Moralito: el hombre de hierro del Porteñazo

No es fácil escribir sobre este hombre, hecho roble, al servicio de la revolución venezolana. Me atrevo a decir, sin que me quede nada por dentro, que mis palabras se quedan cortas tratando de encontrarle el epicentro revolucionario a un hombre de baja estatura, pero de un corazón de hierro que lo agiganta no sólo con sus nueve décadas, sino con una postura digna y llena de ejemplarizante comportamiento ante los obstáculos que le ha tocado enfrentar, y ante el enemigo que lo persiguió y lo mantuvo preso durante seis años; uno año más  más que el resto de los participantes en El Porteñazo.

En efecto, el gobierno de Raúl Leoni, trató de doblegar al guerrero, dejándolo solo, como  castigo y tortura,  a la vez, en el penal de la isla del Burro, conocido también como “Campo de Concentración Rafael Caldera”. Pero sucedió lo contrario. Víctor Hugo Morales, Capitán de Corbeta, para aquel entonces, se mantuvo firme en su posición política, y aguantó como aguantan los verdaderos y genuinos revolucionarios. El 5 de febrero, mes glorioso, el titán caraqueño cumplió 90 años de edad. Un hombre nacido para llegar al final. Veamos, como ejemplo, lo que narra un periodista:

“Hace muchos años me propuse descubrir el significado de la palabra revolucionario. Joven y poseído por una ambición sin límites para conseguir un gran artículo, conocí al Robin Hood latino, Fidel Castro, el de la revolución tropical. También él era joven y estaba imbuido de una contagiosa fiebre que le impelía a luchar por el progreso de su pueblo.
    Un atardecer en las escarpadas montañas cubanas, Castro se me quedó mirando mientas se sacaba el puro de la boca y me preguntó:
    —Dime, periodista, qué opinas tú de nuestra revolución?
    —Bueno, ya que me lo pregunta, creo que eso de ser revolucionario puede resultar muy peligroso.
    Respondió sin la menor vacilación:
    —La vida simple puede resultar peligrosa. Cuando hay injusticia no puedes quedarte sentado sin hacer nada. Libertad o muerte.
    ¿Era esa la única opción?
    —¿Y si las cosas acaban en… —no sabía cómo decirlo—…en fracaso?
    Me dirigió una mirada dura.
    —Cuando voy a un funeral, sigo hasta el cementerio…

Contundente la respuesta de Fidel Castro. Una respuesta digna de un verdadero revolucionario. Sin titubeo, sin vacilación sin utilizar palabras rebuscadas. Al grano, pues. Pienso que Víctor Hugo Morales (para nosotros Moralito), es de esos hombres revolucionarios que no se quedan en el funeral. Siguen hasta el cementerio… Siguen, como ha seguido él, hasta que el cuerpo aguante, o se reviente la cabuya. Y va más allá, del dolor del cuerpo, y más allá del reviente de la cabuya, se interna en la profundidad del ser que no se cansa de luchar y de vivir los momentos azarosos que arrastran la vida de un verdadero revolucionario.

¡Feliz cumpleaños, Capitán! 90 años no es cualquier cosa. Y sobre todo, si buena parte de ellos han sido dedicados con ardor y pasión a la persecución de la plena libertad de su pueblo… Dijo Fidel, al periodista: “La vida simple puede resultar peligrosa. Cuando hay injusticia no puedes quedarte sentado sin hacer nada…”. Moralito, el jefe, el amigo, el compañero de ruta, se paró y nunca más se ha sentado. Sigue en pie, como un roble, como el incasable guerrero,  alzado  contra la injusticia, contra la corrupción, contra la opresión y la postración. Sigue batallando, desde su hogar, contra todo lo que se vista con el rostro de la injusticia, y la indignidad…



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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