sin instituciones intermedias. Se trata de una monstruosidad en tanto y en cuanto que ese Estado cuenta con el poder de aplastar a los individuos, de abusar de ellos, de disponer de sus vidas. Así, el científico se preocupa por evitar esa monstruosidad mediante el análisis, diagnóstico y solución teórica a esta patología. A Durkheim, cabe decir, le gustaban las metáforas y analogías fisiológicas y médicas. El político con ética trata mediante la acción practicar la solución, incentivar y ayudar en la construcción de una casa para todos sin esa enfermedad. La constitución de instituciones que medien entre el individuo y el Estado es el remedio para ese mal según lo dictamina nuestro sociólogo. Aunque lejos de Hegel, Durkheim era un positivista en la fase de su pensamiento a la que nos referimos, coincide con el concepto de sociedad civil del filósofo alemán. También para Hegel debe haber mediación entre Estado e individuo, y así lo expone en su Filosofía del Derecho. Las instituciones intermedias en tanto que sindicatos, grupos políticos, ecológicos, religiosos, urbanos, rurales, feministas y un largo etcétera son las formas orgánicas por organizadas que protegerán a los individuos frente a potenciales abusos del Estado y su monopolio de las armas o del Gran Capital, para actualizar a nuestros pensadores. Hegel y Durkheim, filósofo uno sociólogo el otro, convergen en este punto contra ciertas versiones ramplonas del liberalismo y sus querencias por fábulas de abejas. También sus conceptos convergen contra un régimen que autoproclamándose socialista monopolice todos los poderes de la sociedad en el Estado y termine confundiendo los intereses de su vasto aparato burocrático con los intereses de "el pueblo". Finalmente, sus conceptos se oponen igualmente a un Estado socio y títere del gran capital.

Puesto que en el mundo hoy predominan Estados títeres del gran capital, o Estados llamados "socialistas" con kafkiano y aplastante aparato burocrático, o experimentos anarcocapitalistas, el concepto de sociedad civil de Hegel o el de instituciones intermedias de sociólogos como Durkheim nos resultan utópicos en un cosmos distópico. Pero la utopía tiene un cariz político en un universo distópico, se torna normativa para quienes quieren construir éticamente una casa (sociedad) que podamos habitar por amable y solidaria. Y es aquí donde vale revisitar el concepto durkheimiano de socialismo, pues pensamos que para el francés bien podría orientar la cura de la monstruosidad. En aras de la brevedad, presentaremos críticamente tres consideraciones de su propuesta conceptual.

1. Hay diversos tipos de socialismo. Dice: "En una palabra, si hay un socialismo autoritario, también hay uno que es esencialmente democrático." (p. 23 de la traducción de Esther Benítez de la editorial Akal). Pienso, no obstante, que si el concepto de socialismo tiene entre sus directrices más importantes el empoderamiento de los miembros de una sociedad y la solidaridad, difícilmente pueda concebirse de otro modo que no sea democrático y democratizador de las relaciones sociales. Sin embargo, han pululado en la historia posterior a estas líneas de Durkheim regímenes autoritarios disfrazados con una retórica socialista, incluso totalitarios como el período estalinista de la Unión Soviética o la locura de Pol Pot. Son hechos históricos, más aquí hablamos de la lógica de un concepto y preferimos llamar capitalismo de Estado o vulgar fascismo a regímenes que siendo autoritarios se digan socialistas. No olvidemos que el partido nazi se definía nacionalsocialista.

2. Señala DurKheim que, "Se denomina socialista toda doctrina que reclama la incorporación de todas las funciones económicas, o de algunas de ellas que en la actualidad son difusas, a los centros directores y conscientes de la sociedad. Es importante observar de inmediato que decimos incorporación, y no subordinación." (p. 30). Lo menos que hay que decir aquí es que hay cierta contradicción entre "todas" y "algunas". Lo más es que incorporar no es subordinar. Los llamados socialismos reales subordinaron a la economía y la sociedad entera a un centro planificador, totalitario. Incorporar en el lenguaje durkheimiano significa evitar la monstruosidad sociológica citada. Serán las organizaciones económicas intermedias entre Estado e individuo, las corporaciones, las destinadas a construir en la práctica el concepto de socialismo haciendo de las empresas un auténtico capital social.

3. En consonancia con lo anterior, el socialismo que defiende Durkheim tiene una esencia corporativista. Permítaseme una larga cita: "...podemos señalar que, entre las instituciones del antiguo régimen, hay una de la que Saint Simon no habla y que, transformada, sería susceptible de concordar con nuestro estado actual. Son las agrupaciones profesionales o gremios. En todas las épocas desempeñaron ese papel moderador y, por otra parte, teniendo en cuenta que fueron brusca y violentamente destruidas, estamos en nuestro derecho de preguntar si esa destrucción radical no ha sido una de las causas del mal. En cualquier caso, la agrupación profesional podría responder muy bien a todas las condiciones que hemos planteado. Por una parte, porque es industrial, no hará pesar sobre la industria un yugo demasiado gravoso; está bastante cerca de los intereses que tendrá que regular para no oprimirlos pesadamente. Además, como toda agrupación formada por individuos ligados entre sí por vínculos de intereses, ideas y sentimientos, es susceptible de constituir para sus componentes una fuerza moral. Conviértasela en un órgano definido de la sociedad, mientras que no es todavía sino una sociedad privada, transfiéransele algunos de los derechos y deberes que el Estado es cada vez menos capaz de ejercer y asegurar; que sea la administradora de las cosas, de las industrias, de las artes que el Estado no puede administrar, por su alejamiento de las cosas materiales; que tenga el poder necesario para resolver ciertos conflictos, para aplicar, según la variedad de los trabajos, las leyes generales de la sociedad, y, poco a poco, gracias al acercamiento que de ella resultará entre los trabajos de todos, adquirirá esa autoridad moral que le permitirá un día desempeñar ese papel de freno sin el cual no puede haber estabilidad económica." (pp. 262-263). Este pasaje amerita mucha discusión imposible aquí. Digamos sólo que en las corporaciones Durkheim encuentra la institución intermedia entre individuo y Estado en lo que refiere al ámbito económico, que las aprecia vinculadas a los intereses de los individuos y no de un grupo de poder en el Estado o del capitalista. Que, incluso, las propone como una fuerza moral, y esto en lenguaje durkheimiano significa socialmente integradoras, consolidadoras de solidaridad y organizadoras de una fuerza social protectora del individuo.

Durkheim y Jean Jaurés, el gran socialista francés asesinado brutalmente por su antibelicismo en la víspera de la Gran Guerra (1914), fueron compañeros de clase en el Liceo y de allí nació una gran amistad. Puede decirse que Jaurés, si bien por cosecha propia, intentó llevar a la práctica algunas de estas ideas afines a Durkheim. Fue un catalizador y constructor del movimiento cooperativista. Lo concibió democrático y autónomo del Estado. En otras partes, en cambio, hemos asistido a cómo el Estado disfraza de "cooperativas" empresas públicas que de la forma más descaradamente neoliberal explotan a trabajadores que terminan convertidos en una especie de lumpenproletariado. Mientras, todavía quedan en Francia alguna de las cooperativas que fundó Jaurés. Lamentablemente, la transformación del capitalismo en los años treinta del pasado siglo y la nueva transformación del mismo desde comienzos de este siglo, ha trastocado las condiciones fundamentales para la organización de las instituciones intermedias. El gran capital se ha independizado de los espacios del Estado nación e impone su imperio a una atomización de gobiernos que ofertan desmontar cualquier garantía social para recibirlos. Las izquierdas, desde la socialdemócrata hasta la que Teodoro llamó borbónica, no han dado respuesta a los nuevos desafíos y se han desvanecido en un falso centro político o se han consumado como regímenes autoritarios que no hacen sino usurpar el concepto de socialismo. Son izquierdas extraviadas en una sociedad extraviada, con salvedad del gran capital y de los grupos políticos atornillados en la burocracia para nada extraviados en su voluntad de dominio. En todo caso, la organización y la organicidad seguirán siendo la clave para quebrar las formas de dominación. El concepto de socialismo seguirá vigente mientras se entienda que es inseparable de la democratización y empoderamiento de la sociedad. En tal sentido, Durkheim, Jaurés y muchos otros todavía son voces que tienen algo que decirnos.



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Javier B. Seoane C.

Doctor en Ciencias Sociales (Universidad Central de Venezuela, 2009). Magister en Filosofía (Universidad Simón Bolívar, 1998. Graduado con Honores). Sociólogo (Universidad Central de Venezuela, 1992). Profesor e Investigador Titular de la Escuela de Sociología y del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela.

 99teoria@gmail.com

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