Comunismo y michelines identitarios

El marxismo es una concepción del mundo que incluye una filosofía racional, concepción cuyo propósito principal consiste en la emancipación del género humano. El género humano no se emancipará mientras las cadenas del modo de producción capitalista hayan sido rotas. Toda lucha política parcial, sectorial, identitaria, etc. que no esté subordinada a esta meta fundamental es una lucha reaccionaria.

La lucha contra el modo de dominación capitalista debe ser abierta, sin tapujos. La existencia de sociedades secretas (masonería y otras afines) debe considerarse per se una existencia enemiga de los intereses del pueblo trabajador. Así mismo, el intento de fomentar luchas identitarias y sectoriales que no estén clara y científicamente subordinadas a la emancipación del pueblo trabajador, han de ser tachadas inmediatamente como reaccionarias.

Conviene recordar estas pequeñas píldoras de marxismo elemental. Hemos llegado a un punto en que los estafadores se han hecho casi con el monopolio del discurso, y los pensadores y activistas anticapitalistas hemos de poner de nuevo las cosas en su sitio. Se hace preciso dibujar un retrato y una crítica adecuadas de todo eso que hoy en día se presenta como "izquierda", pero que es antimarxista por identitaria, y que no es más que un catálogo de despropósitos reaccionarios que han de ser combatidos en nombre de la meta principal de la humanidad: romper las cadenas del Capital.

Las formaciones políticas de la izquierda institucional (Podemos, Sumar, Más País, IU, PSOE, soberanistas varios) han optado, siguiendo una tendencia que va creciendo desde la gran ofensiva neoliberal de los años 80, la tendencia y el empeño por disimular su médula comunista o socialista, hasta llegar a extirparla. Es la tendencia de los comunistas vergonzantes que han optado por etiquetas "identitarias". Éstas, a su vez, son de lo más variopinto: liberación de la mujer, liberación del "Planeta", liberación de los pueblos (en rigor, independencia de territorios subestatales), liberación de los animales, y un largo etc. Nadie duda de que los derechos fundamentales de las personas puedan ser tratados por "temas" para un mejor esclarecimiento. Así procedería un profesor que no puede explicar toda una ciencia de golpe, sino de manera ordenada y con un deslinde conceptual.

Pero las luchas sociales auténticas no son las luchas abstractas, ni capítulos de un manual de texto. Estas luchas identitarias son propias de quien ve el movimiento del mundo con ojos librescos y academicistas. No me hablen del "género": yo sólo veo mujeres explotadas. No me hablen de "soberanía" de pueblos subestatales: yo sólo veo reclamación de privilegios, es decir, supremacismo. No me hablen de "proteger el clima o el Planeta": yo sólo veo maniobras extranjeras tendentes a atacar a los productores locales…
Por supuesto, estoy simplificando. Pero he querido presentar de esta manera las cosas para señalar, cuanto antes, el peligro de seguir por esta senda de una izquierda "libresca" que habla de "temas" en lugar de seguir investigando la dialéctica misma de la sociedad, una dialéctica que no conoce "temas" parciales, sino una Totalidad en cuyo seno las fuerzas imperantes van siempre en la misma dirección: explotar más y mejor.

La izquierda "temática" comenzó en España en los años 80, con un invento llamado Izquierda Unida. Muchos comunistas se volvieron comunistas vergonzantes, es decir, personas que desearon diluir la concepción revolucionaria en favor de un "Humanismo" difuso que, en grandes rasgos, es la religión laica de la masonería. La "Humanidad" sería una Fraternidad Universal, y las creencias particulares (católica, mahometana, protestante…) con una historia real dialéctica, es decir, una historia de incompatibilidades manifiestas, serían suprimidas y armonizadas en lo alto, recambiadas por un amor racionalista y laico. Dios se sustituye por una razón universal, y la armonía política se acoplará a una armonía cósmica. Toda esta Majadería Universal, propia de los masones, estuvo muy presente en la formación original de Izquierda Unida, y no se puede negar, fue una mixtura del PCE con los masones y con sectores de la burguesía "monotemática". Fue así incluso institucionalmente. Muchos de sus miembros traicionaron el precepto de Marx: evitar las logias secretas, manifestarse abiertamente como movimiento anticapitalista. Esto sería el comunismo, declarar la guerra abierta al capital y no andarse por las ramas ni ponerse mandiles.

Sin embargo, la doble pertenencia a logias y a partidos de izquierda fue el pecado original de aquella coalición, y se transmitió a sus herederos (es muy evidente en Podemos). Liderada esa izquierda travestida por unos ntelectuales bien instalados en el fondo (profesores de universidad, abogados, etc.), el discurso obrero pasó a manos de especialistas en "problemas de la Humanidad". Algunos de esos problemas carecían de verdadera conexión con la lucha anticapitalista.

Eso es evidente en el caso de la izquierda identitaria catalanista. No se ve por ningún lado que la lengua y la "identidad" catalana haya estado amenazada, ni en el periodo franquista ni en el democrático. No se ve por ninguna parte que la consecución de una república catalana, incluso si lograra ser una verdadera democracia socialista, iba a representar un verdadero avance en las posiciones de la clase trabajadora a ambos lados de la nueva frontera creada. Todavía no me lo ha explicado ningún independentista de otras regiones, ni catalán, ni vasco, ni asturiano, ni gallego...

Hago breve referencia al insignificante caso del independentismo asturiano, pues lo he conocido de primera mano y reproduce exactamente el falso izquierdismo que em el Principado han mimetizado a partir del de vascos, catalanes o gallegos. El llamado "asturianismo de izquierdas", al igual que el invento de IU o el republicanismo catalán, posee numerosos elementos masónicos. Se ataca a la religión católica y al hecho de la Reconquista, pero sus líderes forman parte de logias (algo antimarxista, como llevamos diciendo) y creen en los poderes místicos de la lengua. A pesar del disfraz que se han puesto desde 1975, nada tienen de rojos, sino de magos: las palabras, esta vez las palabras del bable oficializado, transformarán su mundo. Una lengua vernácula reconocida oficialmente, con presencia escolar masiva y hasta obligatoria tiene, por lo visto, la capacidad de levantar moralmente a un pueblo condenado a la extinción, como es el pueblo asturiano, víctima de las reconversiones industriales, víctima del abandono del campo y preso de la mafia "izquierdista" que ha controlado casi sin interrupción el cortijo astur (véase mi libro "Casería y Socialismo", Glayíu, 2008). Ni una lengua oficial, ni tampoco contar con señuelos de semi-soberanía, va a hacer que una región condenada al declive, donde gran parte de la gente ya ni sueña con trabajar o tener hijos, es algo que vaya a obrar milagros.

La izquierda identitaria está abducida o seducida por una suerte de pensamiento mágico, una suerte de pseudo-pensamiento que no es ajeno a la mística masónica que habla de una progresiva escalada de los seres humanos hacia una fraternidad universal una vez removidos ciertos obstáculos que la secta determine como tales. Los obstáculos son los mismos que el "iluminismo" del siglo XVIII, de forma harto simplista, creyó detectar como bastiones de la reacción. Básicamente son obstáculos que rodean estos dos conceptos, "Trono" y "Altar", tomados enterizamente y desconociendo por completo la dialéctica de la historia. El "Trono", por ejemplo, sirvió en no pocos momentos del pasado como arma de contrapeso a los intereses depredadores de la nobleza. Y en cuanto al "Altar", hace tiempo que los marxistas han detectado que la religión no es sólo el opio del pueblo, sino que también puede ser el "excitante" del pueblo, o también un refugio, como se está viendo en el actual mundo globalizado y atomizador.

Que la religión sea opio, excitante o refugio es algo que depende de un "análisis concreto de la realidad concreta" y no me puedo tomar en serio ninguna de las ridículas diatribas que la izquierda identitaria, empezando por la asturiana, dirige contra la Iglesia, la Reconquista, el adoctrinamiento clerical o el laicismo. Tan místico me resulta creer que la Iglesia católica actual, ella misma penetrada de elementos masónicos y globalistas, va a ser "la luz del mundo", como tal institución, como creer que una campaña laicista radical va a mejorar, moral e institucionalmente, nuestra maltrecha España.

El problema de la izquierda identitaria posee una única y lamentable raíz: su antimarxismo. En España, como todo el mundo sabe, no se dieron las circunstancias políticas adecuadas para reformar el Estado en un sentido republicano federal. Las dos líneas de fractura, en realidad, eran las siguientes: 1) los partidarios de un Estado monárquico, frente a los republicanos, y por otra parte, 2) la trinchera del unitarismo centralista frente al federalismo. Las dos fallas o grietas que exigían algún género de consenso no eran en absoluto simples. Se podía pensar en la tradición monárquica carlista, cercana al federalismo y al regionalismo en muchos aspectos. También se podía tener en cuenta el fuerte componente jacobino centralista de gran parte de los republicanos de izquierda. Pero lo que verdaderamente distorsionó la lucha de izquierdas en la España de la llamada Transición fue, en realidad, la presencia creciente de partidos soberanistas o abiertamente separatistas que hacían suyos los discursos y la simbología de la izquierda. Unas minorías periféricas exiguas, e intelectualmente inanes, consiguieron abducir a la acomplejada izquierda española.

Por pura incultura política, el nacionalismo separatista se llevó el gato al agua. Se lo llevó un nacionalismo de izquierda anti-marxista, desleal para con el pueblo trabajador, desleal para con el principio socialista de igualdad de derechos, deberes y oportunidades de todos los ciudadanos, sea cual sea el territorio por ellos habitado. Fue la pura incultura política la que llevó a implantar en los cerebros de la gente una ecuación que dice "soberanismo=progresismo". Automáticamente, defender el soberanismo o, al menos hacerle guiños, pasó a ser algo así como gozar de un certificado de progresía.

Nada más lejos de la realidad. Pero fue el inicio de esa aberración en la que la izquierda posmoderna ha ido inflándose, empapándose, regodeándose hasta extremos que nos alejarán para siempre de la racionalidad. España, la izquierda española mayoritaria, y con ella Occidente entero, se parece a un astronauta que ha roto su cable umbilical que le une a la cápsula y se precipita hacia el vacío interestelar, alejándose para siempre de la ciencia, la razón, la certeza. Al manipular tan groseramente la lengua, la supuesta izquierda ingresa en la noche mística. Lo estamos viendo: ya no existen hombres y mujeres sino cincuenta mil "géneros", adquiriendo la palabra "género" un sentido tan abstruso entonces, que no se puede manejar sin artificios sobre los que montar más y peores artificios: una niña, hembra, pasa a ser un extraño ente bípedo sobre el cual recae toda una "asignación" social y todo un marco artificial de construcciones mediadas simbólicamente. En este este estado alucinado y demencial en el que se encuentra nuestra sociedad, una izquierda auténticamente obrera no sólo debería limpiar la sociedad de explotadores y especuladores, sino también de mistificadores que ya nos hacen dudar de si un ente es niña o niño, o nos impiden reconocer en qué lado tenemos la nariz y en cuál las posaderas.

La "identidad" sexual de un hombre o una mujer, ya se figure uno mismo lo que quiera, no es nada. Ontológicamente: nada. Al igual que la "identidad" asturiana de un joven hijo o nieto de extremeños, cuyo bable ha sido aprendido en un cursillo certificado por una Academia, no es sustancia de la Historia ni motor de cambio. Si ese joven es un parado y la sociedad le tratará como un felpudo, su "identidad" no va a ser nada. La lucha de clases no cuenta con estas representaciones ilusorias, aprendidas por adoctrinamiento. La "identidad" de un euskaldún, sin haber existido jamás en la Historia un Estado euskaldún, no es nada. Y menos lo será cuando las minúsculas naciones europeas, incluidas aquellas que han contado como Estados o imperios históricamente efectivos, se vean simplemente como colonias del capital, como parques extractivos de materia prima o carne humana explotable y barata.

Una izquierda verdaderamente socialista, emancipadora, que reactive la verdadera lucha de clases en lugar de drogarse con "identidades" debe evitar las cosificaciones o hipóstasis de conceptos, etiquetas y guerras simbólicas que pueden servir para llenar de letras el papel de los libros, pero que no son funcionales en la dialéctica de la historia. Mi impresión creciente es que la izquierda, castrada -sin el marxismo- se ha dotado de prótesis ideológicas muy contraproducentes. Esta izquierda despojada de marxismo es impotente con todo su rosario de "ismos": feminismo, ecologismo, soberanismo, animalismo.... Pero tal impotencia y estado alucinado debe tener origen bien preciso en el propio Capital. Pregunta del millón: ¿a quién beneficia el catalanismo (o vasquismo, o asturianismo, o andalucismo…) todo ello, se supone, muy de "izquierdas". Al capital, evidentemente. ¿A quién beneficia tanto enfrentar a hombres con mujeres, a negros con blancos, a hispanistas e indigenistas, a carnívoros con veganos, a especistas con antropocentristas…? Tanta lucha falsa, tanto ruido simbólico, tanto buscar sustitutos de la clase trabajadora (estrategia que estuvo en la raíz ideológica del partido Podemos) sólo ha potenciado al capital. Cuanto antes quitemos estos michelines, mejor. Mayor salud para la clase obrera.



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Carlos Javier Blanco

Doctor en Filosofía. Universidad de Oviedo. Profesor de Filosofía. España.

 carlosxblanco@yahoo.es

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