Una cosa es el país y otra cosa el gobierno

Cuando cualquier ciudadano u organización de una Nación, atenta contra su soberanía, o contra el bienestar de su población, a favor de sus propios intereses personales o de grupo, aliándose o pidiendo una intervención foránea, no puede recibir otro calificativo que ¡traición a la patria!

Por equivocado que sea, o que pensamos que sea, un gobierno de signo contrario a nuestros ideales, nada justifica la alianza con factores o países que compartan nuestra ideología, para derrocarlo con deterioro de nuestra soberanía como Nación independiente.

Por ejemplo: ¿Qué hubiera pasado, o como hubiese calificado el gobierno de Jaime Lusinchi, a aquellos venezolanos opositores políticos a su gobierno, si con el “affaire” de la incursión de la corbeta Caldas, en aguas del Golfo de Venezuela, la oposición u opositores a su gobierno, hubiesen apoyado esta provocación del gobierno colombiano?

El mal manejo de la cosa pública, que en conjunto a políticas erráticas, múltiples veces denunciadas o criticadas públicamente por ingente número de ciudadanos entre los cuales me incluyo, no nos autoriza a hacerle el juego a la primera potencia militar mundial, a sus personajes tarifados, y a sus bufones países aliados. ¿O es que los ejemplos de la disolución de Yugoeslavia, las destrucción de Irak, la fragmentación y neo colonización de Libia, la guerra de Siria, no son ejemplos suficientes de lo que es capaz el Imperio Norteamericano y sus aliados Europeos, a favor de los intereses de sus grandes corporaciones económicas, quienes son las que “tras telones” manejan la política de dichos países neo colonialistas?

Más que ingenuidad política de creer que la ayuda exterior es desinteresada; los partidos políticos y entes antigubernamentales de la derecha Venezolana, están muy claros que de ser derrocado el gobierno por la intervención foránea, lo cual en el mejor caso para ellos, los auparía a la obtención del poder gubernamental, su papel en el gobierno de nuestro país no representaría más que el de títeres que seguirían a pie juntillas, los mandatos del Imperio del Norte. Privatizando en primer lugar todos los activos de nuestra Nación, con PDVSA en el primer lugar.

Lamentablemente por una serie de desaciertos de todos nuestros gobiernos (desde mediados del siglo XX en adelante), tanto en lo que respecta a la educación (formal e informal) de la población, como en la dependencia económica de nuestro país. Acompañado esto, de un descuido total de la política inmigratoria (desaciertos estos en su mayoría, planificados con muchos años de antelación por los gobiernos del Norte). Lo cual a la larga, han propiciado una alienación transcultural, de amplios sectores de nuestra clase media, impulsándolos ideológicamente, a sentirse identificados con los valores foráneos del “primer mundo” (con los Estados Unidos a la cabeza), e incluso, sentirse más cercanos a la cultura de esos países que a la nuestra. Llegando muchos de ellos hasta anhelar ser anexados como un Estado más, por el Imperio Norteamericano.

Para estos opositores de derecha, cualquier acción aun a costa de perder la patria, tiene una absoluta validez para salir de un gobierno que aparte de sus políticas erráticas, ineficaces, y plagadas de corrupción, tiene el tupé de declararse socialista y antiimperialista (así lo haga solo de palabras).

Por otra parte, nos encontramos, en el seno mismo de nuestro actual gobierno, que a pesar de 18 años con la consigna de “ahí viene el lobo”; dada su demagogia, su ineficacia, y los intereses particulares de sus altos funcionarios, no se ha preocupado en forma real, de preparar al país para una efectiva guerra irregular, que es lo que le corresponde activar a un pequeño, aunque rico país como el nuestro, si se encuentra amenazado.

Lo cual, como ciudadano que ama a su patria, y a pesar de no ser versado en el arte de la guerra, me hace reflexionar acerca de algunas interrogantes en el plano de lo militar. Tales como: ¿es que la formación de la Milicia habrá cumplido su función de preparar adecuadamente a las bases populares para una guerra irregular, o es solo un parapeto para justificar erogaciones que al final en buena parte va a parar a los bolsillos de funcionarios interesados? ¿Estará el país plagado de bases encubiertas, como zonas de alivio y avituallamiento para los posibles futuros combatientes irregulares? ¿Ante lo limitado de nuestro parque blindado, se habrán construido centenares de vehículos livianos coheteros para compensarlos? ¿Ya el alto mando militar tendrá dispuesto las zonas de dispersión para nuestras naves aéreas en caso de conflicto? ¿Está justificada la compra de patrulleras navales que solo desplazan 22 millas náuticas de velocidad (velocidad esta, alcanzada por muchas de las naves de guerra de la primera guerra mundial hace más de cien años), en vez de haber adquirido submarinos convencionales de última generación (en la época en que esto se podía dado los altos ingresos petroleros)? Y así muchas otras preguntas que un simple civil que ha leído algo sobre los conflictos armados, no deja de hacerse con preocupación por el futuro de su país.

Para dejar hasta aquí este breve pero doloroso tema, quiero aferrarme a la esperanza, de que así no lo viva (dado mi luenga edad); sé que la evolución de los procesos sociales no se detiene, y está situación de deterioro material y moral del país, en un tiempo histórico más cercano que remoto, deberá tener una solución satisfactoria.

 



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Arnaldo Cogorno


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