Existiendo en la utopía

VIVIMOS UN TIEMPO DE DILEMAS Y ENCRUCIJADAS EN DONDE DOS REVOLUCIONES POSIBLES SE DISPUTAN LOS ESPACIOS Y LA CONTINUIDAD DE LA HISTORIA.

QUEREMOS Y ASPIRAMOS QUE LA FRUSTRACIÓN NO QUEME LAS ESPERANZAS, SINO QUE ABRA EL VUELO DEL CÓNDOR DE LOS ANDES LATINOAMERICANOS, EN ESTE TIEMPO DE RETOS Y DESAFÍOS.

En el campo de la izquierda revolucionaria, siempre hemos creído que el debate ideológico y político alimenta cualquier propuesta de cambio y de transformación, en la búsqueda de una sociedad y un proyecto civilizatorio que dignifique la vida de los seres humanos.
La discusión con sectores de derecha, de centro izquierda, con reformistas, revisionistas, anarquistas, marxistas, cristianos, ateos, socialdemócratas y cualquier otra corriente del pensamiento humano, es una práctica sana, de tolerancia y muy democrática, que permite alimentar ideas, que pueden producir acuerdos y desacuerdos, donde la población participe con sus respectivas opiniones, para producir un debate pedagógico en la sana intención de buscar caminos para un continente que no ha perdido la esperanza de mejorar sus condiciones de vida en todos sus aspectos y donde el poder real, descanse verdaderamente sobre el colectivo que conforma cada nación, sin distingos de clase y sin relaciones de poder.
Este escenario, del debate político, filosófico e ideológico, solo se puede abordar si realmente hay voluntad política y sobre todo honestidad y rectitud en los planteamientos, sin intereses grupales o partidistas. Lamentablemente tal situación no sucede, porque la práctica política de las clases dominantes, llámense izquierda o derecha no lo permiten, pues se encuentra en juego sus cuotas de poder. Si tuviésemos una población concientizada y capaz de entender que el poder real no lo tienen los partidos, ni los grupos, sino un pueblo en permanente rebelión que sea capaz de tomar sus propias decisiones en los escenarios necesarios, donde se define el modo de vida y la suerte de unas nación, otra seria la situación.

La confrontación de ideas es entonces, hoy día, una necesidad imperante, una práctica necesaria y de esa misma confrontación depende el éxito de las propuestas revolucionarias, de los proyectos y de una práctica democrática sana.

Si por el contrario, tratamos de que todos piensen de igual manera, en "beneficio" del partido, del grupo dominante y no aceptamos la crítica y mucho menos la autocrítica, estamos en presencia de una práctica malsana, mal intencionada, represiva, autoritaria y fascista, lo que demuestra incapacidad e ignorancia en algunos casos, para ir al debate y el enfrentamiento general de ideas.

Cuando se asume esta última posición, sólo queda la manipulación de las masas, la desinformación de las mismas y la utilización electoral, cuestión que nos aleja de una práctica revolucionaria real y de la propia aspiración de los pueblos de producir cambios estructurales que beneficien a todos por igual y la posibilidad real de producir un nuevo proyecto civilizatorio distinto a los que conocemos.

Y esto es lo que está pasando en Venezuela, un gobierno que se dice bolivariano y que le entregó a las trasnacionales el petróleo, el gas y el carbón, bajo la figura de empresas mixtas. Un gobierno que se dice bolivariano y que cumple al pie de la letra el recetario del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial CON UNA DEUDA EXTERNA IMPAGABLE Y QUE HIPOTECA EL FUTURO DE LAS NUEVAS GENERACIONES. Un gobierno que se dice bolivariano y que deja que la banca privada manipule como le dé la gana el dinero de los venezolanos y del propio Estado. Un gobierno que se dice bolivariano con una política de impuestos, propia de los países neoliberales y con un alto índice de inflación que sólo favorece al gran capital. Un gobierno que se dice bolivariano y que proclama el socialismo, mientras sus entornos familiares y amigos se enriquecen a nombre del mismo.

DOS REVOLUCIONES

Vivimos un tiempo de dilemas y encrucijadas, donde dos revoluciones posibles se disputan los espacios y la continuidad de la historia. Una es la revolución del capitalismo globalizado, fundada en la supremacía de la tecnología y el libre mercado, además de las telecomunicaciones y la competitividad que masifican, mediatizan y anulan al hombre en su inteligencia y sensibilidad, al convertirlo en un simple objeto consumista o en pieza del mega sistema. Para esta revolución la máquina y la empresa tienen más valor que la vida de cualquier ser humano.

La otra es la revolución alternativa y emancipadora, fundada en la supremacía de la condición humana y la dignidad de la persona, capaz de inventar nuevas tecnologías no contaminantes, no centralizadas ni destructoras, recuperar la armonía con la naturaleza y la convivencialidad basadas en firmes condiciones de igualdad y soberanía.
Es una revolución que tiene que enfrentar al capitalismo privado y de Estado, ya que establece relaciones de poder y al establecer relaciones de poder impone la desigualdad social en todos los aspectos. Una revolución que tiene que ser una verdadera y auténtica alternativa, que se salga de la trampa de la producción mercantilista, que pregonan los modelos de sociedad que hoy conocemos.

Es en éste marco de una revolución alternativa que ya se está dando en la lucha del pueblo indígena zapatista de México, Venezuela en nuestra Sierra de Perijá, en los levantamientos de los campesinos sin tierra de Colombia, Brasil, Ecuador, Bolivia. En la nueva psicología y espiritualidad de la mayoría de nuestros pueblos, en los intelectuales sensibles y honestos y en la disposición de militares y religiosos identificados con la mejor tradición moral, libertadora y revolucionaria de nuestro continente.

Esto significa, que ciertos sectores de la población latinoamericana y del Caribe, se viene planteando, la necesidad de inventar una civilización, que responda a lo que nosotros realmente somos, que deje atrás los modelos civilizatorios impuestos y que empecemos a plasmar a través de la lucha constante y permanente en todos los terrenos, la ruptura creadora, para generar la civilización de la esperanza, producto de esa existencia en la utopía.

LA VISIÓN INDÍGENA

La revolución alternativa, es la confrontación de los valores de la civilización capitalista occidental y los valores de la nueva civilización fundada en el rescate del contenido poético de la vida, y el rescate de nuestro pasado histórico-cultural donde la visión indígena de armonía cósmica constituye la base de una sensibilidad que nos permite cuidar la vida para seguir viviendo. Es de allí precisamente, de donde ha surgido la verdadera resistencia a la globalización. La primera clarinada la dio el glorioso pueblo de Venezuela con el alzamiento popular del 27 de febrero del 89 cuando se inició el liberalismo económico con Carlos Andrés Pérez. Luego vino el alzamiento zapatista el 1 de enero del 94, como respuesta inmediata a los acuerdos globalizadores de las burguesías mexicanas, estadounidense y canadiense (ALCA). Ese es el verdadero proceso que han emprendido nuestros pueblos. No ser consecuente con eso, es transitar los derroteros de la traición y la estafa ideológica y política.

Estas reflexiones representan una reafirmación de un proyecto, una alerta más cerca del devenir, una confesión pública de amor a la revolución y al pueblo, ante los desvíos y agravios de gobiernos embaucadores. Queremos y aspiramos que la frustración no queme las esperanzas, sino que abra el vuelo del cóndor de los andes latinoamericano, en este tiempo de retos y desafíos. SEGUIREMOS EXISTIENDO EN LA UTOPÌA.



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Enrique Contreras Ramirez

Militante de Ruptura

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